Columna

Ensayo general y cambios para el 14-N

Por Rubén Zárate.

  • 26/09/2021 • 09:20
Rubén Zárate
Rubén Zárate

La gran caída en los votos del Frente de Todos impactó de lleno en su conducción y fortaleció a Juntos por el Cambio que no hacía pie desde las PASO de 2019. La renovación del Gabinete nacional y sus réplicas en varias provincias peronistas busca operatividad para llegar al 14-N y abre un debate sobre cómo gobernar argentina.

Quien quiere oír que oiga

El sistema electoral incluye una performatividad que exige ser analizada. Los resultados históricos en las PASO y sus respectivas elecciones indican que la sociedad tiende a usarlas de modos no previstos en su diseño. Cumple su propósito legal de seleccionar los candidatos de cada fuerza electoral, pero además canaliza la opinión pública sobre las fuerzas políticas, en particular las que gobiernan.  

Al oficialismo le costó asumir que la sociedad dio por terminada la pandemia antes de las elecciones.

“La convertimos en una gripe” dijo con acierto Daniel Gollan, ese éxito que da inicio a la pospandemia sanitaria también  actualizó violentamente el desastre socioeconómico de la prepandemia macrista y las promesas electorales de 2019. No debe extrañar que la sociedad ponga esto a cuenta del Gobierno y acelere la demanda de soluciones para iniciar su recuperación.

La decisión de millones de votantes de no concurrir a las urnas, votar en blanco o anular el voto en territorios considerados históricamente favorables, puso arriba de la mesa estos debates pendientes, algunos muy profundos. Si bien el peronismo asumió inmediatamente los resultados del ensayo general, la respuesta no podrá buscarse solo en la experiencia que terminó en 2015; es posible que la mejora para que en el 14-N no se arriesgue la mayoría parlamentaria exija una actualización drástica sobre los enfoques de Gobierno.

El desplazamiento de votantes históricos del peronismo hacia partidos de izquierda o expresiones provinciales en varios circuitos electorales, cuestiona también métodos de conducción, en particular las concepciones que tienden a confundir lista única con listas de unidad.

El carácter performativo del sistema electoral sobre la ciudadanía y las dinámicas internas partidarias exige un aprendizaje acelerado. Juntos por el Cambio acertó en abrir la participación y se notó. El peronismo, que sacó a relucir al final la consigna de los modelos de país en pugna, deberá tomar en cuenta que no sólo se trata de proyectos ideológicos, sino que también se representa lo cotidiano y el territorio. El mensaje ocurrió, quien quiera oír que oiga.

Carta de navegación para coaliciones novedosas

La teoría política que sostuvo al alfonsinismo en su propuesta de creación de la Jefatura de Gabinete se nutrió de las tradiciones parlamentaristas europeas que se caracterizan por tender a constituir un Gobierno sobre los resultados de las elecciones parlamentarias después que éstas ocurren y no “ex-ante” como hizo “la coalición” del Frente de Todos.

La vocación de Gobierno fuerte propia de la tradición peronista no parece llevarse bien con los supuestos teóricos y prácticos de estas coaliciones inestables. No se siente cómodo ante la alta sensibilidad para expresar el cambio del poder relativo de los espacios que la integran al buscar fortalecer los parlamentos en desmedro de los presidencialismos.

Esto provoca que los Jefes de Gabinete surgidos de estos procesos muy dinámicos no requieran sólo ser más eficaces en la acción de Gobierno, necesitan también exhibir una flexibilidad muy alta para responder a la demanda de consensos variables.

Se les exige capacidad para abordar la creciente complejidad democrática y una “modernidad líquida” que provoca una mayor diversidad social y cambios de humor intensos. Por eso las estrategias electorales los cuentan como líderes en cada elección parlamentaria y no sólo como beneficiarios de sus resultados. Esto les permite que puedan ejercer como verdaderos “Primus Inter Pares” entre los ministros.

En ausencia de un método mejor, la carta de Cristina Kirchner que operó como un catalizador implacable a cielo abierto no debería sorprender, siguió la línea insinuada en los últimos actos. Su voluntad democratizadora puede ser un salto cualitativo si adquiere forma institucional y provoca un rol mucho más activo en el parlamento debatiendo, incluso con el Ejecutivo, cada proyecto de Ley.

No deja de ser un interesante giro de la historia que sea justamente a ella la que deba garantizar este aspecto central del programa constitucional surgido del Núcleo de Coincidencias Básicas firmado por Alfonsín y Menem para la reforma constitucional de 1994.

El oficio de Alberto Fernández, antes y después de la carta, favoreció el manejo integral de la crisis. El Gobierno pudo combinar adecuadamente la responsabilidad institucional con las dinámicas más propias de la interna.

El binomio presidencial superó la crisis y estuvo a la altura de la coyuntura. No obstante, la implosión del “modelo AMBA” para conducir la totalidad, pone al conjunto ante la necesidad de redefinir una arquitectura estable de la centralidad política y una geometría más flexible para las alianzas.

En esa búsqueda el Gabinete nacional ganó en experiencia de gestión y manejo de crisis, abriendo la puerta a gobernadores e intendentes con apego territorial. La subejecución presupuestaria en casi todos los ministerios y el predominio de un enfoque funcionalista en desmedro de una mayor eficacia federal y territorial será un tema central estos meses, resolverlo exige también cambios en los niveles políticos más operativos.   

Estos cambios tienden a desplazar el ala progresista que creció en agenda y funcionarios estos años, facilitando la incorporación de muchos jóvenes a la política y abriendo debates de avanzada sobre “las diversidades” sociales. Habrá que ver si este camino no incorpora inadvertidamente posiciones conservadoras que fueron superadas de forma continua desde 2003, la renuncia de una alta funcionaria en el Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad opera como advertencia.

Indicadores económicos y percepción social

El informe técnico del INDEC de este viernes muestra una mejora en los indicadores de actividad económica y empleo, pero la sociedad todavía los percibe como una gota en un océano de pobreza e inseguridad producto de los bajos ingresos y la inflación generado desde 2016 y agravado por la pandemia. La percepción de los más vulnerables no es coincidente con los anuncios para “la vida que queremos”.

Guzmán señaló que "en ningún momento hubo ajuste fiscal: hubo reducción del déficit, que es distinto", refiriéndose a la carta de la Vicepresidenta. Contablemente y considerando las proyecciones del déficit es posible que tenga razón el Ministro de Economía, pero el análisis y de ejecución desde mayo hasta el 12-S parece darle la razón a Cristina. A nadie escapa que en elecciones esta controversia adquiere una alta significación.

La memoria de los superávit gemelos de Néstor Kirchner basados en una heterodoxa intervención estatal sobre las tarifas, el empleo, el poder adquisitivo y una búsqueda incansable de autonomía económica, interpela más sobre la voluntad política que sobre el modelo técnico, en especial la que se requiere para correr o no los límites y asumir transformaciones más profundas.

Rubén Zárate es Profesor Titular e Investigador Categoría I. Instituto de Trabajo, Economía y Territorio de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral.