Guionar la pandemia

Escenas del Aprendizaje

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  • 31/05/2020 • 10:05
Raquel Barrionuevo.
Raquel Barrionuevo.

Lic. Raquel Barrionuevo*

Quizás nunca antes habíamos percibido los efectos de la globalización en forma tan dramática. La pandemia por COVID-19 nos permite pensar en lo dramático en sus diversos sentidos: como aquello que debido a su gravedad es capaz de interesarnos o conmovernos sinceramente, y también, como género dramático, aquel que plantea historias y situaciones para ser representadas escénicamente. Este último se caracteriza por emplear fundamentalmente el diálogo como recurso expresivo, pues en el drama, como tal, no hay un relato, sino la representación de acciones o conflictos que atraviesan la vida de los personajes.

Es decir que este drama, como todos, se escenifica, cobra vida en escenarios diversos, donde se teje la trama de la vida de las personas.

Como en una película de ciencia ficción que se vuelve real, hoy la humanidad entera se enfrenta a un drama que nos pone en riesgo sin reconocer fronteras, pero a su vez origina infinitas escenas y se torna imposible armar un relato que nos reconozca en cada una de nuestras realidades y nos represente globalmente.

La esperanza masiva, la prescripción de cuidar nuestra vida, se transforma y adquiere muy variados sentidos en cada escena familiar o personal, tornándose en algunos un imperativo, en otros una posibilidad y en otros una imposibilidad o un peligro.

Todos y cada uno de nosotros somos personajes obligados a actuar en un drama que pretende imponer un mismo guión, pero que debe ser interpretado en escenarios terriblemente desiguales.

Sólo centrando el foco en unos pocos personajes cada vez podremos seguir el hilo de lo que les ocurre, la forma en que sus vidas fueron transformadas por la amenaza global de la enfermedad, la manera en que se alteraron sus vínculos, sus diálogos cotidianos, la posibilidad de que otro escuche su voz, lo vea y lo reconozca.

En este sentido propongo pensar también la escena del aprendizaje y las vicisitudes de quienes intervienen en ella, quienes la hacen posible (o no) desde los nuevos guiones que hoy les toca asumir a cada uno, dentro de una escenografía más acotada que nunca.

La vida de niños y niñas transcurre habitualmente entre dos espacios: lo público y lo privado. Lo privado asociado a su familia (como sea que su familia está constituida) y lo público asociado mayormente a la escuela, ese otro espacio donde los niños y niñas pueden tejer vínculos con otros, con sus pares y con sus maestros, con otros adultos, que pueden constituirse en otros personajes que introduzcan una línea diferente en el diálogo y puedan dar un giro al desarrolla de la trama de esa historia personal.

Personajes que normalmente tenían la misión central de enseñar.

Hoy la escena de lo público queda suspendida, al menos en la posibilidad de vivirla y de protagonizar escenas en ellas. Sólo podemos ser espectadores. Y en una paradoja muy extraña, se ha pretendido que la escuela se traslade a la escena privada, a la familia. Que los padres o quienes se ocupan del cuidado de los niños y niñas, asuman en un mismo personaje la letra de padres y docentes. Se ha pretendido prescribir que los niños deben seguir aprendiendo.

Para que el aprendizaje sea posible, es necesario que en la escena circule el deseo de aprender. Que quien está en el lugar del que enseña, desee enseñar y el otro desee aprender. Deberíamos poder pensar si ello puede prescribirse, si podemos soñar que todos los niños en sus escenarios privados están frente a un adulto que esté en condiciones de establecer vínculos de amor con el niño, con el saber y con el aprender.

Afortunadamente en muchos hogares se podrá recrear la escena del aprendizaje escolar con tono de comedia, donde sus dificultades adopten el camino de la risa, quizás del juego, donde puedan construirse saberes quizás diferentes a los esperados por la currícula escolar pero igualmente reconocidos como valiosos.

La pregunta es qué pasa cuando no es posible, cuando la comedia no nos hace reír o cuando corre el riesgo de convertirse en tragedia.

 

*Lic. Raquel Barrionuevo- Docente Investigadora UNPA-UASJ

GRUPO SUBJETIVIDAD Y PROCESOS SOCIALES - UASJ