Historia de vida

Pintora, ama de casa y mamá

Laura Duarte es una vecina de nuestra capital que en los últimos años crece en el oficio de la pintura. Se define como una mujer activa. La necesidad la llevó a buscar alternativas para mantener a sus hijos y hoy no solo comparte la vida con Carlos, sino que también la profesión. Una mujer que se destaca en un rubro tildado  por su machismo.

  • 03/06/2018 • 11:22
Laura Duarte ante la cámara de TiempoSur (C.G)
Laura Duarte ante la cámara de TiempoSur (C.G)

Por Daniel Torres

 

En los primeros días de enero las llegadas al diario empezaron a ser diferentes. Me llamaba la atención la alegría de dos pequeños que jugaban en la vereda de lo que será el futuro Instituto de Energía. Lo hacían con “Pocho”, el perro de la esquina que hoy también es un poco de nuestra casa. Durante días, y algunas noches, entraban y salían del edificio en construcción. En el lugar, desde comienzo de este año trabaja Laura, la madre de los peques y pintora que durante este tiempo ha llamado la atención de todo el sector. No es común ver a una dama en una obra de estas características. Con su mameluco teñido de laburo recorre las calles luego de buscar a Uriel y Natasha (los peques) en la escuela, también de vez en cuando se la ve disfrutando de “un tabaco”, o simplemente acompañando a Carlos, su actual pareja y quien también desempeña labores en la obra que está pegada a nuestro medio. 

Laura Duarte es riogalleguense al igual que sus padres, Ramón Duarte y Eva María Echague. Es la tercera de siete hermanos en una familia tradicional. Su papá se desempeñó en la construcción y su mamá fue el sostén del hogar, sobre todo en años donde la vida se hacía dura en la humilde casa del Barrio 366, donde Laura vivió hasta la adolescencia. De aquellos primeros años de vida recuerda el sacrificio de sus padres, pero sobre todo la estrecha relación que logró con su papá, a quien a los 14 años comenzó a acompañar en la construcción. “Fue complicada mi niñez”, explica. “Me levantaba a las 7 de la mañana para ayudarlo a él en albañilería, estaba metida siempre. Tengo muchos recuerdos del laburo con mi viejo, hemos hecho casas completas”, recuerda mientras describe una ciudad “vacía, de muchos baldíos”. 

 

“Creo que la parte más linda fue mi secundaria”, comenta en otro tramo de la entrevista. Si bien recordó su paso por el jardín y la primaria de la Escuela N°10, su recorrido por el Secundario N°17 la marcó. “Cuando egresé tenía 21 años después de haber repetido un par de veces. En realidad en un momento no iba a seguir estudiando, yo ya estaba juntada, mis compañeros tenían 17 años, había decidido cambiarme al nocturno, pero vinieron mis profesores y compañeros para incentivarme a que siga. Eso marcó mucho mi adolescencia. Al igual que haber trabajado, la crianza que tenía, lo que me dio mi papá”.

A medida que pasaban los años la vida la continuó poniendo a prueba, pero sin embargo nunca dejó de creer en su capacidad de adaptación, aunque con dolor recuerda momentos de su pasado. “Estuve un tiempo separada de mi familia por una situación complicada con el papá de mis nenes, no lo querían mucho y decidí alejarme”, algo que, sin arrepentirse de nada, la lleva a preguntarse “por qué no tuve esa oportunidad que tuvieron mis hermanos de la estabilidad laboral”, hoy empleados de la Administración Pública Provincial.

 

Siempre metiéndole el pecho

 

En cuanto a lo laboral nunca tuvo problema, siempre fue “busca”. A los 28 años intentó ingresar a la Policía de la Provincia, trabajó también como moza en el Hotel Santa Cruz, como ayudante de cocina en el Hospital Regional de Río Gallegos, hizo trabajos de limpieza y fue niñera. En la actualidad, hace 2 años comenzó a desarrollar algunos trabajos de pintura junto a su pareja, Carlos. En principio, con la intención de hacerle compañía durante las horas de trabajo, aunque al poco tiempo se vio directamente involucrada. “Necesitaba un trabajo. Estaba todo el día en mi casa y la rutina me venía matando, pero más que nada también por mis hijos”, comenta.

