Opinión | | Por Florencia Navarro

El burnout: Cuando cuidar quema

Columna de opinión. 

  • 13/12/2023 • 16:00

En mis 14 años de experiencia en la atención a pacientes con enfermedad oncológica he observado los impactos que trae en la persona que recibe el diagnóstico y pude ser parte de acompañamientos comprometidos y rigurosos, que permitieron alivianar el sufrimiento psíquico de los pacientes.

Hay otra realidad: los pacientes casi siempre están acompañados por personas de la familia o de su círculo cercano que desde el momento del diagnóstico se comprometen en las tareas de cuidado en todo el proceso de la enfermedad.

Esta posición encierra, por una parte, una gran muestra afectiva hacia la persona enferma, por reconocerla y priorizarla con el fin de que pueda sentirse lo mejor posible, pero también esto conlleva una gran responsabilidad y tiempo disponible para la tarea, que la mayoría de las veces representa dejar de hacer lo que era habitual antes del diagnóstico como trabajar, compartir con amigos, hacer alguna actividad deportiva o simplemente tener un tiempo personal para el desarrollo de proyectos propios.

En la vorágine que puede resultar la atención que se brinda a los pacientes que se encuentran atravesando el cáncer, muchas veces este rol se torna invisible. Si bien desde el espacio de acompañamiento psicológico se incluye a la familia, puede ser muy difícil sostener algo similar para los cuidadores informales.

Esto pasa por muchas razones, entre ellas por los recursos humanos, los profesionales que trabajamos en la atención psico-oncológica, que solemos tener mucha demanda para la atención de pacientes porque somos pocos. Por otra parte, existe la dificultad de los cuidadores de realizar tareas que difieran de las relacionadas al cuidado de su familiar enfermo, debido a la complejidad del proceso.

Suele ser muy difícil desligarse de ellas y al ser solicitados para su atención suelen encontrarse muy limitados. Esto puede ocasionar que en estas tareas de cuidado se experimente algún malestar significativo a nivel emocional, físico y espiritual.

El burnout (estar quemado) es un síndrome que se caracteriza por un agotamiento físico y emocional, una pérdida de motivación y una actitud negativa hacia el cuidado y hacia uno mismo. Está muy desarrollado en trabajadores y en cuidadores formales, pero existe poca investigación sobre los cuidadores informales. Este síndrome puede tener graves consecuencias para la salud y el bienestar de los cuidadores y de las personas a las que cuidan.

Para prevenir y afrontar el burnout, es bueno seguir algunas de las siguientes recomendaciones:

-Reconocer y aceptar sus propios límites y necesidades, esto es cuidarse para poder cuidar mejor. Es importante respetar los tiempos de descanso, ocio, sueño y alimentación y delegar funciones cuando sea posible.

-Buscar apoyo social y emocional cuando se sientan solos. Es recomendable mantener contacto con quienes puedan brindar apoyo o incluso con otros cuidadores que estén atravesando las mismas situaciones y así poder acompañarse mutuamente.

-Fomentar una actitud positiva y realista. Los cuidadores informales deben valorar el trabajo que realizan y reconocer sus logros, porque suelen tener expectativas muy altas y eso genera frustración.

-Aprender a manejar el estrés, muy habitual en estas situaciones, a través de actividades como ejercicios físicos y de relajación y respiración.

-Formarse e informarse sobre el cuidado. Pueden mejorar sus habilidades y su confianza si se capacitan sobre el tema. Es esencial recibir información de fuentes confiables y formarse con profesionales.

Es importante reflexionar sobre estas tareas tan importantes para poder visibilizarlas y reconocerlas. En lo personal, quiero cerrar esta columna agradeciendo a las personas que se ocupan de cuidar y deseo que siempre los podamos ayudar a alivianar su tarea.