Columna de Opinión

Apuntes sobre las guerras híbridas

Por Rubén Zárate.

  • 13/03/2022 • 08:51
Rubén Zárate, Profesor Titular e Investigador I del Instituto de Trabajo, Economía y Territorio de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral.
Rubén Zárate, Profesor Titular e Investigador I del Instituto de Trabajo, Economía y Territorio de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral.

Desde el inicio de la operación militar especial de Rusia en Ucrania, las potencias han desplegado ante los ojos del mundo una batería de estrategias y armas con alta capacidad de daño. Ninguno de estos países oculta en medio de las crueldades de la guerra sus expectativas de ganancias económicas y su vocación de control de nuevos mercados.  

Guerras híbridas y armas difusas.

Bajo una superficie sobre la que se dibujan senderos políticos inciertos, es posible observar fuerzas que carcomen la arquitectura construida en el siglo XX para ejercer la hegemonía unipolar de EEUU. Sobre el sufrimiento de millones de personas, se anuncian medidas para dejar en claro que, de ninguna manera, se va a facilitar que emerja una nueva geometría multipolar, aunque sea necesario entrar en una guerra permanente.

Todo indica que ésta y las próximas guerras no se van a parecer a las ocurridas durante el siglo pasado y menos aún a las que Hollywood inmortalizó para la cultura occidental. Asistimos con estupor a la combinación asombrosa de cientos de miles de hackers que desafían sistemas de ciberseguridad, insólitas milicias de mercenarios con visa libre para transitar el mundo que combinan soldados de fortuna y terroristas orientados por organismos de inteligencia estatal, fuerzas regulares con disponibilidad de armas atómicas jugando al límite, junto a sorprendentes medidas que alteran el sistema internacional de comercio y ponen en riesgo la recuperación económica en un mundo que aún no hizo el duelo de millones de muertos por una pandemia.

Lo que muchos expertos ya llaman la primera confrontación de las nuevas guerras híbridas parece no tener aún la capacidad para analizar las consecuencias de sus decisiones, ni la extensión de las mismas en medio de sus batallas y menos aún de las secuelas de mediano y largo plazo.    

No habrá multipolaridad sin batallas.

El Profesor estadounidense John Mearscheimer hace unos años anticipó esta crisis del este europeo en varios análisis prospectivos. Viene sosteniendo que esta confrontación militar obedece a una serie de decisiones erróneas que la OTAN tomó hace treinta años y que por diversos motivos no podría corregirlas; entre esas razones está el nuevo estatus de Rusia luego de haber superado la debilidad originada con la desaparición de la URSS en 1989 y el rol creciente de China en la economía mundial, que junto a otros Estados tensionan hacia una multipolaridad.

La tesis principal de su teoría sostiene que la interacción entre las grandes potencias es impulsada, principalmente, por el deseo racional de lograr hegemonía regional, en un sistema internacional anárquico donde la guerra es siempre una posibilidad. Solo un conjunto de estrategias coordinadas y eficaces podrían lograr que en medio de esa anarquía de las interacciones globales tenga lugar la disuasión necesaria para evitar la confrontación militar. Esto es lo que ha fallado.

Coinciden varios analistas que, un hito clave de las fallas que derivaron en esta situación, fue la cumbre 20° Cumbre de la OTAN en Bucarest en 2008 donde entre otros países como Ucrania planteaba unirse al Plan de Acción para la Membresía de la OTAN. El presidente Putín, invitado especialmente por Alemania y Francia a esa reunión, se opuso de forma explícita a esos planes de Estados Unidos de desplegar defensas antimisiles en Polonia y la República Checa y que siguieran avanzando en políticas de adhesión de Georgia y Ucrania a la OTAN.

Esta postura era compartida por otros líderes mundiales y expertos en estrategias de conflicto, quienes sostenían que la OTAN se estaba convirtiendo en una coalición mundial que tendería a provocar un incremento de la polarización y la militarización de los asuntos internacionales. Estas alertas no fueron tomadas en cuenta, y en una reunión realizada en diciembre de ese mismo año la OTAN decidió avanzar hacia el este europeo.

Algunos indican que el Brexit es hijo del triunfo de esas decisiones de EEUU al interior de la OTAN y de las resistencias circunstanciales de Alemania y Francia. Si esto fuera así, los primeros derrotados en este proceso son los intentos de estos últimos países de liderar la Unión Europea hacia una multipolaridad. La estrategia de los mismos de cooperar con Rusia en la provisión de energía queda trunca con esta situación y deberán sustituir esas fuentes de gas y petróleo, por la que empezarán a proveer empresas de EEUU, quien desde 2014 se ha convertido en exportador neto.

Esta situación bélica a la que asistimos sería, en tal sentido, el resultado de la ineficacia de las estrategias de disuasión de las instituciones globales y la aceleración de dinámicas económicas de largo plazo que encuentran en la guerra una fuente de ganancias. Como otras veces podemos comprobar que las guerras redefinen los flujos de recursos naturales y capitales, permitiendo ver con nitidez lo que en tiempos de paz se enuncia metafóricamente como la mano invisible del mercado.   

Default inducido.

EEUU, Reino Unido y la Unión Europea aprobaron sanciones económicas con el objeto de destruir la economía de Rusia en el mediano y largo plazo, como señaló el presidente de EEUU Joseph Biden. La decisión sigue escalando y cerrando varias puertas que Europa trató de dejar abiertas para seguir operando con Rusia, con cierta normalidad en energía y comercio de insumos críticos, para la industria y los alimentos.

La apuesta central contra la moneda llevó a considerar que la caída de, al menos un 40% del rublo, era un éxito para la OTAN y que esto podría ser mayor si se empujaba al país hacia una recesión. Los instrumentos aplicados buscan el aislamiento comercial sacándolo de la plataforma de pagos interbancarias SWIFT e incluso de la integración de organismos como el FMI y el complejo financiero del BIRF-BM. Esta semana algunas de las calificadoras de riesgo como Fitch publicaron que en este escenario Rusia avanzaría a un default inminent with little prospect of recovery (impago inminente con pocas posibilidades de recuperación).

El concepto de ¨inminente¨ deben matizarlo dado que Rusia es la potencia que menor ratio tiene de deuda sobre PBI, solo el 19%; mientras que EEUU tiene el 134% y China el 53%.

Es la economía en guerra.

El mundo entró en una etapa explícita de guerra económica globalizada y de confrontación militar acotada. Comprender las dinámicas de la etapa puede ser de interés para ajustar la perspectiva de la situación argentina que tiene el 102% de deuda sobre el PBI y lo que esto representa en un contexto de negociación entre deudores y acreedores soberanos en guerra y con un escalamiento global de la confrontación económica.

No es posible obviar, desde un análisis situado en los intereses argentinos, que el mundo está ante el intento explícito de provocar un default obligado a una de las principales potencias militares del mundo como parte de una acción de guerra conducida por EEUU en su carácter de principal accionista del complejo financiero multilateral, que cuenta entre otros al FMI, BIRF-BM y de quienes ejercen el control de los soportes de pago físicos y digitales del comercio mundial. 

Ante este escenario es lúcida la frase del Ministro de Economía alemán cuando señaló que "tenemos que asegurarnos de no imponer sanciones que nosotros mismos no podríamos soportar", otros líderes europeos empiezan a preparar a sus ciudadanos para una etapa de recesión, agravada por el desplazamiento de millones de personas como consecuencias militares y económicas. El escenario en tal sentido se mantiene abierto, pero nadie podrá estar ajeno a las consecuencias de las nuevas guerras híbridas sin importar cuán lejos se encuentren del teatro de operaciones militar.