Nueva fase

Sin coronavirus, en El Calafate volvieron a patinar en la bahía

Hace dos semanas que la Bahía Redonda, un embalse natural de agua que separa a la ciudad del Lago Argentino, volvió a congelarse.

  • 29/06/2020 • 07:54
La gente volvió a patinar en El Calafate.
La gente volvió a patinar en El Calafate.

Cada mediodía, Elke Weithas se pone sus patines y baja a la bahía congelada con el termo y su mate a esperar a los alumnos que se anoten para aprender a deslizarse sobre el hielo. Ella es de Innsbruck, Austria, una de las meca de los deportes de invierno. Pero ahora vive temporalmente en la ciudad a la que, desde hace tres años, llega cada temporada para trabajar en turismo. Esta vez la pandemia la dejó varada aquí y aprovecha los días dando clases de patinaje esperando que el mundo retome su ritmo.

"Es un lugar especial este lago que se congela. La vista es muy hermosa, tener la posibilidad de sentarse en el medio del lago sobre el hielo y mirar hacia las montañas. Es muy bello", cuenta en perfecto español, uno de los idiomas que habla con fluidez. Desde los 6 años practica patinaje artístico. Este año, al final de la temporada, tenía previsto partir hacia Tierra del Fuego para trabajar y probar las pistas de patinaje y esquí. "Traje mi equipo para usarlo en Ushuaia, pero no se pudo, así que entreno y disfruto aquí", dice.

A sus 55 años, se desliza por el hielo con solvencia y gracia. Sus tres hijos (de 20, 23 y 25 años), que viven en Austria, también son avezados patinadores como ella. En marzo, uno de ellos planeaba visitarla aquí, pero la suspensión de vuelos en el mundo impidió el viaje. Ella cuenta que vivir en América del Sur es parte de un sueño que empezó en el 2016 cuando llegó aquí por primera vez de vacaciones. "Propuse un cambio en mi vida, me enamoré de la Patagonia y en el 2017 regresé a trabajar", cuenta Elke, mientras espera que lleguen los alumnos de su clase de las 15:00.

Hace dos semanas que la Bahía Redonda, un embalse natural de agua que separa a la ciudad del Lago Argentino, volvió a congelarse, un fenómeno natural que se cumple según el rigor del invierno y las bajas temperaturas. Algunas veces el fenómeno se extiende para delicia de los residentes de El Calafate e incluso suele ser un atractivo durante la temporada invernal, que por ahora se demora en arrancar por las medidas de la pandemia.

Los detalles

Con más de 60 días sin Covid-19 en la ciudad, y con la circulación liberada para las personas dentro de la ciudad, los pobladores se volcaron a la bahía con patines, bicicletas, trineos para niños, profesionales o caseros -algunos tirados por los padres, otros por perros- o simplemente a caminar en el hielo. Incluso algunos llevan reposeras y meriendan bajo la luz de un sol que ilumina pero no calienta.

Los 12 kilómetros cuadrados de hielo congelado garantizan la distancia social. El Club Andino Lago Argentino es el responsable de monitorear cada día el estado del hielo, en tanto que la Prefectura Naval monitorea la actividad desde la costa. "Perforamos la superficie de hielo en varios sectores y lo vamos controlando cada día. Cuando el espesor está entre siete y ocho centímetros, sabemos que están dadas las condiciones", detalló Gabriel Rojas, presidente del Club Andino, que vive horas frenéticas alquilando los 500 pares de patines que desde el número 26 esperan cada día para ser alquilados por hora.

El Calafate tuvo 34 casos de Covid-19 positivos, todos recuperados, que significaron el 70% de los casos de Santa Cruz. Hoy, con más de dos meses sin contagios, la ciudad ansía recuperar su ritmo. Mientras los turistas se hacen esperar y los niños no pueden ir a clases, la actividad deportiva hoy se centra en la Bahía Redonda congelada, que según se afirma aquí es la pista de patinaje a cielo abierto más grande de América del Sur.

Pero patinar sobre hielo aquí no es una actividad nueva: "De niños lo hacíamos en la Laguna Nimez. Iba toda la familia. Nuestros padres compraban los patines en Chile o en Buenos Aires, se hacían trineos caseros, no había edad, era el gran evento, incluso la solían iluminar durante las noches de invierno para extendernos las horas de luz. Era el gran evento familiar", cuenta Ana Guerrero, nacida aquí y cuya familia fundó la primer chocolatería del lugar que lleva su apellido. Hoy la laguna es parte de una reserva natural urbana.

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