Relatos de vida

Nicolás Herrera, más de 50 años con los tradicionales pochoclos de la calle

“ Don Nicolás ”, vecino de la ciudad de Río Gallegos, desde hace más de cincuenta años se dedica de una forma u otra a su hobby favorito, vender de manera ambulante en las calles pochoclos, manzanas, garrapiñadas y otras riquezas de snacks casuales. Hoy, Don Nicolás nos cuenta toda su historia, su origen y cómo llegó hacia el Sur con sus cincuenta años.

  • 08/09/2021 • 12:30
Nicolás Herrera.
Nicolás Herrera.

En la recorrida que realiza el móvil del Multimedio Tiempo, se encuentra en esta ocasión con la historia de Nicolás Herrera, vecino de nuestra ciudad de Río Gallegos que, en esta ocasión, nos recibió en su puesto ambulante ubicado al frente del Banco, en la zona donde más se mueven nuestros jóvenes, para abrir su baúl de recuerdos e historia y contarnos sus travesías desde niño, su familia, sus valores y el trabajo duro para llevar el pan a su hogar. Hoy, en Relatos de Vida, conocemos un poco más a Don Nicolás Herrera.

Historia

Acá comenzamos el relato de vida del señor Nicolás Herrera, conociendo un poco más de la historia de la familia Herrera y Chacoma y los orígenes de los diaguitas.
Nací un 30 de abril del año 1948, en la provincia de La Rioja.
“Mis abuelos, qué te puedo contar, fueron gente de campo, muy humilde que con mucho sacrificio nos sacaron adelante, gente trabajadora dedicada a buscar el pan para llevarlo a casa todos los días, tienen historia de larga data, te puedo decir que todos ellos fueron una de las tantas familias diaguitas de la Argentina, puedo decir que vengo de ellos y estoy muy orgulloso”.
“Los diaguitas vivían en una zona de montaña, donde llueve poco y el agua es escasa. Para practicar la agricultura, debieron resolver problemas distintos de los que enfrentaban los guaraníes”.

“Los antiguos diaguitas y posteriores a ellos, con el tiempo habitaban los cerros y valles del noroeste de Argentina, en las provincias de Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, norte de San Juan y extremo noroeste de Córdoba”.

“Mis abuelos eran dueños de grandes tierras y campos, donde allí se encontraba su fuente de trabajo, la gran agricultura en tierras de La Rioja”.

“Mi abuelo paterno se llamaba Vicente Herrera, mi abuela Nicolasa Herrera. Por parte materna recuerdo a mi abuela solamente, Dolores Chacoma, de parte de ellos tengo mi familia diaguita. Mis padres se llamaban Máximo Herrera y Juana Chacoma”.

Infancia

Continuando el relato, pasamos un poco por una infancia un poco más dura que la de muchas personas y vemos con claridad los valores instaurados en el seno familiar a pesar de todo.

“Mi infancia siempre fue jodida, más para las personas que no teníamos recursos, nos criamos desde siempre trabajando y tratando de subsistir y sobrevivir, hoy está la diferencia muy grande con nuestros jóvenes. A nosotros de chicos siempre nos inculcaron el trabajo, nada se nos regalaba y se tenían que sacrificar muchas cosas, hoy ninguno de los jóvenes quiere trabajar, ni quiere estudiar, pero resulta que malgastan el tiempo en otras cosas menos importantes, es otra forma de crecer, respeto perdido entre otras cosas”.

“Criado mayormente por mi madre, crecí en un vientre familiar muy sano y con valores muy justos, humildes y siempre buscando la vuelta a las cosas. Mi padre nos dejó cuando yo solo tenía 4 años, a partir de ello, mi madre se dedicó a cuidar de mí, ella trabajaba de enfermera”.
“Con el tiempo, fui creciendo y buscando trabajo, con tan solo 7 años, ya trabajaba, por la mañana yo hacía de canillita vendiendo diarios y en la tarde lustraba zapatos para posterior a ello asistir a mi clase de la escuela”.

 

Crecimiento y trabajo

Unas vidas rápidamente adultas con hechos fuertes marcaron a Nicolás para seguir adelante con sus proyectos de vida y en conjunto de su hermano mayor buscar un buen vivir.

“Mi crecimiento y crianza en la provincia de La Rioja fue solo hasta los 12 años, casi 13, cuando fallece mi madre. Quien se queda conmigo para cuidarme es mi hermano mayor. A partir de allí, decidí buscar futuro en Buenos Aires, tomé todas mis cosas y fui a lo de un primo que era militar, seguí creciendo, trabajando como cadete, en fábricas de medias y después de unos años, me casé y tuve unos hermosos mellizos con mi primera esposa, que hoy, ya descansa en paz”.

