Relatos de Vida

Héctor Rodolfo Peña, "un plástico de la palabra"

Héctor Rodolfo Peña fue tal vez uno de los escritores que ha dado la literatura patagónica. Desde la poesía hasta el cuento corto y la novela, su amplia temática abarcó la narración costumbrista, el cuento de ciencia ficción, algunos relatos casi policiales, el género histórico, el intimista e incluso el de “aventuras”.

  • 11/08/2018 • 13:33

En este espacio que TiempoSur dedica semana a semana a recordar las historias de vida de vecinos que hicieron y hacen al desarrollo cultural, social y político de nuestra comunidad, hoy rendiremos homenaje a un escritor que ya no está físicamente con nosotros, pero que ha dejado huellas en nuestra cultura, Héctor Rodolfo Peña, "El Lobo" como muchos vecinos lo conocieron.

Recordar y homenajear a este talentoso escritor es un acto de justicia.

Fue Héctor, a no dudarlo, la pluma más brillante de los últimos tiempos.

Creador de espacios rodeados de magia, creíbles, sobre un territorio que conocía como la palma de su mano.

Sabía hilvanar historias de trazos profundos, desolados. Plasmó en sus novelas vivencias plenas de dramatismo, tan estremecedoramente contadas como en “El basural del frío”. Hasta allí llegó Héctor para encontrar estos personajes reales lastimados en su integridad física y moral, quebrados. Plasmó esos rostros en la que sería su postrer novela publicada. Con esa personalidad tan suya, dejó reflejados momentos, paisajes, pájaros y lagos.

Héctor Rodolfo Peña nació en Río Gallegos en agosto del año 1938 y físicamente nos dejó, en El Calafate, en el año 2003.

La Biblioteca Pública Provincial “Juan Hilarión Lenzi”, también le rindió homenaje al imponerle a su sala principal de lectura su nombre, en el año 2002. Descendía de familias pioneras de Santa Cruz, lo que lo entroncaba profundamente con este sur al que pintó vívidamente; reflejando con nitidez y lirismo sus personajes y sus paisajes. Periodista y hombre de letras, siempre interesado por la cultura.

Fue un plástico de la palabra, un artesano enamorado de la soledad de este paisaje, un observador nato cuya mirada se extendía por la historia y por la geografía bellísima de esta tierra. Fue hacedor de una realidad que muchas veces ignoramos.

Ese andar tan suyo, tan increíblemente sincero muchas veces no fue interpretado cabalmente, ni respetado como se merecía.

Dejó 15 obras publicadas y otras por publicar, una impronta que lo señala como escritor de raza. Nada le fue fácil, en su juventud supo instalarse en Buenos Aires como relator de fútbol –pero volvió- el destino le había marcado el camino de las letras y aquí estaba su inspiración. Hizo el curso de piloto civil –el universo del cielo lo fascinaba-. Fue Director de Prensa Provincial, la tinta tenía para él un efecto desbordante, mientras ocupaba este cargo fue invitado a España. Ocupó el cargo de Subsecretario de Cultura con solvencia. Fue también Director de Aeronáutica Provincial y colaborador permanente de diarios y revistas. Durante el conflicto con Chile, Lago del Desierto, la Guerra de Malvinas y luego en la defensa de los Hielos Continentales, no se detuvo en el mero enunciado de los hechos, puso su bronca, su garra, su conocimiento y su fuerza en la defensa de nuestra territorialidad. Fue un apasionado del deporte, hincha furioso del club de sus amores y burrero de alma.

La vida supo golpearlo, la enfermedad destruirlo, pero aún soñaba. Aún acariciaba la edición de nuevos libros, el milagro de recuperarse por los hijos que amaba, por la madre cuya compañía supo buscar en los últimos tiempos como volviendo al seno materno y al pueblo de El Calafate donde transcurrió su niñez. Recordarlo a tantos años de su partida, es releer “Poemas bajo cero”, son “Los fuegos del sur” y “La flecha cautiva". Otros que hicieron un camino en la cultura santacruceña fueron “Los hombres del viento”, “Trágica gaviota patagónica”, “Ventisquero y la furia", entre tantos otros.

Se recuerda que en oportunidad de presentar tu décima quinta obra “Aforismos” se impuso a la sala del Complejo Cultural tu nombre (año 2002). Su tesón, su tozudez, todo su interior lo llevaron a ocupar un lugar de privilegio en las letras santacruceñas desbordando su nombre el límite geográfico de nuestras fronteras.

En este homenaje, la escritora Flora Rodríguez de Lofredo expresó su recuerdo "personalmente no olvido tus cuentos, ni tu chispa, matizando cientos de viajes que realizamos juntos”.

Yo era la TÍA, “así me presentaba” agregando con picardía “la manda mi mujer para que me cuide”. Nunca competimos, lo de él era la magia, el relato fluido, los personajes, la descripción certera. Lo mío, es todo lo que me rodea, los hijos, el amor, la casa, lo cotidiano. Hace muchos años te brindé unos de mis homenajes, en el hermoso salón de la Casa de Santa Cruz en Buenos Aires, ante un público numeroso y emocionado. Héctor, nunca olvidaré nuestras profundas y acaloradas discusiones. La política te emocionaba, te fascinaba, te hacía bullir la sangre tormentosa que corría por tus venas. Unos meses antes de tu inesperada muerte, nos reencontramos en la terminal de transportes, hablamos de muchas cosas, me quedo con esa imagen tuya y esos sueños, te vi feliz, Susana, la madre de tus hijos te esperaba, por eso sigo creyendo que no te fuiste nunca, que mañana, o cualquier otro día volverás como en los versos de la gran poeta, Julia Prilutzky Farny:

 

“Ahora que te acercas insondable

temido a veces y esperado,

quiero decirte algo:

no tengas miedo,

el recinto está presente

y te aguardamos,

huésped de honor, seguro pasajero

estamos esperando tu palabra”.

Guardo aún hoy como un hermoso recuerdo, tu poema: “LOS NIÑOS”, intuiste el destino tortuoso que nos esperaba, el difícil camino del entendimiento y viste en los niños la claridad del futuro, intuiste como un profeta, te esperanza y tu fe en ellos.

Cuesta creer que serán ellos los que gobiernen y hagan el mañana.

Cuesta creer al verlos con la carita mágica reciente,

que ellos serán el engranaje, el pulmón, la luz, la fuerza

que nos sucederá para los tiempos.

Cuesta creer y será cierto que dan ganas de preguntar,

entre las rondas, entre las rayuelas,

la tiza y zapatillas,

entre bolitas, manchas y carcajadas

que nos tienen dispuesto.

Y son niños aún, pero serán un día

quienes cambien el rostro de las cosas,

quienes dicten las guerras,

y quienes tal vez, y eso deseo

¡decreten algún día, la esperanza!

Hace muchos años Héctor, que escribiste esto con esa ilusión, me despierto cada mañana en la espera de que tus niños que hoy ya son hombres, comiencen a regalarnos ¡la esperanza! Flora Rodríguez de Lofredo

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