Historias de la Patagonia

Un explorador holandés teorizó sobre gigantes en Puerto Deseado

Se trata de Jacob Le Maine, quien navegó por Sudamérica en el 1600. Trazó un mapa en el área de la localidad santacruceña, donde señaló que se encontraron huesos de un ser “que medían entre diez y once pies de largo”, es decir más de tres metros. 

  • 16/10/2021 • 10:30
Fueron utilizados en la literatura fantástica.
Fueron utilizados en la literatura fantástica.

Sin dudas los gigantes son una de las criaturas más utilizadas como recurso en las historias de fantasía. A lo largo de la historia de la humanidad se han escrito cientos de cuentos y leyendas alrededor de ellos, en algunos casos como enemigos y otros como aliados. Desde la Biblia que contaba con la figura de Goliath hasta el semi-gigante Hagrid de la saga de Harry Potter, han sido innumerables la cantidad de enormes personas que han aparecido en la literatura. Pero ¿Y si en territorio de Santa Cruz habitó alguno de ellos? Se trata de una teoría dejada en un diario de navegación de un explorador holandés que navegó por Sudamérica en el año 1615, trazando un mapa de Puerto Deseado.

Allí dejó anotado un apunte por lo menos, inquietante: un punto H donde “encontraron el sitio del entierro de un gigante, cuyos huesos medían entre diez y once pies de largo”. Se trata de una altura cercana a los tres metros.

Poco más ha quedado en el registro cartográfico de la época, como un dibujo mapeado acerca del desembarco en la zona, donde muestran el encuentro con Lobos Marinos, Guanacos o avestruces. De esta manera, Santa Cruz tiene una página en la historia de estos seres hasta ahora mitológicos, pero no deja de ser estremecedor que un territorio de la provincia cuente con una historia de esta índole. Se trata de uno de los mitos más conocidos por los viajeros europeos, que durante el correr de los años ha sido dejado de lado en la región. No por falta de interés, sino por el rigor científico y la comprobación real de a quienes pertenecían esos restos óseos encontrados. Hablar de gigantes en la Patagonia no tiene la misma comparación con la mitología fantástica europea, sino que atañe una fuerte relación con los pueblos originarios que habitaron esta tierra y su encontronazo con el conquistador blanco.

Al hecho histórico, que quedó registrado en varias impresiones gráficas de aquellos años, se sumó además el agregado fantástico y marketinero, que derivó en la exposición de una momia de un supuesto gigante de dos cabezas capturado y asesinado en el sur de Argentina.

La leyenda de los gigantes patagónicos se remonta a una historia contada por el explorador Fernando de Magallanes. En varios de esos viajes quedó asentada la diferencia de tamaño entre el hombre europeo promedio. Eso con el paso del tiempo no hizo más que alimentar el mito, que fue revivido en las últimas semanas en medios de comunicación y redes, con la información de los Agathyr, una civilización que 3500 AC construyó un sistema subterráneo de túneles que se llamó Galería de Hiperbórea.

 

Los patagones

Quizá la más conocida de todas las historias documentadas sobre gigantes es la de los Patagones, estos seres que quedaron registrados en la bitácora del marino portugués Fernando de Magallanes (1510-20) durante la búsqueda de un paso entre el Atlántico y el Pacífico, estrecho que encontró y hoy lleva su nombre.

"Vimos cerca de la playa (en la Tierra del Fuego) un hombre que era tan grande, que nuestra cabeza llegaba apenas a su cintura", escribió entonces Antonio Pigafetta, marino fiel a Magallanes. Los llamaron "Patagones", por el tamaño desmedido de sus pies y de allí deriva la palabra Patagonia, claro. Sin embargo, otras aseguran que Magallanes recogió el nombre de una novela popular en ese entonces, Primaleon (1512), que presentó una raza de gente salvaje llamada Patagonians.

Otra versión, no menos fantástica, alude al hecho de que siendo el siglo XVI época por excelencia de las novelas de caballería, el término patagón habría derivado del vocablo Pathagon, nombre del personaje de la novela Primaleón, editada en Salamanca en 1512, y cuyas proporciones desmesuradas y aspecto terrorífico y salvaje (que incluía cabeza de perro) habrían inspirado al navegante portugués al bautizar a estas gentes con tal gentilicio por sus similitudes físicas.

En cuanto al mito del gigantismo de este grupo indígena, los siglos XVIII y XIX congregaron a muchos estudiosos que decidieron refutarlo. Bougainville, Darwin, Musters, entre otros, establecieron que la altura media de los hombres era de 1,75 a 1,80 metros, pudiendo alcanzar hasta 1,85 y 2 metros. Mientras que las mujeres poseían una estatura media de 1,69 y una media máxima de 1,80 metros. Un pueblo, sin duda, de elevada estatura frente a europeos, particularmente españoles, cuya altura promediaba 1,70 metros.

