Columna

2020: En el año de la pandemia valorizamos la política y la ciencia

Por Rubén Zárate *

  • 28/02/2021 • 12:28
Rubén Zarate.
Rubén Zarate.

El COVID-19 permitió a los ciudadanos valorar las interacciones entre ciencia, políticas públicas y decisiones de gobiernos. Los artículos en revistas científicas, tradicionalmente para grupos reducidos, quedaron bajo el escrutinio público como un nuevo patrimonio democrático. Su masificación renueva lenguajes, impulsa agendas públicas y exige nuevas competencias a los funcionarios.

Crear y hacer con conocimiento argentino

A un año del inicio de la pandemia se empiezan a conocer evaluaciones sobre el desempeño de los países, tanto en el manejo de la emergencia como en variados aspectos vinculados a escenarios de mediano y largo plazo. En este contexto hay un creciente reconocimiento por la forma que Argentina aprovechó sus capacidades científicas para responder a la pandemia.  

La recuperación del estatus ministerial, que había eliminado el gobierno de Cambiemos, permitió que Roberto Salvarezza, Ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, creara la Unidad Coronavirus. Ésta y otras decisiones desde el inicio de la pandemia pusieron en el centro de las políticas públicas el uso intensivo del conocimiento.

Esta Unidad integrada también por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y a la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (Agencia I+D+i) coordinó a toda la comunidad científica para dar respuestas urgentes al COVID-19.

Solo siete días después del Decreto de Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio (ASPO) la Agencia I+D+i realizó una convocatoria a Ideas Proyectos (IP) para resolver los problemas que generaba el SARS-CoV-2, la respuesta de la comunidad científica y del sistema de innovación, que incluye también empresas tecnológicas, universidades y decenas de centros e institutos, superó todas las expectativas, se presentaron más de 900 IP.

Ese proceso generó más de un centenar de Proyectos que abordan problemas críticos de la política sanitaria y brindan soluciones aplicadas de forma inmediata. La conformación de equipos ratificó el rol del CONICET y las Universidades en la formación de personas de alto nivel científico, los resultados inmediatos en productos y servicios destacan el rol estratégico de la Agencia I+D+i como gestora y financiadora de estos proyectos.

Al respecto, su presidente Fernando Peirano señala: ¨La Agencia pasó exitosamente la prueba. La pandemia puso luz en dos roles: crear capacidades de manera diversas durante años (un rol que se cumple con el financiamiento basal) y el rol de expresar esas capacidades de manera focalizada cuando resultó necesario contar con soluciones concretas¨.

Respecto de la capacidad para dar respuesta a la urgencia agregó: ¨Para este segundo aspecto, las acciones no solo deben ser eficaces sino también oportunas. El apoyo va más allá de otorgar fondos, se trata también de estructurar buenos proyectos y nutrirlos de acompañamiento. Luego de seleccionadas las IP, se armaron los proyectos en diálogo entre los equipos y la Agencia (en algunos casos ese derivó en asociar equipos) y cada dos meses se realiza una reunión técnica que complementa la supervisión administrativa¨.

Los resultados son visibles en general para los gobiernos de todas las jurisdicciones y en particular para los responsables de la salud. Argentina es uno de los pocos países donde el sistema de salud no colapsó de forma dramática, las medidas sanitarias se pudieron complementar con estos productos superando la escasez mundial; nuevos kits de diagnóstico, terapias novedosas, herramientas para la gestión epidemiológica, entre otros, empezaron a desarrollarse y fabricarse en Argentina.

También se pudieron aprovechar esfuerzos anteriores como los referidos a los respiradores cuya producción se basó en empresas que ya habían recibido financiamiento y apoyo científico. Éstos y algunos productos nuevos se abrieron al mercado exportador de forma exitosa.

Más de 25.000 científicos y tecnólogos, al menos 1500 empresas tecnológicas y una gran cantidad de centros e institutos de I+D integran este ecosistema innovador que se vincula de forma directa a la Agencia I+D+i, muchos de ellos han sido claves para abordar el desafío del COVID-19.

Las alianzas público-privado han mostrado su viabilidad y pertinencia, ya son un ejemplo para muchos otros desafíos del país, tanto nacionales como regionales.  

