Un estilo de vida

Vivir en el campo

Lejos del ruido de la ciudad, con más tranquilidad, pero no menos trabajo, viven muchas personas que se adaptaron a un estilo totalmente diferente. Enrique Jamieson vive en la estancia Moy-Aike Grande y le contó a TiempoSur de qué se trata.  

  • 15/07/2018 • 11:11
Enrique vive en el campo desde chico y asegura que le encanta.
Enrique vive en el campo desde chico y asegura que le encanta.

El deseo de mucha gente muchas veces es pasar un fin de semana en el campo para despejarse y “para olvidarse de todo”.
Sin embargo, una cosa es pasar un fin de semana y otro vivir en el campo, trabajando lejos de la ciudad, afrontando desafíos que nunca comprenderá la “gente de la ciudad”.
Está claro que es otra vida, lejos del ruido y la vorágine que todos conocemos en la ciudad, sea cual fuere en mayor o menor medida.
Sin embargo, el campo tiene virtudes y dificultades que sólo puede contar alguien que se crió allí con la firme decisión de pasar allí hasta los últimos días de su vida.
Y una de esas personas es Enrique “Henry” Jamieson, propietario de la estancia Moy-Aike Grande, que se ubica a 90 kilómetros de Río Gallegos.
¿Vos te imaginás lo que es vivir en el campo? ¿También te imaginás cómo se pasa un invierno? Acá tenés la realidad.
 

-¿Tu familia siempre fue de campo? ¿Cómo está compuesta?

-Nuestra familia fue de campo desde siempre, aunque mi vieja ya no viene más por la edad. Luego están mis hermanas, que vienen en el verano, y mi señora que siempre está en verano conmigo, pero no en invierno porque acá se pone muy frío y también porque acompaña a los chicos con las clases.

Yo me crié acá en el campo y no tengo secundario hecho porque me dediqué casi directamente a esto. Cuando tenía 15 años o menos, mi viejo empezó a enfermar y yo tuve que venirme directamente acá para hacerme cargo del campo.


-¿Es diferente vivir en el campo?

-Seguro que se vive de otra manera totalmente diferente y es otra vida, pero si no te gusta el campo, acá no podés estar nunca, porque estás lejos de todo.

Yo ahora estoy acá, solo, y si hay gente que no está acostumbrada a estar sola, lejos de la familia, es complicado vivir.

 

-¿Sos de bajar a la ciudad?
-Ahora no estamos en época de trabajo, así que por ahí me paso una semana en Río Gallegos para acompañar a mi mujer y darle una mano con los chicos en el colegio, pero en época de trabajo, cuando tenemos inseminación o esquila, por ahí pasan 10 o 15 días en los que no bajo a la ciudad, aunque eso es relativo. Es según cómo vaya transcurriendo el tiempo.

 

-¿Es cierto que en el campo el invierno comienza antes?
-En el campo el invierno comienza antes que en la ciudad y la actividad entra lógicamente en receso y comienza a funcionar el “campo de invierno”, también denominada “la invernada”.

Este año nosotros terminamos con los trabajos el 5 de junio, subiendo los últimos piños (ovejas ya inseminadas) para para que descansen en otros campos más aptos para el invierno porque se terminó la inseminación y ahí arranca la etapa invernal, en la que la gente se dedica sólo a recorrer los campos.

En esta etapa del año cambian los horarios y antes de las 09:00 no se puede salir porque está muy oscuro.

Es una etapa del año muy tranquila, con mantenimiento, trabajo para ordenar los galpones y no hay mucho para hacer hasta que volvemos a la actividad en los primeros días de septiembre.


-¿El frío se siente más que en la ciudad?

-Mirá, en el campo ya no tenemos los inviernos duros de hace 15 o 20 años, por lo que esta etapa ha cambiado mucho y con las temperaturas andamos muy parecidos a lo que pasa en Río Gallegos, con poca nieve porque ésta no es una zona en la que nieve mucho, aunque sí pasó en los campos más altos de la sección.
Este año no fue tan bravo y más de ocho grados bajo cero no pasamos durante estos últimos días.


-¿En qué consiste el trabajo que hacen en el campo durante la etapa productiva?

-Los trabajos de hacienda los retomamos entre el 15 y el 20 de septiembre con la esquila preparto, en la que le sacamos el vellón a la oveja antes de parir, o que ocurre entre el 15 y el 20 de octubre.

De ahí en adelante tenemos otro tipo de trabajo y la señalada comienza entre el 15 y 20 de diciembre o puede retrasarse hasta entre el 10 y 15 de enero.

Luego hay un trabajo de rebaño en febrero y tenemos nuevamente una esquila de ojo, volviendo a cerrar la temporada con trabajo de inseminación, que se hace entre mayo y junio.

 

-En las ciudades de todo el país se habla mucho de la crisis y como eso afecta a los diferentes sectores. ¿También afectó al campo?

-En cuanto a lo que fue el año pasado y éste, por suerte en nuestro sector venimos bastante bien por la simple razón de haber tenido buenas temporadas, que ha llovido, ya que dependemos mucho del agua, sumado a que los valores del mercado lanero vienen muy bien y estamos vendiendo muy bien la lana. Este año, por la expectativa que hay y lo que marcan los mercados, volveremos a vender muy bien.
Sí nos afecta la inflación porque todo lo que son los costos operativos se están disparando de a poco.

