Pandemia

La Felicidad no solo se desea, se vive

Por Gabriel Giordano. 

  • 26/04/2020 • 10:36
Dr. Giordano.
Dr. Giordano.

*Dr. Gabriel Lucio Giordano- Abogado

¿Qué es la vida sino una oportunidad para ser feliz?

En tiempo de Pandemia, donde empezamos a conocernos más, nos preguntamos en esta retórica encuesta sobre la felicidad. Y tal vez ésta sea la primera respuesta o la más grande o la más hermosa.

La vida está ahí. Podemos pasar por ella tristemente alguna vez alguien dijo “que es un valle de lágrimas”, anónimamente, alegremente, en una de esas “sin penas ni gloria” sin transcender más allá de la egoísta subsistencia.

Fue cuando acudí a mi terapeuta psicológico, el Lic. Pablo Conegliano, quien entre charlas ha dicho que la mejor manera de explicarlo es recurriendo a Freud; quien en su obra dijo “… el hombre busca dos finalidades distintas en toda su vida: Evitar el dolor y el displacer y experimentar intensas sensaciones placenteras.

La felicidad la asocia con esta última idea, quedando prácticamente definida como la sensación de placer que otorga la descarga de una tensión vivida como displacentera. Además, considera que la felicidad en el sentido más estricto surge de la satisfacción y que por tanto no es estable sino un fenómeno episódico. Por el contrario es mucho más fácil experimentar la desgracia. Según su pensamiento, el sufrimiento amenaza por tres lados: Desde el propio cuerpo, Desde el mundo exterior, Desde las relaciones con otros seres humanos. Freud también comenta que la constitución psíquica del individuo juego un papel importante para llegar a la felicidad. Así, los diferencia en: Los que privilegian la satisfacción que pueden lograr en los vínculos afectivos que los ligan a otras personas. Los que buscan satisfacciones esenciales en su propio mundo interior. Y aquellos que las encuentran en las acciones que realizan en el mundo exterior”, luego de ello el licenciado define la FELICIDAD como una sensación pasajera de plenitud, un estado mental de satisfacción. Todo lo cual me persuade que podemos ser felices, aunque la mayoría dice que es muy difícil, que solo algunos pueden serlo. Tienen razón, solo pueden ser felices aquellos que comprenden que ahora es el momento, que el aislamiento no lo impide, que los relojes no se detienen y el tiempo es el único que nos quita las oportunidades de ser uno mismo, porque la muerte también espera y asecha y desde ese punto ya no hay regreso ni cuarentena.

 

Entonces ¿Qué se necesita para ser feliz? ¿Cómo se es feliz? ¿Qué es la felicidad? ¿Hay respuestas a todo este interrogante?

Sí, por supuesto, que la hay, pero no sé si mis respuestas servirán para todos, lo que ocurre es que es muy difícil dar respuesta cuando no se plantean las preguntas. La gente a menudo pasa por la vida sin siquiera preguntarse o tal vez alguna vez lo hicieron y huyeron al darse cuenta que ser feliz casi siempre exige algo a cambio. Hoy estamos dando algo a cambio en razón a la felicidad presente y futura. Eso es un problema y cuantas veces nos dijeron que en esta vida no hay que hacerse problemas.

Una cosa lleva a la otra y a veces nos confunde, parecería que ser feliz es un problema, ¿o el problema es no ser feliz? Tal vez todo tenga que ver con la respuesta que demos a nuestro problema. Casi todo el mundo los evita, los aleja, los deja pasar por un lado mientras mira hacia el otro y el problema, lejos de desaparecer, se trepa pegajosamente a nuestras espaldas convirtiéndose en una insoportable carga y con ello la pesadumbre de la infelicidad que destella ante pequeñas y esporádicas sensaciones placenteras, cada vez más efímeras.

Así tejemos nuestra historia de vida, una historia de renuncias, de indiferencias, de impotencia, salpicadas de fugaces halagos. Una historia que, si negamos, nos condena a la tristeza, la soledad y la frustración y la resignación.

 

¿No es el momento de detenerse?  Los problemas están, existen, y por suerte existen, sin ellos no podríamos crecer, la vida se convertiría en un transitar cabizbajo hacia la muerte. No nos debe preocuparnos el morir, que es el pánico que hoy reina en el mundo por el posible contagio del COVID-19, debemos preocuparnos el ir muriendo. Quien no es feliz se está muriendo.

 

La felicidad queridos lectores no tiene sustitutos, no acepta imitaciones, cualquier semejanza es solo un espejismo de esos que nosotros mismos fabricamos para huir de la angustia que nos provoca el sentirnos vacíos y carentes de historia y sentido.

 

Convencido ello les propongo que intentemos, busquemos la felicidad, enfrentemos nuestros problemas, aunque nos duela el camino que nos lleva a su solución. Ahora bien, como no creo en la gran felicidad, si debo admitir en la felicidades pequeñas, sucesivas, fugaces, inquietas, esquivas, efímeras, locas que día a día me sustentan. Tal vez la felicidad tenga que ser así, temporal como un rayo en la tormenta, que ilumina todo en un instante, casi como una sonrisa, sé que es difícil atrapar las sonrisas, pero ahí están hoy en las cámaras de los celulares y computadoras, detenidas en el tiempo, así todo no nos alcanza para sustituir el necesario contacto físico que hoy nos vemos privados.

Y no todo es filosófico también la ciencia médica nos enseña sobre la felicidad, cuando señala que las hormonas de la felicidad se aprecian y se activa con las Endorfinas, a través del Ejercicio; las Serotoninas con la Autoestima; la Oxitocinas con los abrazos y beso y las Dopaminas con los pensamientos positivos, que buenos consejos para estos tiempos de encierro.

En definitiva no robemos otras sonrisas, sumemos las nuestras, como un síntoma de la felicidad en tiempo de aislamiento social y obligatorio.