Especial

Riesgos y política en pandemia

Por Rubén Zárate. 

  • 01/08/2021 • 09:31
Rubén Zárate
Rubén Zárate

La pandemia provoca una crisis humanitaria que elevó la incertidumbre sobre el humor social y desafía las capacidades de las principales fuerzas políticas argentinas para enfrentar las elecciones. El cierre de listas mostró un Frente de Todos conduciendo a niveles de detalle y a Juntos por el Cambio en estado deliberativo, pasando en menos de dos años de proponer eliminar las PASO a un uso entusiasta.

Diseñando el Ta-Te-Ti

Si bien todas las provincias son importantes, en las que se ponen en juego las bancas de senadores y donde se arriesgan mayor cantidad de diputados, las campañas están atendidas por sus propios líderes nacionales. Los perfiles de las listas sugieren que cada coalición tendió a jugar en el casillero del centro como en el Ta-Te-Ti.

Si bien la teoría de los juegos dice que haciendo eso no se tienen errores en las jugadas siguientes, se empata o se gana, la escena debe completarse con una ciudadanía que todavía no da señalas claras, no sólo sobre la intención de voto, sino sobre su voluntad de protagonizar las elecciones. 

En noviembre se renovará la mitad de la Cámara baja. Es decir, 127 de 257 bancas de diputados, y un tercio de la Cámara alta, 24 de 72 bancas de senadores. Todas las provincias eligen diputados y solo ocho eligen senadores; por eso Corrientes, Tucumán, Catamarca, Córdoba, Mendoza, Chubut, La Pampa y Santa Fe, tendrán más títulos en los medios nacionales que el resto.

Los resultados no son neutros. De acuerdo a los legisladores y las legisladoras que juren en diciembre de este año, se consolida, amplía o limita la capacidad de iniciativa del oficialismo y la oposición, se definen los perfiles de los bloques, se mantienen o pierden comisiones estratégicas e incluso si los bloques siguen siendo los mismos o se crean bloques nuevos.

Como decía la teoría previa y como demostró Cristina Kirchner con Unidad Ciudadana, la dilución de las fronteras entre la ¨arena partidaria¨ y la ¨arena estatal¨ es un dato central de la transformación del sistema político, en particular la referida al poder legislativo. La última década generó una serie de nuevos mecanismos para el acceso y la permanencia en los sistemas de poder de un sector importante de candidatos y grupos políticos, algunos de cierta tradición y otros muy novedosos.

La vida política al interior del Congreso es mucho más activa de lo que se tiende a ver con ojos fijos en la cultura del presidencialismo a pesar que es una de las claves de la estabilidad democrática desde 1983. El sistema político argentino es más parlamentarista de lo que repiten los analistas de muchas citas y pocas investigaciones, en general cultores frívolos del ¨anti-populismo¨.

Quienes están más apasionados por la fase agonal de la confección de listas no deberían olvidar que al final del proceso están quienes deben lidiar con sus resultados en términos de arquitectura del poder y capacidad de gobierno. Tampoco que quienes presiden hoy las Cámaras saben mucho de eso y que por lejos son los más eficaces que el parlamento tuvo desde la recuperación democrática.

En Juntos por Cambio, los ¨pases¨ de las principales cabezas de lista entre CABA y PBA, consolida el AMBA como un cuasi-distrito electoral nuevo y potente, asiento de medios nacionales con gran capacidad de proyección de sus discursos hacia el resto del país. Estos intercambios no ocurren por primera vez, lo original es que ahora se adoptó como una estrategia explícita destinada a construir una nueva geometría de poder en la derecha, muy motivada por instalar liderazgos nacionales.

Los diseños electorales del Frente de Todos como los de Juntos por el Cambio en cada jurisdicción buscan dotar de viabilidad sus estrategias nacionales mirando el 2023. En ellas confluyen múltiples agendas, algunas propiamente partidarias, otras de grupos y liderazgos, pero en todos los casos tensionadas por las responsabilidades de gobierno en cada jurisdicción.

Este último no es un dato menor, los protagonistas centrales de estas elecciones son los partidos de gobierno que han decidido armar sus alianzas distritales priorizando ese aspecto. Las expresiones propiamente opositoras, que en otros momentos hubieran sido emergentes ruidosos junto a las disidencias internas, esta vez no han tenido lugar en las estrategias de poder o han quedado desplazadas. Pero es momentáneo, en todos los casos dejaron señales que existen y que van a persistir.

Habrá que ver cómo se van dando las campañas generales y los procesos internos de cada alianza electoral, pero todo indica que subyace un pacto implícito de gobernabilidad construido a varias puntas. Esto no debería sorprender, la clase política argentina es experta en crisis y emergencias, sin excepción. En el mediano y largo plazo esto no tiene por qué ser una virtud.

Es cierto que la pandemia es todavía un proceso desconocido, pero mientras se manifiesta puede ser considerada como una dinámica que puede configurar potencialmente una alta conflictividad atrapada por ahora en distanciamiento social y el cronograma de vacunas. Los estrategas electorales, muy centrados en la coyuntura, deberán incorporar este aspecto más rápido que tarde.

Expertos en destrucción creativa

Las fuerzas políticas argentinas se encuentran en permanente deconstrucción y reconstrucción. Las estructuras partidarias se han convertido en eficientes herramientas electorales, pero no siempre han logrado estabilizar un sistema de representación que se asiente en programas políticos estables y transformadores, más allá incluso de la voluntad de sus líderes.

