Coronavirus

Es de Vietnam, vino por un día y El Calafate se convirtió en su nuevo hogar

El testimonio imperdible, en primera persona, de una turista que solo quería conocer el Glaciar Perito Moreno y se quedó mas de 4 meses por la Pandemia.  

  • 23/07/2020 • 09:55

Hieu es una joven oriunda de Vietnam, que renunció a su trabajo en New York y encaró un viaje por Sudamérica para tener “la aventura de mi vida”.

Viajó a El Calafate por una noche, y por la Pandemia está hace mas de 4 meses. Solo quería ver el Glaciar Perito Moreno, el que aún no pudo conocer. Pero fueron tantas vivencias que ella con convicción afirma. “Quería una aventura y la logré aquí”. Contó su experiencia.

¿Cómo un Calafateño, alguna vez te has preguntado qué hacen los turistas varados aquí durante una pandemia?

19 de julio del 2020: En este momento estoy sentada en la misma cocina del hostal que se ha vuelto mi casa hace dieciocho semanas, comparto mi habitación con dos franceses muy amables que conocí aquí y por cosas de la vida se encuentran en la misma situación que yo, nuestros días pasan bebiendo mate, cocinando empanadas, preparando chocotorta, comiendo facturas e intentando ser verdaderos Argentinos. 

Dentro de poco nos iremos de esta ciudad maravillosa que ha sido nuestro hogar por todo este tiempo y estoy meditando si es pronto o no para marcharme, no sé cuándo volveré a este lugar o cuando veré otra vez a mis nuevos amigos. El Calafate ha sido mi casa y he vivido con estos chicos durante mucho tiempo. Me pone muy triste cuando pienso en irme, pero también sé que voy a volver un día. 

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Es curioso volver la vista atrás y pensar cómo es que llegue aquí. En febrero de este año renuncié a mi empleo en Nueva York, donde trabajaba 80 horas a la semana, dejé todo lo que tenía para ir detrás de lo que consideraba “La aventura de mi vida”, sabía que sería un viaje que nunca podría olvidar, pero nunca pensé verme en medio de una pandemia mundial en un país todavía nuevo para mí, no obstante, me siento tan afortunada por todo lo que ha sucedido y sobre todo por esta aquí y haber conocido a personas tan increíbles.

Recuerdo que llegué por primera vez a El Calafate el sábado el 14 de marzo desde Punta Arenas, sin imaginar que esta ciudad sería mi casa durante casi cinco meses. Llegué en verano y planeaba pasar solo una noche aquí. Tenía un billete de ida para el día siguiente. La idea era conocer el glaciar Perito Moreno porque mucha gente me dijo que no había muchas cosas que hacer aparte de eso. Ahora sé que eso no era cierto y me alegra mucho, El Calafate es una ciudad pequeña pero lindísima, con mucho por hacer en ella y con gente simpática. 

Aún recuerdo el día que llegué y cuan entusiasmada estaba por ver el famoso glaciar del que ya había escuchado también hace siete años, cuando viví en Buenos Aires durante diez semanas y trabajé para una compañía de viajes. Leía mucho sobre esta “octava maravilla del mundo” pero no tuve oportunidad de verla en ese entonces. Es así que al llegar en marzo y cuando tuve el boleto, pensé: “Finalmente puedo verlo con mis propios ojos”. 

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Cuando llegué había al menos otras veinte personas en el hostal donde yo estaba, franceses, italianos, australianos y más, recuerdo que de noche estaba en la cocina con otras personas cuando una chica australiana vino y nos preguntó: “¿Quién tiene un boleto por el glaciar mañana? ¨, rápidamente levanté mi mano, y ella me dijo: “Está cerrado”. No quise creerle, ¡¿Cómo podía estar cerrado?! ¡Acababa de comprar mi boleto hace tres horas!; busqué información online pero no encontré nada. Luego me enteré que por desgracia, era cierto, que todos los parques nacionales en Argentina empezaron a cerrar ese domingo. Desde ese momento, todo cambió y mi viaje soñado dio un giro inesperado.

15 de marzo del 2020: Cada persona en el hostal lentamente fue tomando su equipaje y regresando a su país. Algo extraño sucedía en el mundo y el temor de todos se sentía en el ambiente, incluso yo, que solía ser muy serena sentía una gran incertidumbre sobre el futuro de mi viaje. Quiero mencionar aquí que soy de Vietnam pero vivo en EE.UU hace muchos años. La decisión de qué hacer era muy complicada, por un lado viajar a Vietnam con mi familia era muy caro (casi 10.000 dólares) y resultaba imposible para mí. Por otro lado volver a EE.UU tampoco era una buena opción porque todo estaba muy complicado por allá: la situación del Covid-19 en Nueva York  avanzaba rápidamente.

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Para ser completamente honesta, fue muy difícil para mí al principio cuando toda esta locura empezó, por muchas razones personales. Cuando trabajaba casi dieciocho horas al día, imaginaba lo bueno que sería este viaje único en la vida. Y una Pandemia claramente no era parte de ese sueño. 

Estaba confundida, enfadada, triste y me preguntaba por qué me pasaba algo así. Sin embargo, después caí en la cuenta de que tenía más suerte que otras personas, estaba segura y sana. 

También me di cuenta que ahora tenía mucho tiempo y esto para mí era un regalo que nunca había tenido antes, cuando trabajaba sin parar y no tenía una vida propia. Es entonces cuando decidí que era lo que era, el  Covid-19 era real y lo único que podía controlar era mi forma de hacerle frente a esta nueva situación. Respiré profundo y continué. 

