Música

“El desafío de la cuarentena es encontrar mi propio sonido”

Fueron las palabras de Agostina Romero, música multifacética y autodidacta que actualmente integra varios proyectos en Río Gallegos y habló sobre sus comienzos, sus percepciones sobre la movida cultural y sus proyecciones solistas.

  • 09/05/2020 • 09:07

La multiinstrumentista se desempeña en el bajo punk de Histeria y en las guitarras con estilo ska rock fusión de Hijas de la Luna y con influencias funk de Barcazzonica. Con algunos covers y con muchas canciones propias, forma parte de la cultura under local desde hace años de manera consolidada. Sus últimos proyectos incluyen un dúo acústico experimental con Antonella Alaniz llamado Cyngus. Habló de la búsqueda de “su propio sonido” y que tiene “más ganas de tocar que nunca”.

Primer encuentro con la música

Oriunda de Resistencia, habitó Chaco desde 1990 hasta el 2006. Cuando tenía 5 años empezó a soñar con formar parte de una banda y jugaba a rockearla con guitarras de cartón. Su mamá tenía un programa de radio que le permitió conocer distintos géneros. “Me apropié de un par porque amaba escucharlos”, confesó recordando Sueño de Soda Stereo, algunos discos de Queen, ABBA, Ricky Martin y Red Hot Chili Peppers como la banda sonora de su infancia.

Dio sus primeros pasos con la guitarra en talleres de música y con su mejor amigo, con quien a los 13, formó su primer banda. En ese proyecto, él leía poesía y ella la musicalizaba. Años más tarde, los talleres fueron su refugio y decisiones familiares la trajeron hacia el Sur.

El arte del viento

A sus 16 años llegó a Río Gallegos donde notó “la falta de movimiento cultural al que estaba acostumbrada”. Guardó su guitarra en el placard y terminó el colegio para continuar su educación en la universidad pública. “Al no tener contacto con otros músicos no conocía la escena cultural de acá, así que me dediqué de lleno a la carrera hasta que ahí adentro conocí a músicos que me llevaron de vuelta a la movida” explicó y comentó que atravesó este proceso “viviendo un poco en Río Gallegos y un poco en El Calafate”. En cualquier latitud, la profesionalización de su pasión, tuvo más peso.

Aprender de los instrumentos

El camino a la ejecución de los instrumentos que hoy domina fue autodidacta. A los 21 se compró su primer bajo, incentivada por sus compañeros y comenzó a aprender por sí misma de cada instrumento en el que podía invertir. Hoy deslumbra en guitarra, bajo, ukelele, piano y percusiones.

“Ser autodidacta es una de las cosas que más atesoro, antes no era tan sencillo como ahora”, expresó. Herramientas como el internet y las Apps catapultan las pasiones de hoy “pero en ese momento explorar un instrumento como la guitarra, me llevó a ver la música de una forma súper tangible y entenderla a mi modo”, comentó. Aprender del instrumento, fue impulso para querer descubrir otros.

 

Cuarentena de encuentros

El aislamiento social, preventivo y obligatorio llevó a Agost a “sus primeros amores y trabajar la memoria”, por lo que está escuchando mucho rock progresivo. Confesó que tiene más ganas que nunca de tocar y que está buscando su propio sonido. Nutrida de experiencias que recorren desde el heavy metal hasta el rock más suave, busca definir un sonido propio como desafío de cuarentena y el primer paso de un proyecto solista.

“Quiero llegar hasta la esencia, tengo una gran mezcla de estilos aunque siempre fui más al progre y al alternativo. Pero ahora estoy con la composición a través de instrumentos que no toco mucho como las teclas con sonidos en el sinte, el kaossilator y un multipad de percusión”, detalló.

Explicó que le encantaría cantar y que con ese tipo de ejercicios seguiría venciendo su pánico escénico, que no le ha prohibido desempeñarse de manera virtuosa en los escenarios patagónicos. Y si bien en este proceso solista se redescubre constantemente como artista, destacó que disfruta mucho el trabajo en bandas por el intercambio con otros músicos y cómo a través de él, llega a lugares inexplorados.

 

La movida

“La movida creció un montón, es más visible”, celebró la música. Destacó que lugares como Sonoman, Pueblo Chico, que no discriminan en cuanto a género y estilos, son un avance de cultura autogestionada.

No obstante reconoció que “las pibas somos siempre las que nos bancamos las miradas despectivas, que piensan que las mujeres somos menos”. La sorpresa ante una mujer que ejecuta de manera correcta un instrumento no es un halago.

“Esa crítica, infundada, prejuiciosa y recurrente, cansa mucho y podés hacer dos cosas renunciar o seguir peleando por un lugar hasta que se den cuenta que los artistas somos todos iguales y no es una cuestión de género, es la necesidad de poder expresar lo que necesitamos decir”, comentó.

Concluyó resaltando la resistencia, ya que “las pibas que quedamos somos las que nos bancamos eso y tuvimos la suerte de encontrarnos con otro montón de viejas locas que buscaban lo mismo”.

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