Conviven en estas construcciones muchos estilos y tradiciones. Todavía conviven algunos viejos militantes que añoran la época en que solo bastaba convocar a votar la Lista N°2 del Partido Justicialista o la Lista N°3 de la Unión Cívica Radical, con quienes sostienen que, desde sus últimas presentaciones nacionales, 1995 en el primer caso y 2003 en el segundo, ya no se puede sólo renovar pintadas y que es cada vez más necesario sostener convergencias laboriosas y creativas. Los cruces de campamentos de varios dirigentes en cada cierre no son ajenos a este proceso.

Desde la crisis del 2001 la complejidad del sistema electoral se sigue incrementando y, aunque a veces sea a los saltos, siempre queda la sensación que parece ir siempre atrás de la complejidad exponencial que en la sociedad se genera. Esto hace cada vez más sofisticada la tarea de las conducciones nacionales, que deben dar respuesta a una arquitectura legal estable y una dinámica social que cambia de forma acelerada y busca su representación política.

¿Es real la realidad?

La manda constitucional de organizar la vida democrática en torno a partidos políticos, expresada en la Ley Orgánica de Partidos Políticos (Nº23.298) y en la Ley de democratización de la representación política, la transparencia y la equidad electoral (N°26.571), más conocida como PASO, define las reglas sobre las cuales opera ¨el óleo de Samuel¨ de la imaginación política.

Las coaliciones expresadas en alianzas y frentes han sustituido la vida interna de los partidos, pero ya existen registros históricos que permiten constatar que hay más sin vigencia organizativa y electoral, que activas y estables.  

Bajo la apariencia de cierta estabilidad del sistema político, creada por una camada de políticos profesionales, estrategas electorales y especialistas de la comunicación, parecen estar ocurriendo cambios muy profundos en la representación y las identidades políticas, cada elección es un momento privilegiado para tomar nota, este no es la excepción.

Algunos ejemplos sirven para ilustrar lo dicho en el escenario actual, el desafío de Facundo Manes a la identidad de Juntos por el Cambio en AMBA, la disidencia de Agustín Rossi con el método para representar las dinámicas territoriales en Santa Fe en el Frente de Todos, la dinámica cada vez más organizada de los partidos de izquierda desde aquella campaña en Twitter en el que se proponía ¨un milagro para Altamira¨, la emergencia de nuevos partidos distritales (que tiene capacidad de presentarse en elecciones de legisladores nacionales) y la generación de múltiples nuevas alianzas a niveles municipales y provinciales muestran un escenario muy dinámico.

Habrá que ver si estos hechos son solo indicios y expresión de la coyuntura con alcances distritales acotados a esta elección, o si cada uno de ellos anticipa debates más amplios en esos y otros distritos, así como embates más profundos respecto de las identidades políticas nacionales en pugna, proyectándose hacia la elección presidencial del 2023. Trazar algunas intersectas entre situaciones similares en distintas provincias va a brindar un buen mapa para no perderse en el camino hasta 2023.

Actores de riesgo y gobiernos de crisis

Desde hace muchos años la evaluación de riesgo es constitutiva del análisis político, pero se lo practica poco en Argentina, demasiado orientada al marketing clásico y poco a la gestión de resultados. Esto es un vacío que hay que cubrir rápido, las prospectivas post-pandemia coinciden en que lograr la inmunidad por las vacunas no va a generar por sí mismo mayor estabilidad institucional o ausencia de conflictos.

El pasado 29 de enero el FMI dio a conocer el informe ¨Social Repercussions of Pandemics¨, preparado por Philip Barrett y Sophia Chen, basado en un nuevo panel mensual sobre malestar social en 130 países. Si bien puede alegarse que la modelización de conflictos tiene límites analíticos y que las instituciones como el FMI portan intereses en general opacos para la ciudadanía, estos resultados tienden a ser avalados por estudios de otras procedencias ideológicas y de intereses y deberían tenerse en cuenta.

En este caso se trata del registro de 569 eventos conflictivos en 130 países desde mediados de 1980 hasta principios de 2020 originados o potenciados por epidemias o desastres naturales que suman más de 11.000 eventos desde 1990, tomando en cuenta no solo epidemias sino también otros desastres naturales como inundaciones, tormentas, terremotos y deslizamientos de tierra.

El estudio señala que hay ¨una relación transversal positiva entre malestar social y epidemias¨, destacando que si bien ¨el efecto mitigante domina en el corto plazo¨, lo que se registra es que los conflictos preexistentes tienden a resurgir, potenciados por los nuevos que se generan durante el desastre, en este caso por el brote de COVID-19.

En tal sentido “es razonable esperar que, a medida que la pandemia se desvanezca, los disturbios puedan resurgir¨. Así como la arquitectura electoral está atenta al 2023, habrá que incluir también estos aspectos que involucran una gobernanza basada en la clase dirigente que excede a los oficialismos.

La dirigencia política argentina en su mayoría ha mostrado una curva de aprendizaje alta y acelerada ante cada una de las crisis, en particular desde 2001, cuando los dirigentes más lúcidos lograron reconducir un escenario muy volátil organizado en una consigna de clara base anti-política como fue ¨que se vayan todos¨.

Algunas aristas como los intentos de desorganizar las cuarentenas, las críticas de las vacunas e incluso la simple negación de la pandemia permiten sostener que también persisten los cultores de la anti-política y que no son pocos.

Un análisis más detenido de las últimas décadas también revela que este tipo de activismo protagonizó muchas de las crisis gubernamentales, ayudados en muchos casos por alianzas que si eran eficaces para las elecciones no lo eran tanto para gobernar. El desafío de combinar las agendas electorales con las gubernamentales está más vigente que nunca.  

[1] Profesor Titular e Investigador I del Instituto de Trabajo, Economía y Territorio de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral.