Columna

Geopolítica del Desarrollo

   

  • 13/02/2022 • 09:00
Ruben Zarate.
Ruben Zarate.

Por Rubén Zárate

Las reuniones del presidente Alberto Fernández con Vladimir Putin y Xi Jinping, presidentes de la Federación Rusa y de la República Popular China respectivamente, afirmaron la decisión geopolítica de Argentina de contribuir de forma activa a un mundo multipolar.  Esta política de afirmación soberana cobra valor en un contexto en el que se negocia el acuerdo con el FMI y el rol de EEUU en la región. Tiene la virtud de ampliar el campo de batalla de los debates nacionales involucrando a oficialistas y opositores.

Entre Senderos y Nuevas Rutas

Como hace tiempo no ocurría, estas semanas han emergido las tensiones que enfrentan las agendas estratégicas de Argentina, en particular las económicas. Tanto el acuerdo de un nuevo sendero con el FMI, como la agenda con Rusia y China constituyen escalas que definirán resultados en los próximos diez años. En particular la adhesión de la Nueva Ruta de la Seda.

La acción presidencial provocó la reacción en la región, activando la hipótesis que Argentina integre el BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), como sostuvo hace unos días el ex Canciller de Brasil, Celso Amorín y que con eso forme parte de las iniciativas destinadas a desarrollar nuevas arquitecturas financieras a nivel mundial, distintas del FMI-Banco Mundial.

La coyuntura permite preguntarse, si las necesidades del desarrollo sustentable del país serán mejor resueltas en las próximas décadas: 1. Apostando a un mundo multipolar o 2. Prolongando una tutela de EEUU en la región. Según como se responda se ubicará a la República Argentina en el mundo que viene, y esto trae profundas consecuencias en la vida doméstica del país.

El acuerdo de Macri y Trump en 2018, asentada en la segunda opción ha generado una deuda impagable y nuevos condicionamientos institucionales, cuyos daños se tratan de mitigar con la negociación que actualmente lleva a cabo el gobierno argentino con el FMI y que deberá ser aprobada por el Congreso Nacional.  

La decisión del gobierno del presidente Fernández de profundizar las relaciones con Rusia y China, en particular con este último país, incorporándose a la Nueva Ruta de la Seda de forma plena junto a otros 139 países de todos los continentes, profundiza la primera opción de un mundo multipolar.

No es un debate meramente comercial o de cooperación, hay un proyecto político que sostiene cada posición. En tal sentido el embajador en China, Sabino Vaca Narvaja, señaló que “Tenemos una visión de multilateralidad y no creemos en los alineamientos, es una postura que siempre expresó la tercera posición del peronismo”, agregando que ¨en este punto veo que se cristalizó la continuidad de un proyecto político y pongo el ejemplo que, en 2004, cuando Néstor Kirchner firmó acuerdos con Hu Jintao, el jefe de gabinete de aquel gobierno era Alberto Fernández. Reitero, es la continuidad de un proyecto político que arrancó con Néstor, que fue consolidado por Cristina en 2014, cuando firmó con Xi Jinping la asociación estratégica integral, y se cristaliza hoy con Alberto Fernández y la incorporación a la Ruta de la Seda. Como si fuera una triada de continuidad histórica y profundización de las relaciones¨.

La capacidad del país para aprovechar las nuevas oportunidades de desarrollo se nutre también de los legados políticos. Una pregunta asociada a la anterior es, si es posible en el actual escenario global integrarse a la Nueva Ruta de la Seda y simultáneamente romper con el FMI. Con la información disponible parece que no; y si la dicotomía no es pagar o no, entonces habrá que debatir quién paga, una pregunta que no será respondida por los memorandos y que solo podemos responder entre los argentinos.

Éxitos y controversias

El éxito de la misión está a la vista, junto a la incorporación a la Nueva Ruta de la Seda se firmaron 13 convenios que representan financiamiento por 23.700 millones de dólares para más de una decena de obras de infraestructura y diversas iniciativas referidas a transición energética, economía digital, sector espacial, tecnología e innovación, educación y cooperación universitaria, agricultura, ciencias de la tierra, medios públicos de comunicación y energía nuclear. Es acertada la observación de Sabino Vaca Narvaja, cuando dice que “la ‘Ruta de la Seda’ es el proyecto de infraestructura más ambicioso de la Humanidad, que supera al Plan Marshall”.

Un estudio reciente del Banco Mundial sobre la Ruta indica que las economías involucradas están en un 30% por debajo de su potencial, que las inversiones directas lo están en un 70% y que la puesta en marcha de esta iniciativa estratégica China de infraestructuras, tecnologías y comercio resolvería esos crecimientos, aumentando el comercio mundial de forma inmediata hasta un 6,2% y el ingreso real mundial en casi 3%.

Entre las alternativas globales, la Ruta es la única que, avanzando en la multipolaridad, se asienta en el crecimiento global y de cada uno de los países y regiones, tendiendo a disminuir las asimetrías y la pobreza. Como indica el informe el Banco mundial ya citado ¨los ingresos reales para las economías de los corredores podrían ser aproximadamente de dos a cuatro veces superiores¨.

En ese contexto las críticas de los líderes de Cambiemos y de una parte del periodismo a esta misión, algunas de ellas absurdas, que desconocen que la URSS colapsó hace 30 años y que China integra la Organización Mundial de Comercio hace 20 años, solo se pueden explicar por una estrategia de desgaste de la imagen del presidente Alberto Fernández a cualquier costo.  

Sólo eso puede explicar el acto de irresponsabilidad política del ex canciller Faurie con sus críticas a los avances logrados con China. Olvidando que su gobierno participó de los dos Foros de la Franja y la Ruta, incluso cuando él mismo señaló en Beijing en 2019 que “Nuestra asociación estratégica (con China) es extensible a la iniciativa de la Franja y la Ruta…Ningún otro país de América Latina tiene una relación de tal envergadura y alcance como la que Argentina tiene con China: es algo que debemos aprovechar”.

La afirmación de una política exterior soberana no es solo responsabilidad del gobierno, también requiere un rol de la oposición más sólido, sobre todo cuando se juega, como en estos casos, las estrategias del desarrollo del país en el largo plazo.

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