Se trata de una visión europea de la raza mitológica gigante.

 

El gigante de dos cabezas

Otra de las historias que relacionan a gigantes con la Patagonia va mucho más allá de la fantasía, conjugando no solamente una altura descomunal, sino también una segunda cabeza. Se trata de la leyenda de Kap Dwa, un supuesto gigante capturado en la Patagonia. Según la historia que quisieron contar –o quisieron vender-, el gigante fue subido a un barco y atado a un mástil. Gracias a su fuerza, logró liberarse y comenzó a luchar, pero fue asesinado por una lanza que atravesó su pecho.

Fue momificado para alcanzar las costas de Gran Bretaña, donde fue un fenómeno de feria, y más tarde, ya en el siglo 19, llegó a los Estados Unidos donde continuó su derrotero como rareza de circo.

La segunda historia asegura que el gigante fue encontrado ya muerto en una playa con una lanza en su pecho. De acuerdo con esta versión, su procedencia sería Paraguay, donde los nativos momificaron su cuerpo y lo adoraron hasta que George Bickle, capitán de la goleta británica Olive Branch, conoció la historia y se robó el cadáver para transportarlo al Reino Unido.

En 1914, después de pasar de una feria de espectáculos a otra, los restos terminaron en el muelle Birnbeck en Weston, Reino Unido, donde se exhibió por 45 años hasta que Lord Thomas Howard compró los restos en 1959. Esta, la segunda versión, pertenece a Robert Gerber, norteamericano, coleccionista de rarezas, quien hoy es propietario del cuerpo, y quien todos los días pasa frente a la vitrina que protege a Kap Dwa, en su tiendita de horrores conocida como Bob's Side Show.

El gigante de dos cabezas, exhibido en Estados Unidos.

 

El viaje de Magallanes

Magallanes estaba convencido de que existía un canal que conectaba el mar del Norte (Atlántico) con el mar del Sur (el Pacífico, cuyo descubrimiento se atribuyó Vasco Núñez de Balboa seis años antes del inicio de la expedición).

Así, al llegar a la costa americana, comenzó a bajar y bajar en busca de esa conexión. No fue fácil, y antes de lograrlo se adentró en decenas de lugares equivocados como el mismo Río de la Plata.

Por fin, el 21 de octubre de 1520 avistaron un nuevo canal y comenzaron a surcar sus profundas aguas entre tormentas glaciales y fiordos. Era el estrecho de Magallanes.

"Cuando hoy lo vemos en el mapa o Google Earth, está claro que es un estrecho complicadísimo. Pero imagina en aquella época: un laberinto de galimatías de roca, lleno de corrientes…", describe Adelaida Sagarra, profesora de historia de América en la Universidad de Burgos, España.

Pero antes, Magallanes ya había hecho historia como el primer europeo en llegar a aquella zona del extremo sur de América que bautizarían como Patagonia. Aunque no sería el único lugar que esta expedición del "viejo mundo" vería por primera vez.

(BBC)

El mapa que dejaron los exploradores europeos.

 

Célebre viajero italiano nacido en Vicenza hacia 1490 y muerto en la misma ciudad en 1534, a quien también se conoce por el nombre de Antonio Lombardo o con el de Francisco Antonio Pigafetta. Ligado inicialmente a la Orden de Rodas, de la que era caballero, pasó a España en 1519, acompañando a monseñor Francisco Chiericato, y se puso a disposición de Carlos V para impulsar la empresa iniciada por los Reyes Católicos en el Atlántico. El relato de Pigafetta es la fuente individual más importante sobre el viaje de circunnavegación, a pesar de su tendencia a incluir detalles fabulosos.

Desde España emprende una serie de viajes para visitar a personajes importantes y ofrecerles noticias de su navegación. Se dirige a Portugal, donde le recibe Juan III; en Francia obtiene audiencia de María Luisa de Saboya, madre de Francisco I, y más tarde a Mantua, siendo acogido allí por Isabel d'Este. Descansa algunos días en su hogar de Vicenza para encaminarse luego a Venecia en visita al Gran Dogo y continúa su itinerario hacia Roma. En Monterosi cumplimenta al Gran Maestre de Rodas Felipe Villiers de L'Isle-Adam, a quien dedicará la redacción definitiva de su obra. La entrevista con el Papa Clemente VII tiene lugar en 1524, antes de su retorno a Venecia.