Me alegro de haberlo hecho porque desde ese día donde afronte mi nueva realidad hasta hoy he crecido y aprendido muchísimo. Una de las decisiones más importantes fue quedarme en El Calafate y esperar. 

Después algunos días en el hostal solo quedamos ocho personas entre ellos cinco franceses, un italiano, un alemán y yo (2 mujeres y 6 hombres para ser exactos). Tres de nosotros tuvimos que hacer cuarentena porque estábamos en Argentina menos de 14 días hasta ese momento (incluyéndome a mí). Sin embargo teníamos mucha suerte de quedarnos en un hostal que tiene un jardín trasero grande donde podíamos tener aire fresco mientras esto transcurría. 

Pasamos el tiempo con varias actividades, cocinábamos, hacíamos  ejercicio, nos conocíamos mejor, contábamos muchas historias, compartíamos  risas y más. Cuando acabó la cuarentena para mí y podía ir a La Anónima, estaba muy feliz. Para ser honesta, aunque el gobierno de Argentina sea muy estricto y la situación sea frustrante para mucha gente, me sentía mucho más segura aquí.
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Debo mencionar que El Calafate ha hecho un buen trabajo en controlar COVID-19. Las medidas tomadas por las autoridades han sido adecuadas. No soy de aquí, pero me siento orgullosa y afortunada de haberme quedado en esta ciudad, que como ya dije se ha vuelto mi hogar este tiempo, en el hostal debido a la cuarentena nos convertimos en una familia, hemos compartido muchas experiencias juntos. 

Mirando hacia atrás, no puedo imaginar cómo hubiera podido sobrevivir este periodo tan extraño de mi vida sin ellos. Llegué sola pero nunca me sentía solitaria gracias a ellos, cada uno tenía algo que ofrecer para mejorar la experiencia juntos.

Sin embargo como es parte de la vida, la gente viene y se va. Cada uno iba regresando a su país. Cada vez que una persona se iba era muy difícil para mí. Sé que apenas los conocía, pero pasamos mucho tiempo juntos, y sentía como si los hubiera conocido por años. Era divertida la convivencia juntos pero entendía  que su partida era lo mejor para ellos.  

El tiempo avanzó rápido, llegó junio y solo quedábamos tres personas, dos  franceses que eran hermanos y yo. Desde ese momento hemos sido compañeros de cuarto durante dos meses y medio. 

El viaje de ellos era interesante, viajaban con las motocicletas que compraron en Chile y así como yo quedaron varados en El Calafate. Tengo que decir que tengo muchísima suerte de tenerlos. Ellos son simpáticos, amables y no podría pedir mejores compañeros.

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Además, he hecho con ellos muchos experimentos con cocinar y hornear (nunca había hecho antes de la cuarentena). Ellos comen todo lo que yo hago incluso si no está rico. 

Como buenos Argentinos, hicimos nuestro propio asado en el jardín trasero. ¡Nos encanta asado argentino! También me enseñaron a hablar francés, a cortar madera, a hacer fuego, a construir un muñeco de nieve y mucho más. 

Juntos, exploramos muchos lugares en El Calafate cuando todos podían salir libremente. Pasear por la costanera es siempre una buena idea porque es hermosa. También fuimos a Punta Bandera, los cerros o algunos otros sitios con las motocicletas. Lo sé, estábamos locos conduciendo las motos con el frío que hace aquí, pero no teníamos otras opciones ¿Y saben qué? Valió la pena todas las veces que lo hicimos  (aunque hayamos tenido que vestir con toda la ropa que poseíamos para abrigarnos). 

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He conocido El Calafate en casi todas sus estaciones y puedo decir que el verano y es muy lindo, el otoño también, pero en invierno la ciudad se convierte en un cuento de hadas. Todo está cubierto de nieve. Los cerros llenos de nieve son mágicos. Cuando la bahía se congela y todo el mundo la disfruta patinando o usando un trineo, es divertido y tranquilo al mismo tiempo. 

Lago Argentino es una verdadera joya. El camino a la Cascada Congelada es tan hermoso. Sin embargo, tengo que decir que uno de mis paseos favoritos es simplemente ir a Diarco o La Anónima arriba porque la vista desde ellos es muy bonita. Además nos hicimos amigos de otros turistas y algunas personas locales (incluyendo la dueña del hostal y su familia) que son muy hospitalarios. Siempre me pregunto que cómo es que tuve tanta suerte de quedar estar varada en esta ciudad maravillosa. 

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Ahora, nos queda una semana aquí y aún esperamos que poder conocer el glaciar antes que irnos, es la razón por la que vinimos aquí. Sin embargo, aún incluso si no lo logramos, El Calafate es un lugar que me encanta y nunca olvidaré. Estar varada aquí definitivamente no estaba en mis planes, pero cuando todo está fuera de tu control, solo tienes que aprovechar al máximo la situación ante ti. He sido muy optimista durante este periodo y me digo a mí misma que “Siempre puede ser peor”. Sé que gané el premio gordo al estar varada aquí. 

He vivido en ciudades grandes toda la mi vida y nunca pensé me enamoraría de esta ciudad tan pequeña pero tan bonita a la vez. De hecho, El Calafate tiene todo y está llena de sorpresas, los cerros, la vista, la comida (por favor denme todas las empanadas y dulce de leche cuando me vaya) y especialmente la gente. Quería una aventura y la logré aquí.

¡Muchísimas gracias por algunos de los mejores recuerdos de mi vida!

Como dice el cartel en la avenida principal: I Love Calafate! ¡Hasta la próxima vez! (Ahora Calafate)