Entrevista

Enrique Francisco Segura: “Un santacruceño que tiene la batuta en Francia”

Desde hace dos años reside en la ciudad de París, adonde continúa su perfeccionamiento como Director de Orquesta. En una entrevista exclusiva con TiempoSur, dio detalles de sus inicios con la música, su formación y los nuevos proyectos. Además tuvo afectuosas palabras hacia sus amigos, maestros y su querida Río Gallegos natal. 

  • 21/01/2018 • 11:49
Enrique Francisco Segura, Director de Orquesta.
Enrique Francisco Segura, Director de Orquesta.
Foto 1 de 6

Es indudable que la música nos permite llegar a lugares inimaginables y expresar a través de las emociones lo que las palabras no pueden describir. Quizás parezca una frase común y hasta suene repetitiva pero nos pareció la manera adecuada de comenzar el relato de una historia que se originó un 7 de diciembre de 1991 en la ciudad de Río Gallegos y que tras veintiséis años, continúa escribiéndose con nuevos desafíos y proyectos.

Lejos quedaron los primeros pasos por el coro municipal infantil y el Conservatorio Provincial de Música “Rvdo. Padre Eugenio Rosso”, el Instituto Privado de Educación Integral y el Colegio Salesiano, pero siempre la esencia siguió siendo la misma: “Los afectos a pesar del tiempo y las distancias y la perseverancia por alcanzar un sueño”.  

Hoy en TiempoSur, nos permitimos hacer un recorrido por algunos aspectos de la vida de Enrique Francisco Segura, un músico santacruceño que por esas cosas de la vida y el destino, reside actualmente en la ciudad de París, desde donde tuvo la deferencia de dialogar con nosotros.  

-¿Qué recordás de tus primeros años en Río Gallegos? ¿De qué manera surgió tu relación con la música? 

- Nací en 1991 en la Clínica Medisur de la ciudad de Río Gallegos. Hice la escuela primaria en dos colegios. Fui al IPEI (Instituto Privado de Educación Integral) de 1° a 3° grado. A partir de 4° grado fui a estudiar al Colegio Salesiano. De ambos colegios tengo excelentes recuerdos y, sobre todo, grandes amigos. Sin embargo, mi relación con la música nació en mi casa, de la mano del folklore. Mi papá se acompañaba con la guitarra y a mí me gustaba cantar con él. A los 7 años, mi mamá me llevó al Coro Municipal Infantil, que en ese momento lo dirigía Magdalena Ametrano, su creadora. 
Cuando hice la comunión, me enteré que existía el Coro de la Iglesia de San Vicente de Paul bajo la dirección de Graciela González, y ahí también me incorporé. Debo decir que desde aquellos días, tanto la actividad coral como la folklórica siguieron estando muy presentes en mi vida cotidiana.

-¿Cuál es el camino que transitaste a lo largo de tu formación musical?

-Si bien es cierto, que siempre estuve desde chico vinculado con la música, nunca había tenido una formación musical institucional más allá de un paso fugaz por el Conservatorio de Río Gallegos. Fue recién en mi adolescencia que en una guitarreada familiar en Mendoza, el cantante Javier Rodríguez, que por esas cosas del destino estaba allí, le recomendó a mis padres que me llevaran a la Escuela de Niños Cantores y Bachillerato Artístico Musical, al ver mi entusiasmo por el canto. Es así que mis padres, que siempre me apoyaron en lo que quería hacer, me inscribieron al año siguiente. Por aquel entonces, “el colegio era para mí un sueño” porque no sólo tenía las asignaturas de la educación formal básica como matemáticas, lengua, biología, etc. sino porque además, cursaba también aquellas materias específicamente musicales tales como Audioperceptiva, piano, armonía, canto coral, entre otras. Nunca voy a dejar de decir que soy muy agradecido a la vida de haberme acercado a este lugar en el que aprendí con excelentes profesores y sobre todo, donde hice excelentes amigos. 

Luego de haber finalizado mis estudios secundarios en el B.A.M de Mendoza, donde obtuve mi diploma en dirección coral y piano, decidí irme a estudiar dirección de orquesta a la Universidad Nacional de La Plata en el año 2010. Diferentes circunstancias de la vida hicieron que también mi familia viniera a vivir a la ciudad de las diagonales, donde yo quería estudiar. Una vez más, tuve la oportunidad de conocer gente que venía desde distintos puntos del país y con la que compartíamos la misma pasión, y lo mejor: “me seguía encontrando con gente de la época de los coros en Río Gallegos”. 

¿Quiénes han sido tus referentes en este camino que decidiste emprender?

