A dos años de su partida

Quique y un recuerdo imborrable

Hace dos años atrás y en medio de una abatidora pandemia, Carlos “Quique” Fernández se iba de este mundo dejando tras de sí una huella imborrable en el corazón y en la memoria de los vecinos de Río Gallegos. Hoy, sus amigos más cercanos mantienen vivo su recuerdo a través de anécdotas e historias, haciéndonos sentir que nuestro querido Quique jamás se fue.

  • 30/03/2022 • 07:37
Se cumplen dos años de la muerte de Carlos “Quique” Fernández. (Fotografía: “Pichón” Cisternas)
Se cumplen dos años de la muerte de Carlos “Quique” Fernández. (Fotografía: “Pichón” Cisternas)

Más de uno recuerda a Carlos Fernández, más conocido como “Quique”, en cada izamiento dominical, en cada acto importante e inclusive en cada funeral. Más de uno lo vio sentado, enojado, feliz, gritando e inclusive lanzando ese característico “escupitajo” que lograba alejar a quien se cruzaba en su camino. Aquellos que tuvieron la suerte de conocerlo mejor lo recuerdan como un ser amable, bondadoso, lleno de amor y cariño, y tal vez un poco incomprendido, pero no lo suficiente como para no quererlo.

Hoy se cumplen dos años de su partida, pero su recuerdo está más vivo que nunca, la ciudad siente su ausencia, su falta. Quique dejó un lugar vacío que nadie va a poder reemplazar. Quique era más que un “personaje” de la ciudad, como suelen llamarlo, era parte de ella.

Quique junto a su gran amigo, Héctor “Pirincho” Roquel.

Los amigos de Quique

Uno de sus grandes amigos y compañero era Freddy Martínez, un reconocido político de Río Gallegos, quien rememora sus andanzas con mucha nostalgia y cariño: “Estaba en todos los eventos importantes, donde menos te lo pensabas aparecía Quique. Tengo varias anécdotas. Quique, cuando yo estaba en la Municipalidad, estaba mucho tiempo ahí. Me acuerdo, por ejemplo, que los sábados yo iba tipo 10 de la mañana y no lo dejaban entrar hasta que yo llegaba. Un día, llegué a las once y algo y se enojó conmigo porque había llegado tarde, ¡me retó!”, recuerda Freddy entre risas nostálgicas.

Otra de las anécdotas que Freddy compartió fue cuando inauguraron la plaza “Quique Fernández”, ubicada en el Barrio 499, y que Quique no dejó que nadie entre: “Otra anécdota fue cuando, en su momento, a una placita en el 499 le habían el nombre de Quique. Habíamos armado todo y el día de la inauguración Quique había viajado, ¡nunca viajó y justó ese día viajó! Cuando vuelve, un periodista me pidió si podía sacar una foto con él y fuimos para allá. Ahí Quique se entera que esa plaza tenía su nombre y, a los dos días, me caen los chicos del barrio diciendo que Quique iba y los echaba porque esa plaza era de él, así que tuvimos que ir a hablar con Quique. Nos acompañó realmente como uno de los personajes tiernos que tenía Gallegos”, rememoró Martínez.

Quique, en sus clásicas visitas a la catedral. (Fotografía: Pablo Mutti)

 

“Cuando no están se siente la ausencia… Es un tipo que participaba de todos los eventos. Nos acompañó siempre. Quique era un ángel. Las ciudades, a veces, tienen angelitos que dan vueltas y Quique, sin dudas, fue uno de ellos”, concluyó Freddy.

Otra persona muy allegada a Quique fue su gran amigo Héctor “Pirincho” Roquel y su hijo, Daniel, recuerda a Quique en memoria de su padre: “Aquellos que hemos compartido con él mucho tiempo le teníamos un afecto especial. Yo me acuerdo que iba a catequesis, al colegio Salesiano, y Quique pasaba todas las mañanas de los sábados en el colegio compartiendo con los chicos. Él tenía una buena relación con mi viejo (Pirincho), se la pasaba mucho tiempo en la Muni. Mi viejo tenía una adoración por Quique, tanto mi viejo como Freddy (Martínez). Tenían una relación muy linda. Hemos ido generando una relación, un vínculo que hasta el último tiempo lo hemos compartido y lo hemos podido, aquellos que lo conocimos, disfrutarlo. Se lo extraña y falta en un montón de eventos de la ciudad como las carreras, como las veladas de box o los partidos de básquet que Quique siempre estaba y era un protagonista más. Se lo extraña y lo tenemos siempre presente en esos recuerdos compartidos”, contó Daniel.

“Una anécdota triste fue el día en que falleció mi viejo… fue al velorio y lloraba como uno de nosotros. Y anécdotas alegres, muchísimas. El tipo entendía todo lo que te decía. Por ahí, estábamos en la Muni y se te instalaba en la oficina o te decía que lo lleves a la casa de la vieja en el auto cuando terminabas y me mentía para que lo pasee un rato por la ciudad. Y después, cuando lo llevabas a la casa de la vieja, te decía que sigas derecho y se iba a un barcito. Siempre te engañaba para dar una vueltita en el auto o algo”, recordó Roquel.

“Con la forma de ser que tenía se terminaba ganando el cariño de todos. Se lo extraña porque era ese tipo que te enganchaba y podías estar un rato compartiendo. Tenía la inocencia de un nene y, a pesar de los años que tenía, seguía siendo como un chico. Era feliz con tan pocas cosas como bajar y comprarle unos chocolates en el quiosco o un atado de puchos y con eso era la persona más feliz del mundo. Tenía la inocencia de un niño, con un corazón inmenso pero, en realidad, tenía esa inocencia de un niño que se divertía con cualquier cosa. Lo que para uno era mínimo, una pavada, a él lo hacía feliz y le gustaba compartir eso con la gente que lo hacía sentir bien”, concluyó Roquel.

Quique junto a Daniel Roquel, el hijo de “Pirincho”.

 

Mi nombre es Carlos.

Veo que la gente viene y va, mirando sin mirar

Dentro de sus mundos de tibio cristal.

Ignoran al ajeno como si fuera un enemigo

Se alejan de mí, y yo también… conmigo.

Sin sensibilidad por un ángel errante

Sin empatía por un alma anhelante.

Orates en una psicótica sociedad

Sin saber que todos ustedes están igual.

Muchos me creen un espíritu agresivo

Pero ¿quién conmigo ha sido compasivo?

Aquel que me ha visto sonreír alguna ves

Recordará cómo ha sido su propia niñez.

Todos saben sobre mí y quien soy

Pero no existe quien sepa decirme donde estoy

Dentro de ese laberinto donde no hay razón

Y libere al fin lo que guardo en el corazón.

Sé que hay algo que no está bien en mí

No se confundan… no es mi culpa ser así.

Sé que muchos siempre me trataran de evitar

No se confundan… nunca los voy a culpar.

Comparte: Claudio Maidana

Ilustración de Quique, por Andrés Berón Mazuelos.