Abriendo puertas

Ramón se hace camino al andar

Una rotisería de Río Gallegos dio el puntapié inicial en un proyecto que tienen sus dueños, el cual es poder emplear a personas con distintas discapacidades. El primero es Ramón, un joven con autismo, que contó su labor en el sector de fiambres y la panadería. Los cambios en su vida. Los objetivos de los propietarios. Él, abrió el camino.

  • 17/06/2019 • 15:32

“Incluir no es dejar entrar, es dar la bienvenida”, es una de las frases utilizadas en muchos afiches relacionados a diversas iniciativas que aportan su granito de arena para que la inclusión de las personas con discapacidad en todos ámbitos sea un hecho.

Y bienvenida es la que le dieron a Ramón, un joven de 20 años con autismo que trabaja en una rotisería de Río Gallegos, desempeñándose a la par de sus compañeros y superándose día a día. Su tiempo y trabajo vale, claro, y por eso es que la pasantía que desarrolla en el comercio es remunerada y tiene un sueldo fijo. Incluso, proyectan extenderle la jornada laboral.

Fue a la EGB N°19, luego a la N°25 y posteriormente al Instituto para Trastornos del Espectro Autista (ITEA). Éste fue el nexo entre Ramón y uno de los dueños de Franoi, que tras algunas charlas mantenidas se alistó todo para que pueda empezar a dar sus primeros pasos laboralmente.

Ramón, está feliz

Trabaja de 08:00 a 12:00 y en ese horario fue que él mismo contó a NOS cómo es trabajar en dicho lugar, las tareas que desempeña y algunas otras cuestiones de su vida personal.

Ramón rememoró que un profesor fue el que preguntó si en el comercio podía empezar y cuando la respuesta fue “sí” se vio sorprendido pero empezó con mucho entusiasmo.

“Yo corto tomates, morrones, jamón y rallo la mozzarella, además de hacer rollitos de jamón y queso para los sacramentos y armar picadas. Hago envasado al vacío también”, detalló en su terreno al tiempo que mostró las cosas que estaba haciendo.

Pero antes de ser abocado al sector actual manifestó que también estuvo en la panadería: “Ahí trabajé haciendo facturas. Una veces estuve en la cocina, ayudando con las empanadas y otras cosas”. Este fue el lugar que más le gusto, considerándolo “muy divertido”. Consultado si era divertido porque podía probar algunas de las elaboraciones, respondió serio que no, no hacía eso. Esa mesura se debía al compromiso y comportamiento que tiene desde que entró. 

También destacó el apoyo y colaboración de sus compañeros, resaltando que “me han ayudado mucho y son muy buenos conmigo”.

Desde un principio lo acompañó Sofía Lanesan Sancho, Terapista Ocupacional de ITEA. Lo hacía dos o tres veces por semana, luego una vez por mes y actualmente cada dos meses ya que se maneja independientemente.

Cabe recalcar también que Candela Aquino, quien es parte de Prevenir, Ayudar y Contener a la Niñez (PAyCaN), es encargada en Franoi y sigue diariamente a Ramón en su desenvolvimiento, además de que hizo un trabajo grupal. Entre otras cosas,  Ramón forma parte de todas las reuniones laborales y constantemente se busca equiparar y delinear los roles de cada uno. Le dan ese lugar que necesita para sentirse cómodo.

Por la tarde, Ramón va al gimnasio y a ITEA, donde participa del taller haciendo estampados en tazas, remeras y llaveros, entre otras cosas, pero su lugar sin dudas es la cocina: “No me Gustaría trabajar de otra cosa, estoy muy cómodo y feliz acá”, dijo mientras exhibió la maquina con la que hace los envasados.

Abriendo puertas de un largo camino

La bienvenida a Ramón se gestó en un viaje deportivo. Gabriel Sredzinski es uno de los dueños de Franoi y entabló relación con Christian Oliva en los entrenamientos de básquet en el club Independiente. Gabriel le comentó que su anhelo era, el día de mañana, darle trabajo a personas con distintas discapacidades. Christian le marcó que él es parte de ITEA y fue allí que surgió la idea de ver si se podía becar a Ramón en la panadería. Con el correr del tiempo ya no era una beca. Ramón era un empleado más.

