Aborto en Santa Cruz

Una red de generalistas para garantizar la ILE

En Santa Cruz, los planteles ginecológicos de los hospitales públicos son objetores y de no ser por un equipo de generalistas que tejió redes, el aborto legal no se cumpliría plenamente. Frente a la obstaculización del protocolo hay una trinchera amorosa, pero informal.

  • 27/07/2018 • 12:07
Más de 50 mujeres se atendieron por la red que funciona hace 10 meses (Ilustración: L. Velasco)
Más de 50 mujeres se atendieron por la red que funciona hace 10 meses (Ilustración: L. Velasco)

Por Sara Delgado

La red de medicxs amigables está integrada por cinco generalistas y una trabajadora social que prestan servicios dentro del ámbito de la salud pública. Son un secreto a voces de bocas que se cuentan historias inconfesables por el grado de violencia y estigmatización al que se somete a las mujeres que no pueden llevar adelante un embarazo.

El deseo no está en juego sino las posibilidades de una maternidad a la que no van a ser forzadas, y por eso entran en la práctica de la ILE (Interrupción Legal del Embarazo), que en nuestro país existe por causales: inviabilidad del feto, violación o que esté en juego la salud de la mujer.  Es justamente esto último lo que dejó la puerta abierta, porque la OMS habla de “salud física y emocional”.

En Santa Cruz hay casos de derivaciones a Chubut porque no hubo Cristo que hiciera que un anestesista y un ginecólogo subieran a quirófano, hay casos que se judicializan y en ocasiones son rechazados obligando a la realización de la práctica, como pasó hace poco con una menor que había sido violada y le negaron la ILE hasta que intervino el juez Antonio Andrade, y hay casos en los que las mujeres son derivadas a una red de médicxs comprometidos con los derechos de las mujeres, siempre y cuando estén afuera de los hospitales.

Una integrante de la red decidió contar cómo funciona todo. Es trabajadora social, ese rol de línea de fuego donde ve la cara de la desesperación que no distingue a un positivo no deseado con prepaga, de uno con carnet hospitalario.

“Las mujeres llegan porque consiguen nuestros contactos. Tienen una entrevista conmigo para ayudarlas en la reflexión, pero si la decisión está tomada,  tomo datos de la semana de gesta, edad y empezamos a articular por WhatsApp”, dice V.

Los médicos a los que son derivadas las mujeres para conseguir la receta del Misoprostol son generalistas, trabajan en distintos centros de salud y alguno que otro hace guardias en el sistema público, pero ninguno es ginecólogo ni obstetra porque aquellos son todos objetores.

Ella es también una militante social, pisa los barrios y está cerca de todos los espacios donde circulan mujeres, que hacen del boca a boca del “consultorio virtual”, un lugar seguro.

“Hay adolescentes que vienen con la mamá porque no pueden continuar su embarazo porque están estudiando y otras que superaron los 40 años y no quieren tener más hijos. De sectores populares y de clase media” aclara.

V tiene siempre en su morral una copia del Protocolo. _Leé, fíjate, ¿qué dice acá?. Fijate que dice que la salud es el pleno estado de bienestar psicosocial, y vos me estás diciendo que no tenés plata, que no querés, que estás estudiando, que estás angustiada, mirá cómo llorás_.

Aun cuando el consultorio no tiene un espacio físico asignado porque no depende del sistema de salud pública, la atención se hace en el centro de salud en el que se encuentre el médico, y por lo tanto las mujeres no son sometidas a la clandestinidad que estigmatiza y da miedo.

Una vez que reciben la receta para el Misoprostol, el aborto se produce y luego se les hace un control que termina con la elección de un método anticonceptivo.

“El problema es cuando no funciona el Misoprostol. Ahí estamos complicados porque la tenés que mandar a quirófano y no tenés quien haga la práctica” cuenta V, que reconoce que la gran mayoría de los casos se resuelven con la pastilla y que nunca hay faltantes.

En otros casos, las mujeres que no saben de esta red de medicxs amigables terminan yendo a uno del privado que les cobra entre $3000 y $4000 para hacerles la receta. Y ni hablar de si acaso hay que operar, entonces el valor de la práctica trepa a los $50.000 o más.

“Es increíble pero por algo uno milita, porque ves el padecimiento y el que lo ve tiene que tomar una posición. Pero opera la Iglesia, operan los mandatos y otras cuestiones más profundas” dice V, que además hizo su residencia en Salud Mental y trabajó en Niñez, donde vio a las víctimas de la violación intrafamiliar.

Las mujeres con abortos mal hechos van a la guardia de los hospitales torcidas de dolor, pero en ocasiones mienten, dicen que fue espontáneo “porque si no hay maltrato o te judicializan o te sacan con un pasaje para hacértelo en otro lado. Nosotros ya tenemos a los médicos que receten pero necesitamos un ginecólogo que suba quirófano y un anestesista para que funcione la ILE”.

En medio de la entrevista que se hace en su casa cebando mates, surgen las historias del aborto casero, de los cabos de perejil, los brebajes de las curanderas o la brutalidad de los golpes auto-inflingidos, y que en todos los casos terminan en la guardia.

La penalización del aborto no disuade a los cuerpos gestantes, sino que los empuja a caer en la clandestinidad. “Ese es el verdadero trauma, lo oculto, y por eso las mujeres que entrevisto tienen mucho agradecimiento del acompañamiento por estar en un consultorio público y no en una situación culpógena y policíaca”.

En definitiva, el consultorio del boca en boca que funciona como una consejería de educación sexual no oficial, es para el equipo “una prestación más pero que no tiene una red en la Provincia. Sin embargo, a nosotros nos llegan casos de distintos lugares, incluso de Chubut, donde hay socorristas que tienen nuestros números”.

Es importante aclarar también que el equipo no es oficial, pero esto no quiere decir que sea ilegal, sino que todo lo contrario, al haber los objetores obstaculizado las vías hospitalarias “nosotros trabajamos en base al protocolo del aborto legal” por causales, justamente, porque Santa Cruz está adherido por Ley.

“Somos agentes de salud y tenemos un aposición tomada. Sabemos lo que pasa y no podemos tapar el sol con un dedo, hay que decirlo, uno se para en la guardia una noche y las ve llegar”.

La red de médicxs amigables funciona desde hace  diez meses, en los que al menos V entrevistó a casi 60 mujeres. En toda su carrera, jamás una chica fue más de una vez buscando interrumpir el embarazo.

 

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