Si bien tenía el vago recuerdo de lo aprendido acompañando a su padre, confiesa que cuando comenzó a trabajar en la obra del nuevo Instituto de Energía “no sabía lijar ni pintar”, y que “recién ahora me largué más decidida”. Antes solo había realizado algunos trabajos de pintura menores justamente junto a su compañero.

Sin lugar a dudas, la presencia de una mujer en una obra en construcción despierta la atención de propios y extraños. En este sentido, consultada sobre la reacción de sus compañeros, Laura ante todo resalta el respeto. “En el trabajo me quieren mucho”, nos cuenta al mismo tiempo que se manifiesta orgullosa de sí misma: “Cuando empecé me preguntaba qué hacer, aunque ya sabía utilizar el fratacho, la cuchara, lo que era un fino, algo de idea tenía, me encontré también con una experiencia nueva”, y resaltó: “Un día vino uno de los jefes y me dijo que para él era un orgullo que una esté haciendo este trabajo. Mis otros compañeros cuando me vieron trabajar no lo podían creer. Esto yo lo fui aprendiendo y dicen que hoy lo hago mejor que ellos”, cuenta entre risas y hace valer también su lado femenino. “Me mandan a mí a hacer los detalles y terminaciones porque soy más prolija y detallista”.

“Ahora dicen que me van a llevar a mí a trabajar a otro lado, que yo iba a ser la jefa de pintura y que iban a armar una cuadrilla de mujeres pintoras”, cuenta entre incrédula y confiada en la posibilidad, y asegura: “Capaz tengamos más trabajo”.

 

Los hijos

 

Sin necesidad de explicarlo a primera vista se nota que Uriel (8) y Natasha (6) son el motor que la impulsa, incluso asegura que este nuevo desafío “es para que ellos valoren”, y remarca: “Mi tarea no es solo estar en mi casa con mis hijos”, aunque sus palabras también dejan los signos de la necesidad de autosuperación cuando declara: “Antes de empezar a trabajar acá me costaba llegar a fin de mes, aparte me veía inútil”, y explica: “Mis compañeros de secundaria están todos bien, mis hermanos y me quería ver reflejada en ellos pero no podía, pensaba por qué no podía tener un trabajo estable, me preguntaba qué había hecho mal”. En este sentido valoró esta posibilidad y las decisiones tomadas, y dijo: “Me gusta lo que hago, es un trabajo como cualquiera, sacrificado, lo voy a seguir haciendo”, y volvió a remarcar: “Yo todo lo que hago es por mis hijos, les enseño a valorar todo, cosas que yo no tuve. Es un sacrificio y les pido valorar. Estoy contenta y orgullosa de poder disfrutar de mi trabajo y mi tiempo libre”.

Por otro lado, con relación a la compañía de sus pequeños, explicó: “Ellos están conmigo porque no me gusta molestar y dejarlos en cualquier lado, creo que les doy un buen ejemplo y ellos me lo destacan. Me siento orgullosa”.

 

El hogar

 

En la actualidad Laura vive junto a sus dos pequeños en el Barrio Virgen del Valle. Si bien no comparte la vivienda con Carlos, su pareja, sí lo hacen durante muchas horas además de la vida laboral, momentos donde se distribuyen las tareas del hogar, y la tarea de los chicos, donde también se suma el hijo de Carlos.

“Yo llego a mi casa, me baño, me pinto las uñas, me arreglo y soy otra mujer devuelta”, comenta y se ríe. “Siempre trato de producirme un poco más, no soy detallista o obsesionada con la belleza, pero me gusta verme bien, me doy un espacio”, comentó.

El pasado día viernes, la obra de refacción y puesta en valor del nuevo edificio del Instituto de Energía se dio por terminada, tal vez sin reparar en que ha generado en nuestra protagonista un futuro de nuevos desafíos y proyectos.