Se va a caer...

Cuando el #NiUnaMenos fue marea verde

El #NiUnaMenos es el hecho político más trascendental de la última década en nuestro país, es un camino para decir basta y transitar la angustia por las muertes que deja la violencia machista. Por cuarta vez, Río Gallegos se sumó a esa ola que el movimiento feminista empuja con marea verde.

  • 05/06/2018 • 07:42
La Mesa de Mujeres a cargo de la bandera que es el grito de todas
La Mesa de Mujeres a cargo de la bandera que es el grito de todas

Por Sara Delgado

Decenas de mujeres dijeron presente en la cuarta movilización nacional por el #NiUnaMenos, un reclamo que nació para pedir políticas públicas frente a los femicidios, y hacer escuchar las voces de aquellas a las que se les fue la vida pidiendo acompañamiento del Estado.

En Río Gallegos, distintas organizaciones como el Plenario de Trabajadoras, Las Rojas, ATE, Juntas a la Izquierda, entre otras, levantaron sus banderas para reivindicar una lucha con una clara agenda opositora.

A diferencia aquel 3 de junio de 2015, cuando las riogalleguenses hicieron una marcha que no pudo frenar ni la lluvia, esta vez se notó la ausencia de las mujeres que no tienen una identificación partidaria, y que en el primer #NiUnaMenos salieron a ponerle el cuerpo, asqueadas de tanta violencia y por el femicidio de Chiara Páez, una adolescente de 14 años que estaba embarazada.

Es que, hay quienes entienden que a la pelea por los derechos de la mujer se la puede dar en la casa, o sin organización colectiva. La historia muestra que eso no sucedió jamás, y menos con las mujeres. Si de género se trata, nunca se ganó nada sin lucha; ni derechos laborales, ni el voto, ni los métodos anticonceptivos fueron obra generosa del patriarcado, sino de movimientos feministas.

También están quienes entienden que la agenda opositora que marcan las organizaciones de izquierda que están involucradas en la Mesa de Mujeres, las espanta. Que el hecho de que la Casa de Gobierno sea el destino de la marcha no coincide con su propio GPS, o que simplemente no les parece útil emparentar al #NiUnaMenos con la política.

Sin embargo, si algo mostró el movimiento feminista argentino, es una revolución política disruptiva, y ninguna revolución se hace sin pensamiento político, por más heterogéneo y plural que un movimiento sea.

La pregunta es si acaso esa incomodidad que parecen sentir quienes no se identifican con banderas partidarias, son capaces de dejar de lado su compromiso contra la violencia machista y permitir que el 3 de junio no se sostenga en el tiempo.

En la movilización de ayer, estuvieron las banderas del colectivo LGBTIQ, un sector que históricamente reclamó por los derechos humanos y que en la última década conquistó las leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género.

Ahí, embanderadas con los colores de la diversidad estaban las hermanas de Marcela Chocobar, cuyo crimen de odio va a cumplir tres años el próximo 6 de setiembre.

Laura, su hermana, dijo ayer que llevan “la bandera de Marcela para pedir justicia. Marcela sin dudas estaría hoy acá, está hoy acá junto con nosotros pechando para que se esclarezca su muerte, porque gracias a lo que le hicieron, muchas mujeres se han despertado y salieron a decir ‘¡basta!’, mujeres que se han callado y las han callado al igual que a mi hermana”.

En la marcha de ayer no hubo legisladores, ni funcionarios de segundas líneas, mucho menos ministros. Hubo mujeres organizadas colectivamente y también varones que acompañaron cargando a los hijos, o que fueron con compañeros de trabajo pidiendo también ellos de-construir la idea de una masculinidad desde hace siglos entrampada en la violencia machista.

Dos trabajadores del Correo Argentino, que mantienen protestas por la falta de un llamado a paritarias, dijeron presente, y pidieron por el aborto.

