OPINIÓN

La naturalización del insulto en el deporte

Arraigada, lamentablemente, en el ámbito del deporte como "parte del folklore", está práctica arcaica tuvo un triste capítulo el fin de semana en el juego entre Platense y Racing.

  • 20/09/2022 • 07:00

Por Javier Nicolas Baroli

 

El fútbol, ese espacio en donde pareciera que todo es válido, el fin de semana sumó un nuevo y triste episodio, en esta convivencia casi natural del insulto de la gente y los deportistas.

Sobre el cierre del juego entre el Calamar y la Academia y ya consumada la victoria de los de Avellaneda, el arquero Gabriel Arias realizó una serie de gestos obscenos hacia la hinchada local, lo que significó la expulsión del guardameta de Racing Club.

En la confusión, los empujones y el primer análisis de los periodistas televisivos ante los gestos del arquero, nadie pensó en qué pudo haber motivado dicha reacción. Las imágenes eran elocuentes, pero la duda era qué lo motivó a hacer esos gestos y más en un jugador sin antecedentes de ese tipo.

Algunos minutos después nos enteramos que el origen de todo fue una catarata de insultos hacia Arias, que además incluían ofensas al círculo íntimo familiar del arquero, situación que alteró el estado de pasividad del deportista.

 

El debate sobre la mesa

Lejos de justificar esta reacción, el disparador está sobre el tapete. Cuál es el límite en eso que todos creemos que forma parte del paisaje del fútbol. Hasta dónde se puede permitir el insulto como herramienta de persuasión, cargada o para sacar de partido al rival.

Trasladar esa situación a nuestro fútbol es tarea sencilla. Sólo hay que asistir a un reducto deportivo de nuestra ciudad o de cualquier localidad de la provincia. Jugadores, árbitros, entrenadores, conviven con este triste paisaje. Y la pelota sigue rodando.

La preocupación es mayúscula cuando ese escenario se réplica, como ocurre recurrentemente en el fútbol infantil. Los chicos son, lamentablemente, testigos de términos que lejos tendrían que estar de su universo de inocencia y juego. La naturalización del insulto no conoce género ni edades.

 

El caso de Gabriel Arias, reaviva el debate. Hace algunas semanas, Rodrigo Rey, arquero de Gimnasia, fue víctima de insultos que hacían referencia, despectivamente a una incapacidad física.

Los límites claramente se han transgredido. Lo que alguna vez pudo hacer sido algo gracioso o hasta pintoresco desde lo poético, hoy lastima lo más sagrado de un ser humano, de un deportista, como lo es la dignidad humana.