“Ramón evoluciona permanentemente. Es uno más. Probó en la panadería, donde los ritmos son cada día más intensos y quizás se hacía difícil esperarlo por cuestiones de tiempo con cosas como la levadura”, expresó Gabriel, recalcando que después halló su lugar con el tema del envasado al vacío, montando las pizzas, las picadas y haciendo los postres.

“Encontró una diversidad de tareas para desempeñar y en cada una se tuvo que ir haciendo fuerte porque él solo montaba pizzas y hoy te maneja todo. Ese ha sido un proceso puro y exclusivo de él, un aprendizaje propio porque no ha tenido a nadie diciendo ´esto lo tenes que hacer así´. Se involucró con el grupo y se ha ido mejorando a sí mismo”, comentó.

El objetivo de Gabriel es que haya muchos Ramón más y poder tener un negocio donde “los chicos con distintas discapacidades  sean parte. Ellos son súper inteligentes. La idea es armar un lugar donde ellos se puedan desempeñar y en ese lugar poder ser ellos y ganarse su propia plata y no estar dependiendo del Estado o de sus padres. Si están cubiertos por profesionales mucho mejor”. Con esto en mira, estudia, participa de cursos y se asesora con profesionales.

Si bien está contento por este primer paso, para él es una satisfacción a medias y lo argumentó: “Si estamos celebrando que tenemos un chico con autismo trabajando, algo está mal. En Río Gallegos cuántos hay y cuántos están trabajando”, se preguntó, añadiendo: “Lo ideal sería que haya muchos más; ojalá todos pudieran tener un pibe así trabajando y se den cuenta lo que valen. La gente lamentablemente no entiende que están prejuzgando mal”,

Finalmente Gabriel indicó, en referencia a su proyecto, que es un sueño a medias, no está concluido, “pero creo que en un futuro no muy lejano va a haber una inserción mucho más grande de estos chicos en distintos tipos de trabajo. Alguien tiene que hacer el hincapié y acá Ramón es el que abrió el camino”.

Un trabajo que le cambia la vida

Quien también dio su palabra en cuanto al desarrolló de Ramón, fue Sofía Lanesan Sancho, Terapista Ocupacional de ITEA y del Centro Puentes del Sur. Primeramente ITEA se reunió con Gabriel y le marcaron los beneficios de tener una persona con discapacidad. Él inmediatamente sostuvo que quería vivir esa experiencia y aportar en todo lo que pueda.

Ramón empezó a ir media hora, luego una hora, y dos, las primeras cuatro semanas. Al segundo mes empezó a rotar por diferentes sectores. Se utilizó un método de evaluación llamado profesiograma y en función de eso se evaluaron todas las capacidades, como por ejemplo las físicas, cognitivas, sociales y ambientales, en función de su desenvolvimiento

Con respecto a sus compañeros, cuando se definió su puesto se tuvo que trabajar con dos compañeras. Se las entrevistó y se hicieron ajustes en función de lo que veían.

“Su desempeñó en principio se vio como un compromiso y responsabilidad que él tenía que asumir, desde cómo llegar a su casa de forma independiente hasta cómo administrar su dinero”, explicó Lanesan Sancho, añadiendo que enseguida percibieron su motivación e intereses. “Vimos su evolución también hacia el ambiente porque sus habilidades sociales se vieron afectadas de forma significativa y positiva. Acató el hecho de que había que saludar; llegaba temprano, se volvió más participativo en el taller de estampado y también estaba más seguro de sí mismo”, contó.

La profesional apuntó que este tipo de autorealización personal lo que genera son nuevos problemas, muchos más significativos para él y complejos por el hecho de tener un grupo de pertenencia para compartir su rutina, los problemas de trabajo y nuevos espacios, como ir a tomarse un café o una coca. “La solvencia en estos problemas le generó otros, que si bien se van a seguir trabajando, le son muy significativos y son parte de su evolución personal”, concluyó.