- Es difícil nombrar a uno sólo. He tenido la suerte de tener muchos profesores y profesoras, e incluso amigos y familiares, que me han aportado diferentes cosas en distintos momentos de mi vida y que han sido, quizás sin saberlo, verdaderos referentes. Si tuviera que elegir obligadamente entre aquellos con lo que me formé musicalmente, debo decir que mis maestros Bernardo Teruggi y Pedro Ignacio Calderón fueron, sin duda, dos de los más importantes, pero no dejo de sentirme injusto con los otros al decirlo. ¡Ah sí! Si tuviera que elegir un ídolo mundial de la dirección de orquesta, ese sería Leonard Bernstein. Siempre lo admiré, sobre todo, su entrega, su energía y su poder de comunicación.

-¿Cómo surgió la posibilidad de ir a vivir a Francia? ¿Hace cuánto tiempo que estás allí?

-En 2015, finalicé mi Licenciatura en Dirección Orquestal en la Universidad Nacional de La Plata, a la que considero la casa educativa más prestigiosa del país, y lo hice brindando un concierto en el Salón Dorado de la Municipalidad de La Plata junto a la Orquesta Municipal de Berisso. Ese año, por recomendación de mi amigo y profesor Bernardo Teruggi, decidí irme a estudiar a Francia. Y fue la música folklórica la que me dio la oportunidad de hacerlo. El dúo que formaba con un compañero de la facultad (Eduardo Medina Botero/Dúo Anka Kuntur), fue invitado por Susana Rinaldi, a presentarse en París en la mismísima Embajada Argentina. En este punto, quiero destacar y agradecer enormemente, la infinita generosidad y trabajo de mi admirada “Tana” como Agregada Cultural, que nos dio la oportunidad a nosotros, y a muchos otros, de realizar un sueño que nos parecía inalcanzable, por el sólo hecho de haber escrito una afortunada carta que entregué a la salida de unos de sus conciertos en Buenos Aires. Fue así que llegué a Francia, donde vivo hace ya 2 años.

-¿Cómo es tu vida en París? 

-Actualmente, continúo mi perfeccionamiento en dirección de orquesta en la Schola Cantorum de París, bajo la guía del Mtro. Adrian McDonnell y en el Conservatorio Regional de Reims con la Profesora Rut Schereiner, y también me perfecciono en dirección de coro, con el Mtro. Ariel Alonso. Dirijo dos coros en París, doy talleres corales en escuelas primarias en Neuilly sur Seine, y soy director invitado de la orquesta Opal Sinfonietta de Boulogne-Sur Mer, en el norte de Francia, donde murió el General San Martín.

-¿Cuáles son las perspectivas que tenés para lo que resta del año? ¿Existe la posibilidad de desarrollar algún proyecto en tierras santacruceñas?

- En el corto plazo, por supuesto, seguir trabajando y estudiando porque como decía Schumann: “El estudio no tiene fin”. Luego, en junio se vienen todos los conciertos de fin de año lectivo de mis coros, y también estoy invitado, por tercera vez consecutiva, al Festival “Nocturnes d’Opale” en Boulogne sur Mer, donde voy a dirigir un programa dedicado a Mozart con su Misa de Réquiem y su Sinfonía N°40. 
Con la misma orquesta, en el mes de agosto, viajamos a China para participar de un festival en las ciudades de Quingdao y Pekin. 
En cuanto a hacer algo en Santa Cruz, debo decir que: ¡Me encantaría! Lo haría con mucho placer y orgullo. Yo siempre estoy dispuesto. Por ahora, no hay nada previsto, pero… ¿quién sabe? Si hay algo que aprendí en estos pocos años es que la música puede sorprenderte siempre con nuevos desafíos.

-¿Qué añorás de tu querida Río Gallegos?

- Tengo infinitos recuerdos. Siempre guardo en mi corazón, sobre todo, a mis amigos, aquellos del barrio 40 viviendas, y a los del colegio con los que compartí momentos únicos. En Río Gallegos, yo adoraba, a pesar del viento, caminar por la ciudad. Luego de haber estado algunos años sin volver Río Gallegos, cuando volví tuve al pasear, esa sensación de pertenencia al paisaje y a la historia de la ciudad. Ahora hace 4 años que no regreso a mi ciudad natal y espero pronto poder tener el tiempo de hacerlo. Como dice la canción de Tejada Gómez y César Isella: “Uno siempre vuelve a los viejos sitios donde amó la vida”.

A modo de conclusión, y tras haber tenido la oportunidad de dialogar con Enrique Francisco Segura, “Chino” para sus amigos, solo nos resta decir que la música no deja de sorprendernos, sobre todo si detrás de ella está un artista sensible y fiel a sus convicciones. 

*Por Silvia Cruz