Dar vuelta el objetivo

Una sana distancia

Nota de Opinión. 

  • 07/06/2020 • 12:54

Por Dra. Valeria Bedacarratx (Profesora e Investigadora Adjunta UNPA-CONICET- GRUPO SUBJETIVIDAD Y PROCESOS SOCIALES - UASJ)

Más allá de las singulares maneras en que cada quien haya logrado atravesar estos tiempos del distanciamiento social, lo que probablemente constituirá una experiencia común de la pandemia será la de un inevitable repliegue sobre sí.

Trastocados el tiempo y el espacio del mundo productivo, pasamos a ser protagonistas y espectadores de los modos en que el deseo, las pulsiones, las ansiedades y angustias singulares que portamos los sujetos del nuevo milenio buscan reencontrar sus cauces (o sus causas).

En la lucha contra un virus con morfología y nombre real, hemos quedado arrojados a la desregulación horaria, a la “sobre-ocupación” producida por la “super-posición” de responsabilidades indelegables, a amenazas tan existenciales como materiales (desde el riesgo a morir, a enfermar, a perder un ser querido, a abrazar y besar, hasta el riesgo a quedar desocupados, a no tener para comprar, a quedarse sin wifi o alcohol en gel). Buscando protección en un campo de batalla solo plausible de haber ser sido anticipado en los buenos y malos guiones de la ciencia ficción, nos enredamos en redes, memes, News y Fake News que durante los primeros días festejaron la libertad y oportunidades que nacían con la obligación de quedarse en casa y que luego marcaron un descenso en la curva de su obtuso optimismo.

Sumergirse en los innumerables decálogos de supervivencia ha resultado inútil para muchos que aún no pueden encontrar respuesta a la pregunta que esta sociedad hiperactiva no para de enunciar: qué hacemos (ahora). Origami, poesía, fitness, cardio, decoupage… Visitar museos, tomar préstamos en las bibliotecas más grandes del mundo, dar clases en pantuflas… Nutrir la propia cineteca, jugar como/con los niños, cocinar las recetas de la abuela (o, simplemente, cocinar)… mirar por streaming a artistas e intelectuales en los livings de sus casas, suscribirse a una cuenta en zoom, aficionarse a los retos virtuales, publicar un tik tok… Leer artículos científicos, leer literatura, leer a los clásicos, leer-se… La oferta es inconmensurable…

Al parecer, para hacer hay mucho y, nuevamente, coma antes de la pandemia, volvemos a estar faltos de tiempo. El mercado burdamente se sofistica y se propone como mediador necesario de la trama vincular que nos constituye… Accedemos a la tentación de consumir esponsoreada y gratuitamente la ilusión del mundo autodiseñado que pretende no dejar espacio vacío… el de la pregunta… el de la incertidumbre… Pero ella insistentemente emerge… o se impone… Se cuela por el intersticio de la agobiante multitarea y nos mira con los ojos de los más vulnerables, recordándonos nuestra propia vulnerabilidad…

Ahí es donde proponemos darle la vuelta al lente, no “hacer la vista gorda” a la dificultad que impone la nueva compañía con la que estamos (estuvimos siempre) condenados a convivir: la de la incertidumbre. Se trata de mirar con atención, acercándose al fenómeno todo lo que haga falta y alejándose lo suficiente para poder hacer foco… para que este distanciamiento social no se convierta en clausura, sino, por el contrario, en una sana distancia que nos permita volver a pensar la vida y el mundo (social) que habitamos.