Historias de la calle

Parrilleros “on fire” unen el Belgrano y el Evita

Dos historias, dos vendedores ambulantes que se plantan día y noche en una esquina para lograr la venta esperada, a veces, bajo temperaturas menores a cero grados en Río Gallegos. Hoy ponemos sobre la parrilla el testimonio de Rodrigo y Héctor. 

  • 02/07/2021 • 08:30
Héctor y Rodrigo, los parrilleros ambulantes (C.González)
Héctor y Rodrigo, los parrilleros ambulantes (C.González)

La ciudad capital santacruceña ha visto en los últimos años el crecimiento de las ferias y venta ambulante. Desde ropa usada, calzado y bijouterie al aire libre en las ferias de plazas, a la venta de juguetes, relojes, barbijos y ropa nueva en el sector céntrico de la ciudad, como también el puerta a puerta; la venta ambulante de diferentes artículos muestra una salida laboral para quienes no encuentran un puesto laboral en el trabajo formal de la actividad pública y privada.

Los vendedores ocupan su lugar en la calle para ofrecer su producto, como hace un tiempo la gastronomía de comidas rápidas con carritos en la costanera, hoy otros se han animado a instalar su parrilla itinerante, apurados por la necesidad de ganar el peso necesario para garantizar las necesidades básicas de su hogar.

De esta breve introducción es que se desprenden dos historias, relatos de vida que se distancian por los 3 kilómetros que separan una parrilla ubicada en el barrio Belgrano y otra en el barrio Evita. Uno elige la tarde y otro prefiere la noche para despuntar su trabajo al calor de las brasas.

Choripanes al paso

Hace casi dos meses, Rodrigo empezó a vender choripanes en la Avenida Balbín, en el cruce con Mariano Moreno. “Es un emprendimiento familiar, ya que vivo con mi mamá y surgió por la necesidad y para salir adelante”, explicó en diálogo con TiempoSur. 

Antes, en verano, trabajaba cortando pasto, pero se le ocurrió la idea de invertir en la venta de choripanes en una calle muy concurrida del barrio Evita. “De lo que voy vendiendo voy invirtiendo y voy sacando para comprar las cosas”, indicó al dejar en claro que “es una inversión continua”.

“Cuando hace frío no pasa nada porque te abrigás bien y te acercás al fuego” 

 

Desde las 18:00 a las 23:00 se instala cada día de la semana en aquella intersección y los fines de semana vende más temprano su mercadería. Entre 30 a 40 choripanes son la compra de la clientela que pasa por el lugar, cerquita de su casa, lo que le permite acercarse cada día con el chulengo a ruedas, ese que le regaló un cliente al ver que tenía uno demasiado chico para llevar adelante la cocción de los chorizos. 

Antes de comenzar con este emprendimiento, Rodrigo se había anotado para estudiar en la universidad, quería seguir la carrera de Administración de Empresas, pero la pandemia de por medio fue un impedimento. Aunque con sus 20 años piensa en retomar ese anhelo. “Quiero aprender para que el día de mañana pueda invertir en algún negocio”, señaló. 

Mientras tanto sigue firme cada día con la parrilla al aire libre. “El único problema es el viento, vuela todo, brasas y manteles”, aclaró y no vio un problema en las bajas temperaturas de estos meses: “Cuando hace frío no pasa nada porque te abrigás bien y te acercás al fuego”.

El Rey de las Tortillas

En otro extremo de la ciudad, Héctor -de 58 años- instaló su parrilla móvil para la venta de tortillas hace casi dos años. Se encuentra en el corazón del barrio Belgrano, en una esquina de la plaza que lleva el mismo nombre, aquella intersección entre las calles Ramón y Cajal y Cepeda.

Allí se lo puede encontrar cada tarde, entre las 15:00 y las 19:00, cruzando el lomo de burro para quienes transitan camino al este de Río Gallegos. Esa parrilla negra que se destaca entre los árboles del sector deja ver sus promociones y a un costado está Héctor, con mameluco naranja que evidencia su pasado en la construcción, con gorro que le cubre del frío y los guantes de látex -necesarios para el manejo de alimentos- amigablemente atiende a quienes pasan por el lugar. A nuestro medio también, para brindar una charla amena sobre su experiencia en el rubro, su pasado y lo que significa ganarse el mango día a día con el trabajo de la venta ambulante.

“He hecho un microemprendimiento para poder sobrevivir”

Nacido en Chaco, estuvo viviendo algunos años en Ushuaia y hace 14 años llegó a Río Gallegos. Trabajó muchos años en la construcción, pero accidentes que le provocaron lesiones en la mano y los impedimentos de la edad, lo llevaron a encontrar una alternativa en la venta de tortillas. 

“He hecho un microemprendimiento para poder sobrevivir”, afirmó Héctor, quien se define como el sostén de la casa, siendo que su pareja no puede trabajar y solo él lleva adelante la producción y venta.

Las tortillas las aprendió como herencia familiar, cuando vivía en el campo y le permitió conocer la elaboración casera. Cada día se levanta a la madrugada, a las 3 y media comienza con la elaboración de la grasa para el chicharrón, cortar jamón y queso y fabricar la masa. Más tarde se cocinan para pasar la tarde en este lugar de la plaza, donde se encuentra con la clientela habitual y gente que lo ve al pasar.

Trabaja de lunes a sábado con el carrito parrillero que él mismo armó. “Llueva o corra viento estoy todos los días”, advierte Héctor, quien valora a la gente que colabora con la compra. “Me siento cómodo con la gente, son muy amables y respetuosos, me valoran mucho, soy muy querido por la gente”, enfatizó al agradecerles porque “gracias a ellos vivo, como y pago mis servicios”.

La bolsa de harina hoy le cuesta 1600 pesos, en carbón gasta 250 por cada bolsa siendo que usa dos por día y compra la grasa y demás insumos. Los mejores días vende entre 30 a 35 tortillas, con la variedad de tortilla con chicharrón y tortilla de jamón y queso. “Gano entre 1500 y 3 mil pesos”, deja en claro, sobre un emprendimiento del cual “no se gana una fortuna, pero para salvar el día tengo”. 

El “Rey de las Tortillas” como le pusieron sus clientes y clientas habituales pone en relieve que “es un trabajo sacrificado, pero me siento bien, es mi único medio, no tengo ni pensión ni ayuda ni tampoco voy a pedir”.

Para Héctor, la venta ambulante es su sostén económico familiar y el emprendimiento que hoy le permite sobrevivir, el que también le genera un reconocimiento de la comunidad. Si tiene un “sueño a corto plazo” sería tener un carrito más grande, donde resguardarse del frío y el viento.

Por lo pronto, tanto el joven Rodrigo como Héctor –cerca de la adultez mayor- ocupan su lugar en la calle, al resguardo de las brasas para ganarse un mango más en dos barrios emblemáticos de la ciudad.