Columna

Cómo ayudar el doliente

Por Bernardo Stamateas. 

  • 27/12/2020 • 09:20

Cuando un duelo por la pérdida de un ser querido no sigue su curso natural, hasta agotar el dolor, se convierte en patológico. Entonces el sobreviviente, muchas veces, deja la habitación y todo lo que pertenecía a quien partió tal como estaba, aunque hayan pasado los años; y, en ocasiones, hasta puede llegar a hablar con su familiar que ya no está.

En un proceso de duelo normal, el dolor, si bien nunca desaparece por completo, finalmente se transforma y nos transforma. Pero cuando el proceso se estanca y no fluye, el dolor es cada vez más profundo a través de los meses y los años. Entonces el doliente no puede hablar de la persona que falleció y siente que se desgarra cada vez que la recuerda. Esto se conoce como “intensificación del duelo”.

Lo que sucede allí es que uno no puede soltar, emocionalmente hablando, al que se fue. Soltar es fundamental porque la intensificación, si continúa en el tiempo, puede derivar en una depresión profunda. Por lo general, sobre todo después de mucho tiempo, esa intensificación del duelo en realidad no es por la pérdida reciente, sino que se remite a otra pérdida anterior más atrás en el tiempo que no fue elaborada y vuelve a emerger.

Entonces es como si surgiera otro conflicto que no tiene que ver con esa pérdida. Es por ello que siempre se les aconseja a los dolientes “gastar el dolor”. ¿Qué significa gastarlo? Expresarlo, exteriorizarlo. Fundamentalmente hablando y, si esto no es posible, mediante la escritura. Para las familias que han perdido un ser querido, es muy aconsejable, por lo menos una vez por semana, juntarse a hablar, llorar y recordar a quien partió. Esto ayuda a que el dolor se canalice y es una es una manera de rendirle un homenaje.

Hace poco alguien que perdió a su esposa me comentó: “Bernardo, yo estoy las 24 horas con dolor, con desgarro”. Los seres humamos podemos mirar el sol un rato, pero no podemos mirarlo las 24 horas porque nos haría daño. Lo mismo ocurre con el dolor. No es sano pasarse las 24 horas a solas con el dolor. Al principio ocurre, necesitamos permitírnoslo y es normal. Pero, a medida que pasa el tiempo, debemos establecerle un marco o espacio a lo que sentimos frente a la pérdida.

El dolor es sagrado y se lo debe honrar. Y, en lo posible, no hay que ensuciar el duelo sino transitarlo sin resistencia. ¿Qué implica ensuciarlo? Castigarse mentalmente por lo que se hizo o se dejó de hacer, responsabilizarse por lo sucedido, deprimirse y tirarse en la cama todo el día y acciones similares. Uno sufre porque ha amado y el duelo es la expresión de ese amor. Una forma de honrar el dolor es precisamente evitar ensuciar el duelo, transitándolo de manera digna. Es posible sufrir sin lastimarse.

Al doliente, hay que acompañarlo sin explicarle lo que pasó ni darle consejos. El dolor es una pregunta que no tiene respuesta. No hay explicación que valga. Lo importante es la presencia que a veces será en silencio, pero transmitirá el mensaje que todos necesitamos en ese momento: “Acá estoy, contá conmigo para lo que necesites, yo me acomodo a vos”.

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Dr. Bernardo Stamateas, Dr. En Psicología.