Cerca de la gente

La leyenda de La Trifona

Oriunda de Punta Arenas, de ojos azules fuertes. La historia de vida de una mujer atravesada por la tragedia y señalada injustamente por una generación de vecinos.

  • 11/09/2021 • 08:30
Nació en Punta Arenas.
Nació en Punta Arenas.

Es una fría mañana de Río Gallegos, a mediados de los años ´40. En lo que se conoce como el barrio El Faro, una mujer se levanta en las primeras horas de la mañana, se viste con varios sacos y collares de cuenca y sale afuera. Sus ojos azules brillan, fríos como la nieve y su andar casi sin rumbo la hacen parecer desorientada. Ve del otro lado de la calle cómo unos niños que hace poco estaban jugando, la ven y se alejan de ella con temor. No entiende por qué. Muchos creyeron en aquel entonces que había maldad en ella o alguna magia que la hacía parecer una bruja. Madres y padres utilizaban su figura como una “asusta-niños”, amenazando a los más pequeños que si no comportaban o si no dormían la siesta, ella se los iba a llevar. Quizás su afición por la asistencia a los funerales de una ciudad todavía muy chica, no ayudaron a mejorar la imagen que los ciudadanos prejuiciosos tenían de ella.

La Trifona tuvo, de hecho, su espacio en un número anterior de este suplemento en la edición sobre “Leyendas Urbanas”, aunque ella merece sus páginas propias, junto a su fallecido esposo, José Trifón.

Se trata de un señalamiento injusto hacia una mujer cuya vida estuvo atravesada por la tragedia y cuyo único mal había sido parecer –para sus vecinos- algo loca. Pero, ¿no estamos acaso todos un poco locos? Muchos conocieron a esta mujer como La Trifona y su nombre pasó a la historia con ese apodo. Pero ella tenía un nombre, apellido y una vida antes de convertirse en ese personaje del imaginario de un Río Gallegos incipiente. Para la reconstrucción de esta historia se contó con la colaboración de la Casa de Los Pioneros, quienes han puesto a disposición toda la información recopilada de “La Trifona”.

En el cementerio de Río Gallegos –del que hablamos la semana pasada en este mismo espacio- descansan hoy sus restos. Su placa, con la foto de ella mirando directo a la cámara, escribe la leyenda de María Smoyver.

 

Su historia

Se llamaba María Smoyver y había nacido en la vecina ciudad de Punta Arenas. Su apellido era de origen Yugoslavo y de allí había heredado esos ojos azules fríos como el hielo. Sus padres, según se pudo reconstruir, fueron Lucas Smoyver y María Jadocich. Durante sus años jóvenes, se casó con Anastasio Trifón, de donde tomó su apellido para darle la identidad a su apodo (aunque fueron los vecinos quienes la nombraron así). Su pareja era un cocinero de Prefectura. De ese matrimonio nació “Panchito” Trifón que, según cuenta una historia, habría sido sorprendido en el año 1921 por las tropas de Varela (en la huelga del ´21), siendo muy chico, cuando estos llegaron a una vivienda cerca de La Esperanza y “Panchito” se había escondido detrás de una cocina de las que había en ese entonces, a leña, según esa historia habría permanecido aterrado allí por varios días hasta que lo encontraron, motivo por el cual quedó con problemas mentales. De todas maneras, si bien hay registros históricos que han sido subidos a internet, no quedó corroborado en papeles que fuera cierto y se sumó a otra de las historias alrededor de La Trifona.

 

Su leyenda

La Trifona vivió en una época en la que Río Gallegos era mucho más chico y los vecinos se conocían entre todos. Muchos recuerdan aquellos años como la era en la que podían dormir con la puerta abierta. Sucede que muchas veces en esas patrullas que hacía La Trifona, terminaba ingresando a alguna de las viviendas a buscar algunos víveres para llevarse a su rancho. Verla de repente con su sonrisa amable, los ojos casi blancos y su cara manchada del carbón de su vivienda podría asustar a alguien, pero por fuera de eso, jamás molestó a nadie. Su andar por las calles viejas de Río Gallegos hizo que las familias generaran falsos rumores sobre su persona, porque la veían rodeada de sus perros y vistiendo harapos propios de la situación marginal en la que vivía. Se trata de prejuicios que marcaron su historia y recién después de su fallecimiento -en el año 1972- empezaron a difuminarse. Y si bien varios niños y padres huían de ella como si se tratase de alguien malo, lo cierto es que muchos ciudadanos de la época la querían, la cuidaban y la comprendían. Cuando estaba de buen humor, era María, una mujer sola, rodeada de canes y con olor a humo pero que se mostraba siempre cordial. Cuando amanecía de malas, se convierta para todos en “La Trifona”. Y quizás solamente se trataba de una mujer que buscaba llamar la atención de alguna manera, que veía en los chicos que jugaban en su barrio como nietos que jamás tuvo y en sus vecinos, como los hijos que escaparon de su cercanía. "Todo pueblo tiene, al menos, un loco, nuestra loca, era María Smoyver, La Trifona, nuestra “clocharde” (referencia a "Rayuela", de Julio Cortázar) viuda de Trifón y con un pasado de estancia, marido muerto, hija muerta y otras historias que nunca se sabe si son verdades, inventos, magia popular pero que intentan darle una pátina de misterio al personaje", escribió en "Río Gallegos: venimos del fin del mundo", su autor.

 

El recuerdo

Lucía, una vecina de la ciudad, recordó –a través de un documento brindado por la Casa de Los Pioneros– a La Trifona: “Tengo recuerdos de ella. Cuando se levantaba de buen humor, se cruzaba a saludarte y debías salir a saludarla, porque si no se transformaba su buen humor en mal humor y comenzaba a largar insultos. Si se levantaba de mal humor, ya desde la puerta de su casa te empezaba a insultar. Cuando mamá debía salir al patio a tender ropa, se asomaba y salía si La Trifona no estaba o esperaba a que se fuera”.

Asimismo, la vecina rememoró que “ella tuvo un hijo que murió quemado, tenía la misma edad que mi hermano Teté. Ella tenía locura por Teté cuando era chico y se cruzaba a besarlo y acariciarlo. Mamá trataba de que Teté saliera al patio y no a la vereda”.

“La Trifona tejía con no más de cuatro puntos, en las agujas arrastraba la cola de su tejido, cuando llegaba a Casa Méndez esa cola todavía estaba en su casa, a tres cuadras y, por supuesto, el tejido sucio”.

“La Trifona vivió con el indio Capipe por un tiempo, saludaba muy parco con un murmullo”.

Un hada mala

Otra vecina recordó: “La Trifona era un personaje que asustaba a los chicos y mi abuela me amenazaba si no tomás la sopa, va a venir La Trifona (hacía sopas pesadas con muchas verduras). La tomaba refunfuñando. Yo vivía en Federico Sphur y Alberdi, un día la conocí de repente. Yo estaba jugando en el patio y ella iba caminando con sus polleras, su saquito de hombre y un sombrerito. Y yo la miraba, la seguía, era un personaje encantador. Para mí era un hada mala”.

 

Los padres la usaban para asustar a sus hijos.

 

Sus restos descansan en el Cementerio.