Río Gallegos

La Tarambana: la historia de una banda que se transformó en comunidad

Nacieron como grupo allá por el año 2011 y hoy, en este espacio, TiempoSur cuenta su historia.

  • 30/11/2019 • 13:43

El grupo de percusión nació a principios de 2011 con el simple pero desafiante objetivo de hacer música. Actualmente con mucho tiempo y esfuerzo, los miembros se han convertido en una comunidad que sostiene un espacio autogestivo que brinda talleres multidisciplinarios de música y danza. La sala tarambana es abierta a la comunidad, allí ensayan para otros proyectos, se comparten mates y se ha convertido en una invitación a dejarse llevar por el ritmo de los tambores.

La idea de construir un espacio propio donde explorar sonidos latinoamericanos a través de la percusión la tuvo hace casi una década el profesor de música Cristian Borden. De cuna riogalleguense, a los 9 años comenzó su formación en el Conservatorio Provincial de Música y desde entonces su pasión no ha parado de crecer. Fue en 2008 que decidió convocar a otros aficionados por los sonidos para crear algo nuevo. “La sumatoria de integrantes dio el espacio para que fuera creciendo, que no fue mi idea original, pero me fui entusiasmando con eso” relató a TiempoSur.

Tarambana es un adjetivo para describir a personas alocadas o que demuestran poco juicio en sus acciones. Así decidieron nombrarse y actualmente, suman más de 6 los talleres en el espacio ubicado en Antonio Rivero al 1800. La sala, que empezó siendo sólo un lugar de ensayo para pocos, sumó muchas propuestas y tiene las puertas abiertas para todo mayor de 18 años que quiera acercarse a escuchar o aprender a tocar. “Alquilamos el lugar, pagamos los servicios, el agua para el mate y la yerba con las actividades semanales y lo recaudado en los recitales” apuntó.

La horizontalidad es otra característica de este grupo. Si bien Cristian dirige musicalmente hablando, hay personas que han sido estudiantes en algunas disciplinas que ha dictado que han sabido ahondar sus intereses y ahora dan clases en las que él participa. El conocimiento se retroalimenta. A lo largo de los años quienes participan de La Tarambana se han ido formando y viajando por la provincia para ofrecer experiencias nuevas y llevar la propia.

Del grupo musical, se ha generado una comunidad en la que cada uno aporta desde donde puede. “Sobre todo cuando vamos a las escuelas a mí me gusta mostrar la alternativa de poder tener tu propio espacio, organizarte con tus amigos, vecinos, otras bandas, discutir en el buen sentido de cómo mantenerlo, creo que es muy importante que se generen más espacios” agregó el docente.

El hecho de no precisar instrumentos propios para comenzar, es otra forma de ser un espacio de puertas abiertas. Congas, cajones, bongos y timbales también habitan la sala desde el sentido comunitario de la música. “Algunos son míos, otros de Sebastián (Borden) y otros de Laura (Andreoane). Otros son de La Tarambana” explicó Cristian. El número de instrumentos ha ido creciendo con esta sumatoria, además de los que han sido adquiridos desde actividades económicas grupales e independientes y aquellos que han prestado o donado.

El músico da clases donde estudió y en IPSA, pero entre el trabajo y las bandas de las que forma parte como la experimental Estados de Ánimo, el folclórico grupo Dos Lunas o el tropical Expreso Cubano, se entusiasma con la idea de ver a La Tarambana seguir creciendo. “Cuando se trata de música es muy difícil decir que no” comentó entre risas. Sucede que esta banda en particular, rompe esquemas.  

Una lógica musical que se revoluciona desde este grupo de percusión, es el de los espectadores pasivos. No sólo eligen bajar de los escenarios para estar a la misma altura del público e invitarlo a participar, con un aplauso o cantando “para hacer música juntos, que es lo más lindo que nos puede pasar” apuntó Borden, resaltando los condimentos lúdicos y participativos que caracterizan a La Tarambana.

Otro factor que hace de este lugar un espacio abierto, es que no hace falta experiencia musical. El hashtag #AnimarseEsTodo que impulsan desde sus redes sociales, no es sólo una etiqueta, sino una invitación. “Porque así nos damos cuenta que todos tenemos la música adentro. Vos sabés la música que te gusta aunque no sepas a qué se refiere técnicamente o no entiendas la letra, sino el ritmo, lo que te provoca” explicó el docente. En este punto, realizó una autocrítica, ya que muchos grupos ya constituidos empiezan a ser cada vez más específicos en lo técnico.

Como próximo objetivo, buscarán reforzar en conjunto la esfera integradora, anímica, social en un contexto vulnerable. “La verdad es que no sabemos de psicología o psicopedagogía, pero sí queremos compartir música, aprendiendo, jugando” apuntó, porque si de animar días grises con melodías alegres se trata, sí que saben. El docente invita a que “volvamos a la alegría, el amor, que la gente sepa que puede compartir un espacio sin compromiso” y sin perder el ritmo.

Los estilos musicales vienen de Uruguay, África, Perú y Cuba. En forma de canto, danza y percusión echaron raíces patagónicas y planean seguir diversificando sus propuestas el año que viene. La última presentación del año fue en el mes pasado, combinando tambores con música electrónica. De los talleres, danza afro y percusión en vivo hará su último show en la próxima Feria del Libro Independiente Autogestiva, que será el segundo fin de semana de diciembre en el quincho “Los Amigos del Tren”. Y cada verano, hace tres años, brindan talleres de verano intensivos que son un vistazo para adentrarse a sus talleres. 

Si bien los balances siempre son positivos, Cristian Borden confesó que los últimos dos años han sido difíciles a la hora de mantener el espacio. “Tratamos de mantener esto de la independencia a rajatabla, nos han ofrecido hacer proyectos, convenios en espacios públicos, pero tenemos el orgullo de seguir manteniendo nuestro propio lugar con nuestros propios recursos, con las limitaciones que eso implica, con los problemas que eso implica, muchas veces con tiempo, dinero y esfuerzo”, concluyó poniendo en evidencia que mientras haya música y construcción colectiva, todo el trabajo vale la pena.