“Yo soy trabajador, y en mi trabajo las mujeres son las que menos ganan. NiUnaMenos significa todo eso, no solo la violencia física o los insultos, sino las condiciones de trabajo. En el Correo pasa, en la planta de Monte Grande las mujeres trabajan más horas y ganan menos. Además, ellas tienen que decidir qué hacer con sus cuerpos y ni el Estado ni la Iglesia tienen que opinar”.

El otro obrero dijo que “las mujeres tienen que hacerse fuertes. Uno empieza a tomar consciencia que de niños nos compran un autito a nosotros y a ellas una cocinita o una escoba, eso es el patriarcado, me gusta que las mujeres no nazcan con un rol y que sean libres, que sean lo que quieran ser”.

Claudia estaba parada a metros del mástil de avenida Kirchner y San Martín. “Yo no pertenezco a ninguna agrupación” aclaró de entrada, y dijo que iba a la marcha “por la cantidad de mujeres que mueren todos los días”. Y como si aquello generado para decirle basta a la violencia machista y la irrupción en el debate público, de la despenalización del aborto estuviesen de la mano, añadió sin puentes: “Porque hay que entender que no se trata de sí o no, sino de que sea clandestino o legal”.

La dirigente de ATE, Olga Reinoso también pidió por la despenalización del aborto “porque entendemos que es una política pública de salud para que dejen de haber 10 cromañones al año y parece que acá no pasa nada”.

Otra mujer identificada con la bandera de “Pan y Rosas” dijo que “es re importante esto porque toda la Argentina sale a la calle junto con sus compañeros varones” y ahí nomás lanzó el lema de la Campaña Nacional por el Aborto, reclamando “educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”.

Más allá, cerca del Correo estaba la familia de Antonella Jaimes, que en 2015, cuando apenas tenía 20 años, fue asesinada de una puñalada por su novio, Walter Ramos, después de que ella decidiera cortar la relación. Su femicidio fue juzgado un año más tarde y él fue condenado a perpetua.

“Me siento bien porque hemos luchado por Antonella, y hemos conseguido perpetua por el que la mató, pero seguimos en la lucha” dijo su mamá y se quebró, aferrada a una bandera enorme que tiene impresa la cara de Antonella, y con la que sigue peleando para que ninguna otra piba pierda la vida por la violencia de género.

Como lo decidieron desde la organización, la marcha terminó en Casa de Gobierno, donde hubo un acto en el que dos mujeres hicieron una obra de teatro breve, en la que se contaron dos historias de aborto en la clandestinidad, y luego se leyó un documento en el que repudiaron a la Justicia y al Gobierno por no tener redes de contención para las víctimas de la violencia de género.

En Santa Cruz, existe un parámetro para conocer datos duros sobre las denuncias, a partir de un trabajo estadístico que hacen las OVD de esta capital y de Río Gallegos, que ratifican que la inseguridad de las mujeres es puertas hacia adentro de sus casas.

A nivel nacional, MuMaLá (Mujeres de la Matria Latinoamericana) recogieron datos de las publicaciones periodísticas, y concluyeron que entre enero y junio de este año hubo 101 femicidios, el 43% cometido por parejas, el 21% por ex parejas.

El concepto de inseguridad en el ámbito hogareño también tiene un correlato en las cifras que maneja la OVD de Río Gallegos, que en el último año tuvo más de 1800 denuncias por violencias que tuvieron como víctimas a mujeres de entre 22 y 39 años (49,75%) y los victimarios fueron ex parejas (59%), los cónyuges (5% ) y concubinos (9%).

También a fines del año pasado, la UNSJ terminó una estadística para zona centro que reveló que sólo 1 de 40 mujeres se anima a denunciar que sufre violencia doméstica, que lo hace cuando ya fue golpeada y que en una proyección provincial, 1 de cada 6 santacruceñas podría estar sufriendo violencia de género.

Por esa fecha, la Secretaría de Las Mujeres logró un Protocolo único para toda la Provincia, unificando criterios de atención de los municipios a las víctimas de violencia machista, aunque todavía no se conocen resultados.

Temas