La rapidez de la curva de aprendizaje a la que se sometieron personas e instituciones y las respuestas eficaces y oportunas en medio de la crisis, muestran que el país tenía más capacidades que las usadas años anteriores; muestra también que si un gobierno pondera el conocimiento como fundamento de las políticas públicas éstos se pueden poner en valor y solucionar problemas concretos y urgentes.

Como señala Yuval Noah Harari, historiador y filósofo israelí, ante situaciones similares, existiendo las capacidades científicas si no se usan adecuadamente debe señalarse que “será un fracaso humano y, más precisamente, un fracaso político…¨, porque, “…2020 mostró que la humanidad está lejos de ser indefensa. Las epidemias ya no son fuerzas incontrolables de la naturaleza. La ciencia las ha convertido en un desafío manejable¨.

La ciencia y los desafíos manejables para las políticas públicas

Aún en los momentos más agudos de la crisis mundial la política mostró su carácter insustituible, de ninguna manera sus decisiones durante la pandemia pudieron sustituirse por lógicas científicas, algoritmos o modelos tecnocráticos. Pero, también quedó claro que no es posible mejorar la política sin aprovechar los conocimientos científicos y tecnológicos.

Peirano señala que este proceso también abrió un interesante debate en la comunidad científica nacional donde la Agencia I+D+i que preside debe incluir la búsqueda de resultados concretos a los desafíos que enfrentan los gobiernos y no solo del propio avance de la ciencia.

Esto no está exento de tensiones por la persistencia de ciertas comunidades científicas y universitarias más volcadas hacia el avance de sus propias disciplinas y objetos de estudio, e incluso de las políticas editoriales mundiales, que a las necesidades y demandas de gobiernos y sociedades, más aún cuando se trata de urgencias.  

Un aspecto que se debe distinguir, sostiene Peirano, es el de ¨clarificar mejor al interior del ámbito de las acciones focalizadas el enfoque de Misiones Vs el de Problema-Solución, donde la gran diferencia está en la eficiencia de recursos. Las Misiones suponen orientar acciones desde muchos ángulos y disciplinas para generar un escenario donde finalmente se puede lograr un objetivo de tal magnitud que se asemeje a un cambio de paradigma; un ejemplo sería responder a la transición energética alentando las ingenierías, la química pero también la economía y otras ciencias sociales para que generen condiciones para alcanzar ese gran objetivo¨.

Mientras que, sigue el presidente de la Agencia I+D+i, ¨el enfoque Problema-Solución es más acotado y puntual. Acá se trata de definir un reto o desafío y convocar a las capacidades previamente existentes para que se traduzcan en una resolución del problema. COVID-19 aportó un escenario excepcional en ambos aspectos¨.

Ambas alternativas están presentes y desafían sobre cómo mejorar los diversos niveles de gobierno en la actualidad. Estos enfoques, de acuerdo a la temática que traten, no tienen por qué excluirse mutuamente. Sus resultados, al final, siempre permitirán distinguir los funcionarios que funcionan y los que no.

Muchos de los desafíos contemporáneos enfrentan cambios de paradigma, que podrían organizar por misiones las actividades de los organismos de ciencia y tecnología, mientras que otros deben removerse de forma más eficiente y rápida, delimitando los problemas, muchas veces en el tiempo de un período de gobierno. 

Intercambio de problemas y buenos gobiernos

Gobernar es siempre un intercambio de problemas y la eficacia de su abordaje solo puede evaluarse por los resultados. El mejor desempeño es siempre pasar de un problema de baja calidad a un problema de mejor calidad. Por ejemplo, los problemas de obtener kits de diagnósticos de producción nacional y terapias al alcance de la sociedad en una pandemia son de mejor calidad que no tenerlos y provocar el colapso de los sistemas de salud.

La experiencia de esta época de pandemia mostró que se puede utilizar de forma intensiva la capacidad científica y tecnológica instalada en el país, pero que también hay mucha capacidad que aún las políticas públicas no utilizan, tanto para formular los problemas de gobierno como las soluciones efectivas.

Comprobamos que muchos productos críticos pueden hacerse en el país. Aquellos que periódicamente cuestionan el financiamiento científico ahora tienen evidencias de la debilidad de sus argumentos.

* Profesor Titular e Investigador I del Instituto de Trabajo, Economía y Territorio de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral.