SIETE PECADOS CAPITALES

ENVIDIA

El satélite argentino construido desde la nada, que es envidiado en el mundo, y que representa uno de los avances tecnológicos más grande en la historia de nuestro país. Miguel San Martín, el patagónico al que la NASA debió esperar 20 años para que liderara la segunda misión más importante a Marte.

  • 24/11/2018 • 11:50
“La humanidad debe invertir en ciencia y tecnología”
“La humanidad debe invertir en ciencia y tecnología”

*Por José Antonio Villanueva

La (horrible) sensación de ir a dormir sin saber si aquello que uno esperaba, sucedió o no. Eso sintió Miguel con 17 años el 20 de julio de 1976 en la chacra de sus padres, en Villa Regina, Río Negro. Había escuchado todo lo que duró la transmisión del lanzamiento de la misión Viking de la NASA que debía aterrizar en Marte, pero no escuchó la confirmación. Se fue a dormir.

Al día siguiente fue al pueblo con sus padres, rápidamente entró a un kiosco y miró la portada en blanco y negro del diario Río Negro que decía: “El Viking llegó a Marte”. 

“La misión me convenció de lo que quería hacer en la vida”, contó Miguel San Martín (59),  el argentino Ingeniero Electrónico en astronáutica con especialización en aeronavegación y control, cuyo único trabajo en su vida fue en la NASA.

Veinte años después de Viking, Miguel participó de la segunda misión de la Nasa al planeta rojo. “Nunca me imaginé que nada iba a pasar en 20 años, y que la próxima misión, la Mars Pathfinder, sería en la que trabaje. Es un poco de ironía y sorpresa porque pensé que en 20 años iban a ir muchas veces, pero no, el programa a Marte quedó congelado, porque había expectativas de encontrar vida en Marte y como no se encontró, se pinchó la cosa,  y tardó en construirse un nuevo programa con Marte”, precisó y agregó que con la misión de Viking “quisieron hacer un gol olímpico y no les salió”.

En la agencia espacial que plantó bandera en la luna, Miguel ya había participado en la misión Magallanes a Venus (1989-1994) y la de Cassini a Saturno. Luego le siguieron las misiones  Spirit y Opportunity en Marte, pero el logro que lo hizo llorar de alegría, porque lideró  el equipo para que esto fuera posible, fue el aterrizaje del Curiosity en Marte el 5 de agosto de 2012, que confirmó la existencia de agua en la superficie marciana.

Trabajó en la misión durante ocho años muy intensos, con un presupuesto de 2500 millones de dólares. Pero el éxito no fue fácil. Cuatro días antes del aterrizaje del Curiosity -el “miércoles  negro” como lo denominó Miguel en una de sus charlas TEDX en Río de La Plata- detectó en error de 4 centímetros en el software de navegación que estuvo presente durante seis años. 

Se lo comunicó a sus superiores. Transcurrieron dos días de simulaciones y análisis. Hubo una reunión un sábado, 24 horas antes del aterrizaje para “la gran decisión”, y el jefe del proyecto decidió avanzar y se debía corregir el error mediante un comando. La otra opción era cancelar. “Nadie quiere ser quien erró el penal en la final”, dijo en la charla.

Al día siguiente, en su puesto en el centro de control estaba nervioso. En su mano tenía un papel y leyó las palabras del presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt: “Mucho mejor es intentar grandes cosas, lograr triunfos gloriosos aún salpicados por fracasos que unirse a esos espíritus que no disfrutan ni sufren mucho porque viven un ocaso gris que no conoce ni la victoria ni la derrota”.  Se tranquilizó. Estaba feliz. Miguel “estaba en el lugar  donde quería estar”.

-Usted contó que los chicos le preguntan cómo se llega a la NASA, algo que lo alegra, pero que lo entristece por un lado ya que le gustaría que se queden en Argentina estudiando para enriquecer la ciencia.

Estados Unidos económicamente está en una situación mejor, y así y todo hay controversia para quienes piensan que no hay que gastar en estas cosas hasta resolver otros problemas importantes de la sociedad. También acá se debate la cuestión, pero por suerte hay un grupo  bastante grande y político o que piensa que es importante para la Nación y por lo tanto ponen dinero. Pero acá también hay un debate, es a otra escala, pero es un debate saludable.

Hay una cantidad no mucha, ni muy poca… Yo creo que la sociedad, que la humanidad debe invertir en ciencia y tecnología. No solamente desde el punto de vista por los beneficios, sino simplemente por el conocimiento en sí mismo que tiene su valor. Cuando una sociedad invierte en conocimiento siempre salen cosas que nos ayudan a vivir mejor. Lo que me gusta decir es que si no hacemos nada, no vamos a lograr nada.

-En nuestro país se realiza la investigación espacial como el proyecto SAOCOM. Invertir en ciencia no es algo común que se reclame.

Me parece muy bien lo que se hace porque es con grandes sacrificios económicos. Argentina  tiene sus problemas, pero hay que aumentar eso, porque se han hecho muchos avances, y más sería una lástima que no siga, sería una tragedia.

Así como la NASA lo esperó 20 años para que participe de la segunda misión a Marte, Miguel dijo que estará “muy feliz” si  participa de la misión que pondrá un hombre nuevamente en la Luna, o si el hombre planta una bandera en Marte. ”De ahí a colonizar Marte, me parecería increíble, pero me parece que no llego”, confesó.

El padre de Miguel construyó caminos en la Patagonia, particularmente el de Bariloche hasta Llao Llao. Junto con sus tíos fueron pioneros cuando esas tierras eran “una aventura” en la década del 30. Es muy probable que Miguel siga imitándolos.

 

Miguel festejando con el equipo de la Nasa, el aterrizaje del Curiosity en 2012.

El satélite argentino único en el mundo 

EL SAOCOM 1-A, satélite lanzado el 7 de octubre desde la Base Vandenberg, ubicada en California, Estados Unidos,  fue construido íntegramente en Argentina: En Ciudad de Buenos Aires, Córdoba y Río Negro.  Solo Japón pudo construir uno igual en el mundo, aunque el argentino es más “versátil y sensible”.

“Ni nosotros mismos tomamos dimensión”, sostuvo la investigadora principal de la Misión SAOCOM de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), Laura Frulla.

“Fue un desafío muy grande y no nos damos cuenta todavía de lo que hicimos”, agregó la  Doctora en Física. “Para Argentina nos posiciona en Latinoamérica como los líderes, más allá que está Brasil, que tiene una trayectoria en la parte satelital, pero no hay nadie más, y en el mundo tampoco, salvo los japoneses”, señaló.

Se empezó a “hablar” de construir el satélite en el año 2000, pero recién se estuvo en condiciones de iniciar su construcción en 2006. El grupo de especialistas argentinos trabajó desde la nada, analizó las probabilidades y tuvo el apoyo de la Agencia Espacial Italiana para recibir conocimiento.

“Después hubo muchos cambios, porque pedimos un proyecto, y nos daban el presupuesto pero debíamos demostrar el retorno  que iba producir, es decir, que la inversión ampliamente paga el satélite”, destacó.

El satélite además del uso académico, tendrá un uso comercial, ya que se utilizará en la agricultura y recabará datos de la siembra, fertilización y riego.

“Se analizaron estudios económicos para la veta más fuerte, que económicamente fue la agricultura”, indicó Frulla.

Originalmente la antena iba ser de 20 metros cuadrados, pero luego debió cambiarse a 35 metros cuadrados lo que implicó “rediseñar todo”. ”No cualquier instrumento de radar puede hacerlo con la sensibilidad de éste”, apuntó.

El satélite de 10 metros y tres toneladas, tiene una capacidad de penetración en banda L, es decir, puede penetrar el suelo desnudo y seco y medirlo hasta 2,5 metros de profundidad. La Agencia Espacial Europea trabaja en banda C.

“El país necesita de todo: Alta tecnología, investigación profunda, necesita en todas líneas que abarcan todas las profesiones”, sostuvo al ser consultada por uno de los tres temas que abordó el 3º Foro Internacional del Espacio que se realizó días atrás en Buenos Aires, y que abordó “la educación para la creación de capacidad científica y técnica de alto nivel y contribuir a un mayor desarrollo socioeconómico de la región”. (Allí también se avanzó en formar una Agencia Espacial Latinoamericana).

“Para hacer esto tuvimos que aprender y aprendimos solos, por supuesto colaboraron en el nivel de transferencia de conocimiento la Agencia Espacial Europea”, precisó.

El satélite argentino se integrará con cuatro satélites italianos del SIASGE (Sistema Italo-Argentino de Satélites para Gestión de Emergencias) que ya están orbitando -y que trabajan en la banda X- cuando el año que viene lancen el SAOCOM 2. “Orbitados obtendrán imágenes con 10 minutos de diferencia. La banda X me da la información de la superficie, pero la banda L puede penetrar y puedo obtener de una misma región distintos niveles de información lo cual suma la hora de interpretar algo”, contó.

-El satélite se construyó en Córdoba, Río Negro y Ciudad de Buenos Aires.

Tiene siete paneles y el problema era cómo desplegar esos paneles, y otro desafío era que la antena debía ser plana durante toda la vida útil. Todo ese mecanismo y detalles los manejó la Comisión Nacional de Energía  Atómica. En Río Negro estuvimos con el INVAP, en Córdoba con el laboratorio de ensayos de CONAE, en donde se integraron los módulos, en la parte de la colaboración de la Agencia Espacial Italiana. Se desarrolló por partes y se tuvo que integrar todo.

 

-El año que viene se lanzará el otro Satélite, SAOCOM 2.  ¿Cuál es el objetivo a futuro?

Desde Argentina en CONAE tenemos distintos planes. Es una inversión económica de recursos humanos, un gran esfuerzo que hay que capitalizarlo, y también el esfuerzo del usuario que se acostumbre a utilizarlo porque debemos poder darle continuidad. El SAOCOM no llevará más tiempo, y estamos en la línea de construir satélites chicos. Es decir, satélites pequeños con antena de un metro. Con 10 satélites ver como puede hacer para generar la misma información que con un satélite de una antena de 10 metros. Esto es un gran desafío porque  el desafío está en la comunicación entre los satélites, deben estar muy bien comunicados operando en fases.

 

-Existe el  debate de por qué se debe invertir en ciencia y tecnología,  cuando en nuestro país  faltan muchas cosas básicas.

Hay muchas cosas que se necesitan en Argentina. Estamos pasando una situación muy particular, difícil realmente. Esto es lo que nos va hacer avanzar, creo que hay que poner un poco de todo. La gente tiene que comer porque si no come no podrá avanzar, pero los que estamos en estos temas podemos ayudar la sociedad en este punto. Es la forma que tenemos para colaborar, esto nos permitirá estar adelante internacionalmente y es lo que también internacionalmente hará que nos tengan confianza, así que de alguna manera es lograr la confianza afuera y de nosotros mismos. Eso puede ayudar a avanzar y trabajando sobre la tecnología también se ayuda  a esta necesidad que hay en el país, porque si no siempre nos vamos a quedar en el mismo punto, y no saldremos. Debemos generar un punto de inflexión que nos haga cambiar la pendiente y desde este lugar, lo podemos lograr.

Los argentinos en el lanzamiento de SAOCOM-1ª- (Foto: Agencia CTyS-UNLaM)

 

EL EXAMEN (una breve historia de envidia)

Oscar había practicado toda la semana. Teorema de seno coseno, factor en grupo, logaritmo, logaritmo natural, etc, etc, etc.

Entró al aula, esa que había visitado durante todo el año pero no como un alumno regular que asiste a clases, sino para rendir la última materia de quinto año que le quedó “colgada”, luego de su egreso: Matemática.

Entró solo al aula en el segundo piso del colegio. Vestía el guardapolvo que ya estaba gris, y que le recordaba que aún era preso del colegio. Él no lo sabía, pero afuera del aula, su padre se quedó esperando 30 minutos sentado en una silla. El examen duró dos horas.

Salió. Estaba asustado, nervioso. Tenía que esperar al costado de la escalera. 20 Minutos después el Profesor, un hombre bajito y sencillo, le comunicó a su inevitable destino: No aprobó.

De allí en adelante los detalles del por qué entraron y salieron por sus oídos. No quería escuchar, no podía escuchar.

Mientras abandonaba el pasillo y bajaba por las escaleras, divisó a un chico que creyó haber visto antes. Era un poco más grande que él, cerca de 20 o 22 años. Ese individuo aprobó, sonrió y recibió las felicitaciones del Profesor bajito. Le dio bronca. Él no lo logró, el individuo sí.

Una semana después volvió a rendir el examen, gracias las posibilidades del sistema educativo. Aprobó. Eso era lo único que le importó. Pero la curiosidad pudo más y no se aguantó. Le preguntó al Profesor bajito, quién era ese individuo que aprobó el examen y a quien felicitó con grandilocuencia, quizás exagerada para él.

-“Ese chico egresó hace tres años. Ya era hora y por suerte aprobó”, le dijo el Profesor bajito. Oscar se dio cuenta que envidió durante  una semana algo que no quería.