Historia

Hortensia Ardura de Montoya: La angustia de lo que no puede decirse

“Me enteré por la tele; yo sabía que existía el nene hace rato y siempre supe que tenía un nieto porque Estela Carlotto siempre hablaba de eso. Entonces yo sabía que también era mi nieto porque la hija de ella fue pareja de mi hijo”, dijo Hortensia en el momento de la aparición de su nieto “Guido”.

  • 09/03/2019 • 14:13

En este espacio de TiempoSur, que comenzamos recordando a algunas de las mujeres que habitan en Santa Cruz y que desde sus distintos lugares son ejemplos de lucha, trabajo; son idealistas y sensibles, luchadoras infatigables, que pudieron plasmar sus anhelos de justicia y nobleza, en este camino que recorre toda la humanidad; hoy vamos a cerrar esta semana dedicada a las Mujeres, con la historia de Hortensia Ardura de Montoya, seguramente más conocida como la abuela de Ignacio Guido Montoya Carlotto.

Hortensia nació en el invierno de 1922, cuarta hija de un total de diez hermanos sembrados en la estepa por Ceferino e Isabel (tres de ellos murieron tempranamente). Se educó con maestras que vivían en la casa y casi adolescente, marchó a Buenos Aires a concluir sus estudios primarios y a seguir Magisterio en La Plata, donde se recibió en 1942. Lo que más anhelaba cuando estaba lejos de la estancia era el vivir libremente afuera, corriendo por aquí y por allá sin que nadie nos dijera nada, corriendo como pajaritos.

Hortensia, entonces, hija de ganaderos de renombre en la región por la calidad de sus majadas y la excelente producción en aquellos años del auge lanero en la Patagonia Austral, creció junto a sus hermanos sin necesidades, en una casa que para 1929 contaba ya con luz eléctrica y agua corriente. 

Su familia 

Hortensia se casa con José Montoya Vergel en 1951, nace su primer hijo a comienzos de 1952, lo llamaron Walmir Oscar, pero le decían Puño. En 1957, nace su segundo y último hijo: Jorge Rubén.
Antes había trabajado como maestra rural en Hoyo de Epuyén, y más adelante en el tiempo, a instancias de su padre retornó a trabajar como maestra en una estancia vecina y luego en una escuela de Pico Truncado. Conoció a su esposo en un baile, peronista él y radical ella, no dudaron en unir sus vidas y siguió cultivando su profesión, esta vez en la Escuela N°14 de Caleta Olivia. 

Finalmente, en 1952, es convocada para ejercer en Cañadón Seco y como su esposo trabajaba en YPF, la vida los llevó a instalarse en ese campamento de la empresa estatal. Allí vivió durante 25 años, hasta jubilarse junto a José en 1976. De ese período ella comenta: 

“Nos entregaron la casa el día que murió Eva Perón (…) Mi vida fue bastante agradable porque yo trabajaba, iba a la escuela, venía, me dedicaba a mi casa y tenía vecinos con los que convivía, nos visitábamos o visitaba (…) Estaba en el barrio de las casas canadienses (…) Dábamos clase en la escuela vieja que ahora es la capilla (…) Muchas veces recuerdo la casa, cómoda, era una casa linda en que vivíamos en Cañadón Seco, vos viste, no pagábamos luz, gas ni agua (…) Teníamos cualquier cantidad de frutales, quinta, gallinas, conejos (…) Me acuerdo que las vecinas cuando tenían chiquitos venían a pedir huevos frescos, yo les daba porque tenía tantos huevos que los regalaba(…) Hasta azafrán tenía (…) Teníamos un árbol de damascos que yo repartía a los vecinos y hacía dulce de pera, de manzana, de tomate. (…) Al principio era un campamento y era una delicia porque todos se conocían, se trataban. Se dejaban todas las puertas abiertas. Se vivía con una tranquilidad increíble porque nunca pasaba nada”. 

La pérdida de su hijo “Puño”

La convulsión política del país a finales de los años sesenta y comienzos de los setenta golpeó a la puerta de la vida de Hortensia en Cañadón. Ese poco o mucho que heredan los hijos de las rebeldías, de los sueños de justicia que forjaron el carácter de los padres, aparece en los hijos. 

Tanto José como Hortensia tenían esa mirada, aunque desde historias diferentes: La España de José de los años treinta, su agitación y sus peligros que lo trajeron a América; las ganas de libertad, de tener alas y usarlas escapando de los estereotipos femeninos de ella. Como ocurrió con Puño, su hijo mayor, sus lecturas y su decisión de no sólo mirar el mundo con otros ojos sino también de tratar de cambiarlo. 

Al finalizar el Servicio Militar, lo lleva a Puño a dejar atrás definitivamente una escuela secundaria inconclusa, un grupo de amigos con los que tocaba la batería en una banda, todo ese tiempo despreocupado que ya no volvería a vivir. Con su brevet de piloto civil en el bolsillo, con su fuerza y convicción, aún frente a la persecución que ya era muy evidente, escapa a Buenos Aires a perderse en la muchedumbre, a cumplir un destino que lo llevaría muy lejos.

Y comienza aquí para Hortensia el itinerario de la espera. El de no tener idea de dónde se encuentra su hijo mayor, de qué hace, de qué peligros corre. El derrotero del silencio. El no nombrarlo casi y con dolor, las lágrimas amargas, las apenas dos palabras por teléfono, un teléfono pinchado. La búsqueda prudente del miedo. 

La última vez que lo vio su hermano Jorge fue en la Plata en 1976: Apenas un poco, me habló, me abrazó y se subió a la bicicleta. Vi cómo se iba alejando hasta quedar chiquito y desaparecer. No volví a verlo nunca más. Lo persiguieron siempre: Desde que vivía en Cañadón hasta que lo mataron en La Plata, decía Hortensia. 


Su nieto “Guido”
“Me enteré por la tele; yo sabía que existía el nene hace rato y siempre supe que tenía un nieto porque Estela Carlotto siempre hablaba de eso. Entonces yo sabía que también era mi nieto porque la hija de ella fue pareja de mi hijo”, así comenzaba Hortensia, con 93 años, en agosto de 2014,   una entrevista para un diario. Había sido restituido el nieto número 114. Entre enero y febrero de 1977, Puño había tenido un último contacto con su familia y posteriormente había sido secuestrado y desaparecido, no se sabe bien si en Buenos Aires o en La Plata. Luego se supo que su compañera, Laura Carlotto, estaba embarazada al momento del secuestro y que permaneció detenida ilegalmente en el centro clandestino “La Cacha”, en las afueras de La Plata, hasta que dio a luz un hijo el 2 de junio de 1978, siendo asesinada dos meses después. 

En mayo de 2009, en el marco de la Iniciativa Latinoamericana de Identificación de Personas Desaparecidas concretada por científicos del Instituto de Antropología Forense, pudieron ser identificados los restos de Puño. Había sido inhumado como NN en el cementerio de Berazategui en diciembre de 1977. La familia recuperó sus restos, los trajo a Caleta Olivia y sus cenizas fueron esparcidas, junto a las de su padre, en la estancia Bahía Lángara. 
Ignacio Hurban, hoy Ignacio Montoya Carlotto, un niño apropiado durante la dictadura, era su nieto y la abuela materna era nada menos que Estela de Carlotto, la incansable luchadora y presidente de la Asociación Abuelas de Plaza de Mayo. Hortensia estaba muy agradecida por el trabajo de ese grupo valiente de mujeres, casi tan viejas como ella. “Nunca nos imaginamos que podía llegar a aparecer; esto realmente ha sido un milagro y hay que darle gracias a Dios…”. 

Hortensia pudo abrazar y compartir con el hijo de Puño, su nieto, un hombre que no puede negar su parentesco con los Montoya por el parecido físico con su padre. Como un legendario personaje, este niño creció en el campo, criado por una pareja de labriegos de la provincia de Buenos Aires. No sabía de qué rama familiar le venía su vocación por la música. “Dios me dio mucha vida para que pueda conocer a mi nieto”… 
Desde que, en 1977, perdieron el contacto con su hijo, Hortensia transitó más de tres décadas con hidalguía y la esperanza de saber que en algún momento podía aparecer su nieto. “Tenchi”, como la apodan los más cercanos, decidió guardar celosamente la historia de “Puño” y mucho más la posibilidad de que hubiera un nieto. Aunque la familia sabía del amor que unió a Montoya con Laura, la hija de Estela de Carlotto.
Hortensia falleció el 25 de abril de 2016, concluyendo la sinfonía de su vida con notas de una complejidad asombrosa. 
(Fuente: genoma.cfi.org)  

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