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Las de la buena suerte

Ritos y creencias. Si hay algo que rige de forma transversal a la actividad minera es la prohibición de la entrada de mujeres a la mina porque son de mal augurio. No obstante, ellas se ajustaron el casco y rompieron estereotipos abriendo así un nuevo ámbito laboral para muchas mujeres, quienes hace un puñado de años atrás no imaginaban trabajar en un mundo que se creía exclusivo de los hombres. Coraje, apoyo familiar y capacitación continua enarbolaron como bandera.

  • 10/05/2019 • 10:04

Angélica trabajaba como seguridad en Fortaleza, una empresa que tenía a su personal distribuido en supermercados. Esta firma luego salió favorecida en un llamado que realizó Cerro Vanguardia, y así fue que debió –al igual que el resto de sus compañeros de trabajo- cambiar su rumbo. Como las normas lo exigía, ella debió cumplir el cupo femenino: por cada grupo de cinco personas debía haber una mujer entre cuatro hombres. Fue así que tuvo su primer acercamiento a un yacimiento minero. Su labor era netamente de seguridad comenzando a adecuarse con el movimiento, los horarios y las comunicaciones internas.

Al cabo de un tiempo, por el año 2004,  uno de los instructores de Cerro Vanguardia le ofreció si no quería participar del proyecto “Mujeres en mina” –respaldado por la empresa Anglo Gold-, el que se basaba en integrar a la mujer en planta y además hacerlas manejar equipos. Para ese entonces la provincia de San Juan era la única que tenía mujeres trabajando en mina una cuestión que en la Patagonia todavía no se daba. Sí había mujeres en las empresas mineras, pero estaban dedicadas a la labor administrativa, de seguridad –como en su caso-, cocina o limpieza.

Esta propuesta no la movilizó del todo, recuerda: “El trabajo en mina para una mujer es bastante sacrificado, más para una cuando tiene hijos porque es un régimen de estar varios días en la mina y un par de franco”.

Por este proyecto se efectuó una especie de relevamiento interno para captar a más mujeres a la iniciativa fue así que igual propuestas le efectuaron sus compañeras de trabajo. Creída que la juventud de sus pares era una ventaja frente a ella, Angélica no desechó la propuesta aunque tampoco la analizó.

“Mis compañeras de seguridad estaban re entusiasmadas. Yo a regañadientes terminé inscribiéndome. Terminamos siendo entrevistadas tres”, rememoró, añadiendo que todas fueron entrevistadas a las 14:00 por el jefe de mina y directivos. “Fue bastante fuerte la entrevista; ahí mostrás si tenés personalidad no solo para el trabajo, sino para integrarte a un grupo de hombres”, dijo.

Por un lapso de unos 20 minutos sacó toda su templanza para responder las capciosas preguntas de sus entrevistadores, para posteriormente ingresar las dos restantes. Cuando llegaron los resultados la elegida fue Angélica y a partir de allí comenzó la ejecución del proyecto que como primera medida demandaba su capacitación. Estuvo casi dos meses estudiando sobre equipos, mecánica en general, seguridad interna de mina, las alarmas del camión, entre otros aspectos.

Las minas de la mina

Junto a ella ingresó otro grupo de mujeres que habían sido entrevistadas, pero que hasta ese momento no habían tenido ningún tipo de contacto con la labor de mina.

En enero de 2005 fue su traspaso a la mina de Cerro Vanguardia.

Empezaron subiendo a los camiones como acompañantes para así no solo familiarizarse con su manejo, sino para observar los PIT (minería a cielo abierto). Los camiones 773, que miden 5 metros por 4,90 metros, fue uno de los primeros que manejó al igual que sus compañeras.

“La prueba piloto funcionó ahora depende de ustedes si entran más mujeres o las pasamos a ustedes a administración”, recuerda que les dijeron cunado pasaron su momento de aprendizaje.

Junto a Sabrina, Karina y Graciela formaron su grupo de trabajo junto a otras siete mujeres que lograron entrar a la minera en esa época.

El empuje de su familia fue esencial para ingresar a mina: “Me apoyaron, que si yo me sentía capacitada para hacerlo era un buen desafío”. Por eso cuando recibió la propuesta de que salió seleccionada se sorprendió porque su idea de ser una mujer grande de edad le hacía perder camino frente a sus pares más jóvenes.

“Para nosotras fue una sorpresa como nos recibieron nuestros compañeros”, sostuvo, indicando que en ningún momento las hicieron sentir que no estaban a la altura para trabajar a su par. Sí aclaró que en un principio uno que otro se mostró reacio, pero en su gran mayoría estaban contentos dado que era una nueva experiencia para los varones también.

“Ahora es más común hablar de perspectiva de género que en aquellos años. La empresa y los trabajadores se comportaron con nosotros como debían”, manifestó, resaltando que además de los prejuicios propios del machismo debían hacer frente al mito que la mujer en la minería trae mala suerte. “La entrada de mina era muy especial. Yo le pedía mucho acompañamiento a nuestra patrona Santa Bárbara”.

Luego de conducir el “camión chico”, pasó al 777, vehículo de 10 metros por 9,90 meteos. Su labor era sacar el material estéril y trasladarlo hacia unas escombreras.  

Posteriormente les dieron a escoger dos equipos: cargador frontal o motoniveladora. Ella se subió a la motoniveladora, y posteriormente a una retroexcavadora con punta de martillo y camión regador hasta que fue sacado de circulación por unos más pequeños.

Al cabo de seis meses empezaron a ingresar más mujeres y ellas las capacitaron.

“Nos queríamos mucho. Me tocó un buen grupo de compañeras”, manifestó Angélica, sosteniendo que lo más gratificante para ella como las demás es ser la puerta de entrada a la minería para otras tantas mujeres: “Fuimos una prueba piloto que funcionó, y no solo Vanguardia nos empezó a incorporar, sino otras empresas”.

Esta experiencia fue muy importante en su vida porque se quebró un estigma que vedaba a la mujer.