Columna de Opinión

Manejarse en la crisis

Por Rubén Zárate. 

  • 07/11/2021 • 09:01
Rubén Zarate
Rubén Zarate

Nada funciona bien cuando la realidad es definida por eventos inesperados. Cuando la ¨normalidad política¨ se altera, se ponen en juego capacidades en todos los niveles de gobierno. Los argumentos técnicos y desempeños en mesas chicas que justificaron los cargos son superados por los atributos necesarios para ¨manejarse en la crisis¨, condición necesaria para resolver ¨problemas de la crisis¨.

¿Post qué?

La certeza de tener vacunas introdujo al mundo en una etapa confusa que aún nadie se anima a definir como post pandemia. Las nuevas variantes del coronavirus proyectan su amenaza en los países desarrollados por la persistencia de los antivacunas, mientras sus gobiernos recomiendan terceras dosis y combinan marcas.

Estas paradojas de la abundancia, contrastan con grandes regiones donde se condena a países y pueblos enteros a la suerte de la ¨inmunidad de rebaño¨ porque sus ciudadanos no tienen suficiente capacidad adquisitiva para acceder en tiempo y forma a los precios y condiciones de mercado.

El deseo de normalidad mundial, vieja o nueva, no parece que se vaya a realizar de forma inmediata. La energía que los gobiernos deben poner para sostener su propia gobernabilidad siguen siendo mayores a las que eran necesarias para sostener acciones de gobierno antes de la pandemia. Quienes subsumían el arte de gobernar a las técnicas de administrar se quedaron sin argumentos.  

Las mayorías sociales, que vienen lidiando con recursos económicos y sociales escasos por un formidable proceso de concentración económica; durante la pandemia trasladaron sus demandas y temores de forma inmediata a sus gobernantes.

Todos los gobiernos del mundo debieron asumir que el poder es también un recurso escaso que en esta época se modifica con un vértigo inusitado. Algunas investigaciones muestran que la mayoría de los oficialismos de América perdieron las elecciones desde que se declaró la pandemia, poniendo además en riesgo los consensos construidos antes de la pandemia.

Sin excepciones ni respiro.

Argentina no es una excepción a esta regla continental basada en el triángulo: pandemia, oficialismos y elecciones. El 12 de setiembre la ciudadanía quitó apoyos al oficialismo nacional y a muchos oficialismos provinciales, obligando a cambios de gabinete y a impulsar acciones muy activas para corregir el desacople de salarios, precios y tarifas de forma inmediata, buscando compensar el malestar social.

La incertidumbre sobre la eficacia electoral de estas medidas no se ha despejado totalmente y las campañas no dan respiro. Las elecciones del 14 de noviembre siguen con pronóstico abierto y el oficialismo asumió correctamente que más allá de no ser alto el riesgo de perder el control de las cámaras de diputados y senadores, es necesario recuperar votos para consolidar la gobernabilidad y proyectar el 2023.

Nadie deja de tomar nota que en estos meses se incrementó la presencia de los grandes jugadores financieros operando sobre el dólar y empujando a una nueva devaluación. Sólo una posición ingenua calificaría como un mero ¨adelanto de expectativas¨ la presión ejercida por esos mismos jugadores cartelizados sobre los precios de alimentos, medicamentos, vestimentas y otros bienes masivos con alta incidencia en la inflación y la calidad de vida.

Desde mediados de setiembre no se puede dejar de valorar la actitud del presidente Alberto Fernández de no ceder a estas presiones, mucho más si se la compara con la del ex presidente Mauricio Macri en una circunstancia similar. Cómo olvidar que este último ante el resultado adverso en la PASO de 2019 impulsó en horas una devaluación que castigó a los sectores de ingresos fijos con una pérdida tremenda del poder adquisitivo.

La decisión del gobierno nacional de asumir costos ante el poder concentrando por resistir las presiones devaluatorias en la defensa del interés de la mayoría no es gratuita, agrega una serie de riesgos a un escenario ya de por sí difícil. Como se decía más arriba, en este contexto los funcionarios de todos los rangos están obligados a poner en juego sus atributos para gobernar en la crisis, incluyendo la necesidad de aprender como relacionarse en un medio periodístico muy adverso.

Exabruptos patrióticos

Como en otros momentos, cuando la negociación con los acreedores externos la llevan adelante gobiernos con vocación soberana, suele ser más dañina la acción de muchos connacionales que la de los propios acreedores. En tal sentido las declaraciones de Martin Guzmán calificándolos de antipatriotas no debería leerse como un exabrupto, sino como una necesaria revalorización de la política para mejorar y hacer visible los resultados de gestión.

Esto es así porque los indicadores no se imponen solos, requieren no solo relatos políticos sino también de la capacidad de protagonizar conflictos donde la sociedad visualice los proyectos de país e intereses en pugna. La etapa demanda más intensidad política, no menos.

La constatación de que Juntos por el Cambio ha obtenido casi la misma cantidad de votos que en 2019, no debería opacar el hecho que para ello debió iniciar una formidable renovación de políticas y cuadros que pone a todos sus dirigentes ante un final más incierto que el del propio gobierno.

Asumir la necesidad de renovación de cuadros dirigentes y métodos es una forma eficaz de responder a la época. No parece aconsejable engañarse sobre la naturaleza de la crisis. Las elecciones solo hacen más visibles algunas de las aristas más urgentes de las demandas sociales; pero, asumir o no más riesgos para darles respuestas, considerando los encadenamientos de estas respuestas coyunturales con aspectos estructurales, no parece una opción.