Por ejemplo, el tubo de gas de 45 que hace un par de años lo estábamos pagando a 600 o 700 pesos, hoy lo estamos pagando a 1370 pesos y nos dura una semana cuidándolo mucho, así que en ese aspecto sí nos está afectando.

-¿Por qué dependen tanto del agua?
-En realidad, toda nuestra producción depende de que vengan años “llovedores” o que caiga nieve por la simple razón de que estando húmedos los campos sale bastante pasto con una primavera húmeda. También lo necesitamos para que salga mucho pasto para la cría de ovinos.

-En la ciudad también se habla mucho del aumento en los servicios. ¿Ustedes cómo hacen?
-Acá en el campo nosotros tenemos estufas a gas, estufas a carbón, tachos de combustión lenta que se manejan con leña y los termotanques para tener agua caliente.

Para las noches tenemos el motor de luz a gasoil, que lo prendemos cuando está queriendo oscurecer y lo mantenemos prendido hasta las diez o diez y media de la noche como muy tarde.
En ese momento yo me acuesto y casi siempre también lo hacen los dos empleados que tengo.

-¿Cómo es un día en el campo en este momento?
-Hoy, o cualquier día de invierno como hoy, nosotros nos levantamos a las siete o siete y media de la mañana, pero antes de eso no porque hasta casi las nueve no salimos, porque está oscuro.

En cuanto al desayuno, yo tengo la costumbre de tomar sólo mate, pero los muchachos por ahí toman café o comen algo.
Luego yo salgo en la camioneta o el “cuatri” a recorrer los campos, cuidar la hacienda y ver si agarramos algún zorro, ya que tenemos mucho problema con el zorro colorado, también observando si no han carneado.

También, si hubo mucha escarcha, tenemos que romper esa escarcha de los bebederos para que las ovejas puedan tomar agua.
Hay días en los que uno llega para almorzar al mediodía, pero como en esta época los días son tan cortos, o los campos quedan muy atrás, capaz que recién llegamos cerca de las cinco de la tarde a la casa.

-Vos dijiste que en verano llega para acompañarte tu mujer. ¿Qué cambia cuando está ella?
-Cambia un poco, porque cuando llegás al mediodía tenés la comida lista, porque cuando estoy solo acá no tengo nadie que me cocine, así que tanto los muchachos como yo nos arreglamos solos.
Traemos cocineros cuando estamos en trabajo de hacienda, sino cada uno se arregla solo con la comida.

También cambia porque al final del día estás acompañado y no se hace todo tan largo.

-En cuanto a la comida y la bebida, ¿cómo se organizan estando tan lejos?
-En lo que sería víveres, acá nos manejamos con un despacho y yo trato de comprar cada tres o cuatro meses bastantes víveres como para que me dure hasta cinco meses y que me rinda el viaje a la ciudad, ya que bajamos camioneta para hacer una buena compra.
Lo mismo con el gas y con el combustible que uno usa acá, que es el gasoil, para lo que tratamos siempre de hacer una compra bastante grande. Lo mismo hacemos con la leña que compramos por equipo.

-¿En el campo sufren la inseguridad?
-Acá, en la zona donde estamos nosotros, por suerte está todo bastante tranquilo, pero en otras zonas hay mucho tema de abigeato e inseguridad.

Por ahora venimos bastante bien, pero no sé cuánto va a durar. Hay que ver qué es lo que pasa el día de mañana con la gente de la ciudad, con el tema de la escasez y la crisis, creo que de a poco vamos a tener problemas porque va a haber gente que va a querer empezar a salir a robar y sucederán cosas como las que pasan en todo el país.


-¿Pensaste alguna vez en dejar el campo y vivir en la ciudad?

-No, yo jamás pensé en dejar el campo. Primero porque me gusta mucho pese a que hemos tenido épocas muy duras y años malos económicamente, ya que eso es lo que tiene el campo: acá tenés años buenos, años regulares y años malos, según la política de turno a uno lo puede afectar mucho.
Pero no, yo tengo 42 años y siempre me gustó el campo, por lo que nunca se me ocurrió y no creo que me vaya de acá.

-¿Qué le dirías a la gente que en algún momento piensa en dejar la ciudad para marcharse al campo en busca de tranquilidad u otro estilo de vida?
-Mirá. De recomendarlo, no sé si lo haría porque va en cada uno. Esto es como en todo trabajo y si no te gusta, no sé si se encontrarían cómodos en el campo.

Además, tenés el tema de las comodidades, porque acá, gracias a Dios estamos bastante bien con eso, aunque todavía tenemos que mejorar algunas cosas, pero en otros lugares o zona más lejos de la ciudad, es complicado y muy difícil, así que no sé si hay gente de la ciudad que se podría adaptar al campo.

-Cuando hablás de comodidades, ¿de qué se trata?
-Y son servicios como el teléfono que acá no hay. Yo tengo acá porque trajimos un servicio rural que tiene una empresa, pero no hay telefonía.

Tampoco hay luz las 24 horas, la calefacción es todo un tema porque acá si te levantás temprano la mayoría de estufas o los tachos, como les decimos, están apagados, por lo que las casas son frías. Cambia mucho la vida acá.