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Desde que el COVID-19 fue declarado una pandemia el mundo cambió. No sólo en acción sino también en pensamiento. Lo que antes se creía importante, aunque más no sea en la palabra, dejó de serlo. Como la actividad física y el deporte. Siempre fue salud. Ahora, una de las cosas que primero se prohibió para cortar los contagios. Aún en contra de un sinfín de estudios que daban cuenta de las bondades de tener una sociedad activa y de la baja probabilidad de transmisión en los clubes y gimnasios. En algunos lugares la cosa empezó a cambiar. En Santa Cruz todavía no.  

  • 12/06/2021 • 08:45
Es o no es, esa es la cuestión.
Es o no es, esa es la cuestión.

La pandemia del COVID-19 desnudó un sinfín de cuestiones. También trajo a discusión unos cuantos temas. Entre estos, el de si la actividad física y el deporte son considerados esenciales. Lo primero es que no. Al menos esto queda en evidencia en la mera práctica. Aunque son muchos los que así lo consideran. De este lado de la nueva grieta están los propios atletas y los demás profesionales del deporte. También forman parte de este grupo, no menos importantes por cierto, los médicos y otros especialistas. Las razones de los que están del lado del sí de la cuestión se conocen. Mucho por cierto. Sobre todo en este último tiempo se pudo leer y escuchar casi hasta el hartazgo sobre el tema. La incidencia de la actividad física o del deporte en la salud es tan evidente como incuestionable. A saber: Previene enfermedades no transmisibles como diabetes, hipertensión, problemas cardiovasculares y hasta cáncer, reduce los síntomas de la depresión y la ansiedad, mejora las habilidades de razonamiento y aprendizaje, asegura el crecimiento saludable, gestiona mejor la osteoporosis, reduce el riesgo de caídas y fracturas, mejora la coordinación corporal y permite tener un físico apto para disfrutar de la longevidad en adultos mayores. Según estudios hechos en Reino Unido, el riesgo repentino de muerte es un 20 ó 30 por ciento menor en personas activas con respecto a las sedentarias. De ese mismo trabajo se desprende que la actividad física salva hasta 4.000.000 de vidas anualmente en el mundo.

La inactividad impacta de manera negativa en los sistemas de salud, medioambiente, desarrollo económico, el bienestar de la comunidad y la calidad de vida.

Otros estudios realizados dan fe de que en pacientes COVID-19, el riesgo de cursar la enfermedad de manera grave es un 25% mayor en sedentarios y la mortalidad es hasta 8 veces más recurrente en las personas que no hacen ejercicio.

Siguiendo con las bondades de la actividad física, o mismo del deporte, esta anula o reduce la posibilidad de contraer o empeorar cualquier patología.  

El ejercitarse 180 minutos por semana ayuda a regenerar nuestro cuerpo y a construir salud, más allá de que otros no lo vean de la misma manera.

Enumerar los efectos positivos sería de nunca acabar. Los hay a chorros. No así las justificaciones por las que las autoridades gubernamentales, del país que se les ocurra, cerraron durante un largo tiempo los gimnasios y los clubes. Si hasta incluso se hicieron estudios que resultaron más que contundentes. En Europa, la tasa de contagios en los gimnasios fue de 0,78% sobre 100 mil visitas. Dicha investigación, realizada en colaboración con la Universidad Rey Juan Carlos y la Universidad Sheffield Hallam, comenzó a finales de septiembre del año pasado y analizó 62 millones de visitas a gimnasios en 14 países europeos.

Lo último en cuanto a datos positivos derivados de la actividad física o el deporte tiene que ver con las piletas. Según virólogos del Imperial College de Londres, en Inglaterra, el agua con cloro puede inactivar en 30 segundos el virus COVID-19. Lo que también demuestra que el riesgo de contagio en una pileta es igual de bajo que en un gimnasio o en un club.

El mismo caso es referido a los deportes de contacto, ya sean colectivos o individuales. Se demonizó a estos en los comienzos de la pandemia y se terminó comprobando que la posibilidad de transmisión es bien inferior. A niveles casi de no existir.  

Nada de esto fue suficiente para que las autoridades nacionales y provinciales decidieran prohibir la actividad física en el peor momento de la pandemia. Ni que todavía sigan pensando así y ante cualquier aumento de casos positivos lo primero que se restrinja sea el deporte.

Así como las voces en favor de la actividad física se replican de un lado de la grieta, desde el otro sólo se escucha decir no. De los por qué, ni noticias. No hay argumentos ni estudios ni siquiera hipótesis al respecto.

En España, el tema fue abordado con seriedad. La presión llevó incluso a que la cuestión tuviera que ser tratada políticamente. El fin de la discusión llegó en forma de ley. La actividad física y el deporte fueron declarados esenciales.

En Mendoza, la profesora Verónica Del Popolo presentó un proyecto ante la Legislatura local. Por ahora sin mayores novedades al respecto.

En Santa Cruz la situación no es diferente a la del resto del país. O a la mayoría del mundo. Se cree en eso de que el deporte es salud pero se actúa como si no.