Hospital Regional Historias mínimas: un médico y tres enfermeras de Terapia Intensiva El Emergentólogo que vino por 15 días y se quedó. Las enfermeras con realidades totalmente diferentes. Cuatro maneras similares y a la vez distintas de cómo vivieron y viven la pandemia. De convivir con la muerte a un contexto totalmente diferente, aunque con expectativas por la suba de casos. 26/12/2021 • 11:52 “No debemos confiarnos ahora, y aunque le perdimos el miedo, no queremos que esto se desborde”. Detener audio Escuchar Si había que comparar imágenes, la fotografía del Hospital municipal Eva Perón, en Merlo, provincia de Buenos Aires, se diferenciaba claramente del Hospital Regional de Río Gallegos, al que llegó en noviembre del 2020 el Dr. Luis López (37). El Emergentólogo arribó a Río Gallegos junto a un contingente de profesionales gracias al aporte de la petrolera CGC, cuando los casos por Covid-19 iban en un aumento sostenido y no había vacunas: noviembre, diciembre y enero del año pasado, fueron lejos los meses con mayor cantidad de contagios en Santa Cruz, cuyo epicentro fue la capital provincial durante casi un año. Vino por 15 días, se volvió a Buenos Aires, retornó en enero de este año y se quedó a trabajar en el área Terapia Intensiva en donde realiza guardias de 24 horas. El jueves, al momento de la entrevista, llevaba más de 24 horas en su turno. “Me gustó la experiencia, el lugar, y acá en Terapia estoy en el lugar que más me gusta. Me sentí mejor”, relata. López estudió medicina en Jujuy y estuvo 6 años en Buenos Aires. “Ser Emergentólogo es parecido a terapia porque ves pacientes críticos cuando llegan a la guardia”, describe, y como lo dice su especialidad, está en lo urgente. “En el Eva Perón, había quince respiradores en la Guardia. Sabíamos manejarlo, pero veía una fila entera de camas con bocas de oxígeno, y acá no es así”, diferenció. Sucedió hace solo un año: la demanda de camas fue complicada en las principales urbes del país, y sobre todo en La Plata y provincia de Buenos Aires. El sistema de salud privado sirvió como un gran refuerzo para el sistema de salud público. “Se decidía a quien subir a Terapia porque no había lugar”. Así quien tenía obra social era derivado a las clínicas, quien no, se quedaba. A pesar de que todos los médicos advierten que nunca han atravesado una situación como la pandemia, y que han vivido de las peores experiencias en todo aspecto, para López “lo peor que Covid, fue haber visto personas con politraumatismos y baleados”. “Creo que la situación va a mejorar, aunque habrá una recaída en cuanto a casos. Hay que convivir con el virus, porque tampoco sirve de nada vivir ocultado en tu casa”, expresó luego de haber trabajado desde el inicio de la pandemia. Actualmente no hay casi casos por coronavirus, sino pacientes neurológicos y cardiológicos en Terapia. Una sola cama era ocupada por un infectado por el virus, pero ya lo negativizó. Tres enfermeras Cristina Vera Soto (32), María Agüero (40) y Silvana Morales (47) comparten su labor en Terapia. Las enfermeras hacen turnos de 8 horas, pero a veces les tocaba hacer dos días seguidos, y descansar dos. “Pasó el susto un poco”, dice una de ellas. Lo primero que se advierte en las tres es una sensación de alivio, pero al mismo tiempo de expectativa, por cómo se incrementan los casos. “Esperamos que no haya más casos, y si hay, que sean controlados, que no sean graves. El año pasado trabajamos un montón”, señalan. Cristina está en Terapia desde hace 9 meses y llegó desde Clínica Covid, donde ingresó en agosto de 2020 (antes de la pandemia, estaba en Hemodiálisis). “Es diferente porque en Terapia ves a pacientes críticos y en Clínica se atraviesa la enfermedad estando lúcido, y ves a los familiares, como lloran, gritan, se ponen mal”, menciona, y destaca una palabra muy utilizada durante el primer año de la pandemia ante el desconocimiento que había sobre el virus y cómo contrarrestarlo: “Había mucha incertidumbre en el paciente, sobre cómo iba seguir su salud. Era algo desconocido, y les jugaba mucho lo emocional y mental”, recordó. Una persona con “paz mental” aún con comorbilidades, mejoraba. Pero una persona sin patologías previas, y sin esa “tranquilidad”, se complicaba. “Me acuerdo de un hipertenso diabético que estaba mal, pero tenía un fuerte espíritu y eso lo salvaba. Otro joven sin enfermedades de base, desaturaba, se le subía la presión. Era impresionante y hasta los médicos se preguntaban cómo podía ser”, dice aún asombrada. Cristina llegó a Terapia, cuando “todo estaba a flote”, es decir, no fue en el peor contexto, pero espera no tener que vivirlo. Todo junto Con la pandemia H1N1 (gripe aviar) en 2009, María, que lleva más de 16 años en Terapia, estaba embarazada de su primer hijo. “Fue poco y nada en 2009. Se vivió de otra forma”, rememora. Cambia cuando le preguntan sobre la actual pandemia. “Cuando me preguntan cómo lo viví ahora, digo que lo viví horrible. Se me juntó todo”, subraya. Se separó, padeció mucho estrés, y convivían con el miedo a contagiarse y contagiar a otros (a la fecha, no tuvo Covid). “Había que pronar, que es colocar al paciente boca abajo para oxigenarlo”, explica, aunque eso no fue lo peor. “Ves morir gente joven y hasta familias enteras que les toca de cerca”. Lo vivido le dejó secuelas. “Busque ayuda psicológica, pero fue por decisión mía. Me angustiaba por todo. Lloraba por llorar. No era yo. El miedo lo perdí, pero no quiero volver a ese estrés”, resalta, y no puede evitar conmoverse. Había tres terapias durante el 2020, ahora hay solo una. “Muchas veces éramos tres enfermeros para 8 o 9 pacientes y no dábamos abasto”, recuerda, y distingue algo que, si bien no pareciera ser un problema, la agotaba: sacar y ponerse el equipo de protección. “No debemos confiarnos ahora, y aunque le perdimos el miedo, no queremos que esto se desborde”, expresa expectante. Todo bien Hace cuatro años proveniente de La Rioja, llegó Silvana a Río Gallegos. La profesión le “nació”. El padre de sus hijos estudiaba Enfermería y eso la motivó. A los 42 años se recibió, aunque iba a cursar el Profesorado de Ingles. Antes, su trabajo era muy distinto: fue secretaria. “Me acostumbré. Tenía un poco de miedo al principio porque no conocía el virus, pero me mantuve porque tenía que seguir por la gente y porque se salvaban vidas. Venir, fue una decisión de vida y le agarré cariño a la profesión”, narra. A los dos de haber llegado a la ciudad le diagnosticaron Diabetes. “Cuando ingresé era todo zona crítica, pero siempre me gustó la adrenalina”, aclara, y sostiene que la pandemia no le afectó. Tampoco se contagió de Covid. “Soy grupo de riesgo porque me diagnosticaron diabetes hace poco. Me siento orgullosa, y no tuve miedo. Lo enfrenté, me sentí y me siento fuerte. Voy a estar en la pandemia para cuando mis compañeros me necesiten. La pandemia me hizo fuerte”, recalca y es optimista. 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