El Calafate

Qué valores se ponen en juego al no reservar la identidad de los pacientes en el SAMIC

Por Juan Szymankiewicz.

  • 10/08/2020 • 19:01

Las conductas sociales que se perciben en tiempos de pandemia denotan un crecimiento del individualismo, es como un tejido social débil que puede poner en riesgo la continuidad de una determinada especie. Esa clase de comportamientos lleva a las personas a carecer de solidaridad con lo que les sucede a los demás. Eso es fácil de percibir en la gente volcada a los supermercados para arrasar con alimentos sin pensar en que eso puede causar el desabastecimiento y dejar al vecino sin comida. El otro problema que se presenta es el no cumplimiento de la norma y peor aún, la defensa de esa actitud.

Ante la situación de información confidencial por parte de personas no autorizadas que perjudica la reserva en la identidad de pacientes, en conocimiento o desconocimiento de acuerdos de confidencialidad del ámbito de la salud pone en el tapete la crisis actual que nos está sucediendo como especie, y que las estrategias de supervivencia necesariamente pasan por comprender que el apoyo y el cuidado mutuo son esenciales. Por lo tanto, si deseamos sobreponernos a los múltiples retos que para la salud pública, para la economía y para el bienestar individual y comunitario, implica la pandemia, es clave realizar una breve reflexión ética sobre algunos valores cívicos primordiales.

Solidaridad: Implica fraternidad, empatía y comprensión, es fácil ser solidario con las personas a quienes amamos, pero no es tan fácil serlo con los desconocidos.

Compasión: La compasión y el compromiso hacia los otros. La bondad y el desprendimiento requieren de una actuación reiterada que, en crisis como las que nos afecta, contribuyan a superar la fase puramente instintiva y egoísta de la propia supervivencia.

Reciprocidad: La pandemia urge a repensarnos y a saber —como lo expresó en su momento Gandhi—, que "el cambio que deseamos ver en el mundo debemos realizarlo nosotros mismos".

Justicia: El primordial elemento de la redistribución justa implica la protección al personal de salud con las medidas adecuadas de bioseguridad y garantías laborales.

Honestidad: Los actos de corrupción o malversación de fondos destinados al control o mitigación de los efectos de la covid-19, representan una absoluta ceguera emocional, intelectual y moral, frente a lo que está en juego con la pandemia.

Respeto: El acatamiento a las indicaciones que dan las autoridades al igual que el diálogo, la confianza y el respeto necesarios en las relaciones de convivencia, son materia prima para mitigar la pandemia.

Empatía: La empatía entendida como la capacidad de ponerse en la situación de quien actúa o piensa diferente, implica una actitud por la cual se reconoce que los derechos humanos son universales y mediante la cual me obligo al cumplimiento de unos deberes para con el otro.

Responsabilidad: El negar el problema, realizar festejos ignorando las medidas de aislamiento o movilizarse entre ciudades para tomar unos días de descanso, no reflejan una preocupación real por sí mismo o por el otro.

Cuidado de sí: El cuidado de sí se entiende no como un ejercicio de la soledad, sino como una práctica social, hoy más necesaria que nunca.

También el rol del Estado y el importante aporte del saber biomédico, no pasó lo mismo con otras disciplinas –comunicación, sociología, economía, filosofía política, ética– cuyo asesoramiento habría ayudado a enfocar mejor la respuesta a esa crisis.

El efecto de la desigualdad social y la diferencia de clase, económica, social, educativo que van generando consecuencias extremadamente dispares, y el conjunto de factores tanto personales como sociales, económicos y ambientales que determinan el estado de salud de los individuos o de la población, sino en las formas de enfrentarse a medidas como el cierre de las escuelas o el fomento del teletrabajo y el e-learning.

También la innovación tecnológica es la vez fuente de amenaza (por ejemplo la rápida difusión de rumores y fake news sobre el virus a través de las redes sociales y herramienta para su solución, porque las redes digitales son también el principal medio para que las autoridades informen a la población.

Uno de los efectos más inmediatos en cualquier brote epidémico es la exacerbación –material y simbólica– de la diferenciación social, la multiplicación de las líneas divisorias entre “nosotros” y “los otros” (entre sanos y enfermos, entre quienes están bien y quienes tienen “patologías previas” o pertenecen a “grupos de riesgo”, entre quienes tienen recursos y apoyos y quienes no los tienen, entre “los de aquí” y “los de fuera”, etc.).

Estas diferencias se deslizan muy fácilmente en el discurso social hacia una distinción entre “inocentes” y “culpables”, tal como muestran todos los ejemplos históricos, de la peste bubónica al VIH/sida.

Comprendiendo las llamadas a la responsabilidad individual y a la importancia del distanciamiento social como forma de lucha contra la expansión del virus, también me generan una extrema inquietud en su potencialidad para cuestionar los vínculos que nos unen.

Quizá temporalmente, si así lo recomiendan los expertos médicos, haya que generar nuevas fronteras, nuevas distancias, la lección más importante a recordar de una sociología del coronavirus– debemos estar también muy atentos a los peligros tan abismales que pueden esconderse entre ellas.