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Sin violencia en la Universidad

Ejemplos que suceden en el ámbito de las universidades y que refieren a violencias simbólica, psicológica y física entre actores que pertenecen a la comunidad universitaria: docente-estudiante, estudiante-estudiante. Los protocolos permiten investigar casos sin revictimizar a quienes se animan a denunciar

  • 08/03/2019 • 12:43

Por Romina Behrens, Lic. en Comunicación Social. Feminista. Docente investigadora de la UNPA.

Sofía llegó a la oficina de su profesor de Políticas Sociales luego de que él le mandara un correo para hablar de una propuesta académica. La sorprendió que él cerrara la puerta, una puerta que siempre se encontraba abierta. El profesor comenzó a hacerle preguntas sobre su vida sexual, si tenía novio, si le gustaba el sexo oral, si había estado con alguien en la universidad. Sofía no pudo decir nada, se sintió acorralada y apenas con fuerzas para salir corriendo de esa oficina. Sintió mucha bronca y tristeza porque ya no quería volver a cursar en sus clases. 

Sabrina es una joven trans, así se autopercibe y así la reconocen sus compañerxs de carrera. Pero en la institución todavía figura con su identidad anterior porque desconocen cómo realizar el cambio sin contar aún con su nuevo DNI. Todxs conocen su historia pero un profesor la niega y al leer el listado de alumnxs insiste en llamarla con su antiguo nombre de varón delante de toda la clase, sin importar lo que siente Sabrina.

María estaba de novia con un compañero de la Universidad hasta que decidió terminar la relación porque no se sentía cómoda con su comportamiento. Él no aceptó la ruptura, la golpeó en su casa y luego le envió excesivos mensajes de audio amenazándola de muerte. María hizo la denuncia pero abandonó sus estudios por miedo a cruzarse con su ex novio.

Las situaciones que se narran son sólo algunos ejemplos que suceden en el ámbito de las universidades y que refieren a violencias simbólica, psicológica y física entre actores que pertenecen a la comunidad universitaria: docente-estudiante, estudiante-estudiante. La vida en las instituciones académicas no es igual para quienes transitamos según seamos varones, mujeres o disidentes sexuales, según sea nuestro color de piel, nuestro físico, etc. Debemos cuidarnos de cómo debemos ir vestidas, de cómo no llamar la atención. Es en ese proceso que vamos despojándonos de lo que somos, dejamos parte de nuestro ser afuera de las aulas porque tenemos miedo de ingresar enteras o decidimos abandonar nuestras carreras universitarias o nos sugieren cambiar de lugar de trabajo para evitar compartir espacios con nuestro agresor. También las disidencias, gays, lesbianas, travestis, intersex, no binarie y las múltiples identidades autopercibidas, son expulsadas por la heteronorma y así, es poco frecuente ver cuerpos disidentes recorriendo los pasillos de las universidades.

La frase propuesta por las académicas feministas del Comahue, “entrar enterxs a las aulas” no es una mera consigna, es un pedido de urgencia que de a poco las universidades comienzan a tomar. Según un informe de la Red Interuniversitaria por la igualdad de género y contra las violencias del Consejo Interuniversitario Nacional, sólo la mitad de las universidades tienen un protocolo para tratar las situaciones de violencia hacia las mujeres y comunidad LGBTIQ (lesbianas, gay, bisexuales, travestis, transgénero, transexuales, intersex, queer).

En la actualidad, los protocolos permiten investigar casos sin revictimizar a quienes se animan a denunciar, y buscan una medida preventiva para garantizar a la víctima un ambiente libre de violencia sea éste su ámbito laboral o de estudio. El objetivo es que las víctimas no tengan que modificar su carrera profesional o sus proyectos de vida por haber sufrido una situación de violencia y/o discriminación sexual.

Los protocolos son herramientas indispensables pero no son suficientes sin una política universitaria con enfoque de género que busque la prevención y la erradicación de las violencias en el ámbito educativo. Para avanzar en este sentido existen otras estrategias como la incorporación de la perspectiva de género en los planes de estudio de todas las carreras, consejerías, campañas de sensibilización, formación e investigación sobre las violencias. Todas estas herramientas que actúan en pos de la prevención de la violencia son las líneas que el movimiento feminista y de mujeres estamos reclamando en cada una de las universidades, facultades y unidades académicas; y para eso se precisa con urgencia de una perspectiva de género/feminista en el diseño de las políticas universitarias.

Cuando las feministas radicales de los años ‘70 se apropiaron de la consigna “Lo personal es político” se preocupaban por esta separación entre lo público y lo privado, entre lo político y lo íntimo. Si la dimensión de género y de la sexualidad atraviesa nuestras vidas cotidianas en las universidades, y por tanto alteran los modos de relacionarnos con jefes, docentes o compañerxs de trabajo o de estudio, entonces las instituciones tienen la obligación de intervenir para garantizar el derecho a una vida libre de violencia.

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