“Asistí a una escuela de la zona de la capital riojana, hice mi primaria, mi secundaria y llegué a hacer mi etapa terciaria hasta tercer año en ingeniería”. “Antes de mis 20 años ya tuve mis primeros hijos mellizos, con mi primera esposa que comentaba antes, luego me volví a casar y con ella tuve 8 hijos, en total 10 hijos”.

“El dejar de lado el estudio fue muy difícil para mí, ya que iba muy bien, lo tuve que abandonar, ya tenía hijos grandes, había que trabajar, yo debía estudiar en el horario vespertino casi de noche y no me daban los tiempos y las distancias. Vivía en zona interior del Gran Buenos Aires y tenía que ir todos los días a la capital, terminaba muy tarde y ya no tenía ni para volver, económicamente se complicaba aún más. Claro está que no me arrepiento de haber cambiado eso, porque pude de ello sacar un oficio y trabajar muchos años como electricista, hoy sobra ese trabajo”.

Un paso al Sur

“Hice el servicio militar y trabajaba para el sector de Fuerza Aérea como en primera parte, solo pelaba unas papas hasta que llegué al cargo de cocinero, así fue mi vida hasta los 50 años, cuando decidí hace más de 24 años probar suerte en el Sur”.

“Todo fue impulsado por muchos motivos, entre ellos, había unos muchachos contratistas de obras que trabajaban en el Gran Buenos Aires, me invitaron a participar como electricista, vine a probar suerte durante un tiempo y luego ya vine con parte de la familia para quedarme desde mis 50 años en Río Gallegos”.

Hobby

Acá conocemos el hobby preferido de Don Nicolás y así lo contó:

“Cuando tenía 20 años, en mis tardes al salir del servicio militar, vendía en mis tiempos libre helados en zona de Palermo, cuando terminé finalmente el servicio, comencé a vender y trabajar con distintos productos, helados, panchos, gaseosas y con toda la gama de golosinero. Un proceso que se convirtió en hobby de a poco, yo tenía mis trabajos, pero a diario salía a hacerlo, una rutina que amaba hasta el día de hoy. Yo hoy jubilado ya, sigo apostando a sacarle una sonrisa a los vecinos de la ciudad, ver un esbozo de alegría en los rostros al probar mis productos artesanales, me llena de alegría, a un hijo, a un nieto, a un sobrino o los jóvenes que me vienen a comprar a menudo y hasta mis amigos veteranos que se juntan a dialogar conmigo, creando historias que nunca sucedieron, esas son las tardes que me acompañan a menudo y así soy feliz”.

La pandemia que casi me mata

Diciembre del 2020 y la enfermedad que casi mata a Nicolás, el proceso y cómo las ganas de volver a su lugar, lo trajeron de vuelta.

“Yo me enfermé y fue fuerte, estuve casi 40 días internado, un 20 de diciembre me atacó una neumonía producto de un COVID-19 profundo que parecía que de un día a otro ya iba a ceder, pero me fulminaba cada vez más y más. Estaba casi inconsciente, me dijeron que peleaba con medio mundo y quería escapar, totalmente aislado, pero hay que decir que los médicos fueron sumamente profesionales con su labor y me cuidaron como a un bebé”.

“Todavía continúo con las secuelas de esta enfermedad mortal, me falta el aire mucho más rápido que antes, me agito con facilidad y tengo la garganta sensible, ya pasaron más de 5 meses de mi internación y lo siento como si hubiese pasado ayer”.

“Mi hobby tuvo que esperar bastante, luego de estar internado al menos dos meses posteriores a estar en el Hospital Regional, salí inválido, en silla de ruedas, oxígeno y con cuarenta kilos menos. Así permanecí en casa ese tiempo, recuperando y evitando recaer con la enfermedad, acá me ves nuevamente haciendo lo que me gusta”.

¿Secreto?

“Yo observaba el trabajo del pochoclero viejo de Buenos Aires, analizaba y practicaba, hasta que logré hacerlo yo mismo, es cuestión de mañas, no hay secretos. Aparte de todo esto, hay que vender productos de buena calidad, más de 24 años con esto, clientes excelentes y los de siempre. Nunca tuve problemas con nadie, hay mucha competencia, pero sin embargo lo importante es tener a tu cliente de toda la vida, hoy pasan por estas calles hombres que me miran y comentan con emoción que, al ser niños, sus padres eran quienes le compraban las golosinas para el cole, un pochoclo, una manzana dulce”.

“Esto es tradición y siento que va a perdurar por muchos años más, esté quien esté en este hermoso rubro, ha quedado guardado en el tiempo, como aquellos que vendían el maní caliente en las canchas, las porciones de pizzas en las calles, los choripanes, mientras haya gente en las calles, va a perdurar. Dos de mis hijos recurren a vender como yo en las calles de Buenos Aires y les fascina”.