Chile

Remotos pueblos cuyos habitantes tienen miedo de denunciar a los curas por abusos sexuales

En el café de la plaza central de San Vicente de Tagua Tagua suena "Like a Virgin" de Madonna. El local es el centro neurálgico de esta ciudad de 47.000 habitantes, ubicada en el centro sur de Chile. Acá la mayoría se conoce y durante los últimos días uno de los temas recurrentes entre sándwiches que van y vienen es la suspensión del párroco del pueblo, acusado de participar en una red de sacerdotes ligada a la prostitución y  abuso sexual de menores  conocida como "La Familia".

  • 11/07/2018 • 09:47

San Vicente es una metrópolis comparada con los pueblos aledaños. Rodeados por la Cordillera de la Costa chilena, las nubes de un invierno adelantado cubren pueblos esparcidos entre viñas y plantaciones. 

Son lugares remotos, unidos por una modesta carretera conocida como "de la fruta" en honor a su principal uso: transportar los camiones de fruta hacia sus puertos de exportación. Con pocos miles -a veces solo cientos- de habitantes, en estos pueblos los curas son autoridades casi tan o más importantes que los alcaldes.

Pero tras la denuncia de una testigo, Elisa Fernández, en un reportaje de la estación de televisión chilena Canal 13, la apacible zona se convirtió en el epicentro de un nuevo escándalo en la Iglesia católica chilena.

14 sacerdotes fueron suspendidos de sus funciones mientras se realiza una investigación canónica sobre "La Familia" (también conocida como "La Cofradía") y el histórico obispo de la diócesis, Alejandro Goic, fue el cuarto al que el papa Francisco le aceptó la renuncia luego de que todos los obispos chilenos se la presentaran en mayo pasado por los reiterados y expandidos escándalos de abuso sexual.

La justicia penal, por su parte, también investiga los hechos y tiene actualmente 17 imputados investigados por la eventual comisión de delitos y por encubrimiento.

"He llorado mucho"

"He llorado mucho", le dice una feligresa de San Vicente a BBC Mundo justo antes de entrar a su misa diaria. Ha sido catequista de primera comunión por 30 años y ha conocido varios curas que han pasado por el pueblo. Está impactada.

La parroquiana, que pide no se revele su nombre, cuenta que no era muy cercana al religioso suspendido. "Desde que llegó, se dedicó a promover la pastoral juvenil", quitándole prioridad a otras actividades, asegura.

Tratamos de hablar con la secretaria parroquial para obtener más detalles, pero el silencio es absoluto. "Cualquier cosa vaya al obispado de Rancagua y pregunte allá", nos dice y aclara que no hay sacerdote a cargo ni misas diarias.

Sin embargo, 15 minutos después aparece un sacerdote a hacer el servicio de las 12 pm al que asisten unas 10 personas.

Intentamos acerarnos a él al terminar, pero se encierra en la sacristía. "Se fue el padre", nos dice una mujer recién salida de misa, insistiendo en que nos vayamos.

Sin embargo, otra nos aclara que la sala no tiene otra salida más que en la que estamos. "Tengo que cerrar", dice el mayordomo invitándonos a salir.

"Podemos estar apesadumbrados, tristes, pero nunca derrotados", comenta la catequista del principio y dice que espera que los tribunales hagan justicia.

Tras la denuncia de Elisa Fernández, la fiscalía abrió una causa que incluyó una medida inédita: la incautación de documentos de los tribunales eclesiásticos ante la negativa del representante del Vaticano de entregar información.

"La razón de la incautación de todas las investigaciones canónicas previas fue la existencia de un sistema de investigación paralelo llevado por y ante la Iglesia católica relativo a delitos cometidos contra menores de edad", le explica a BBC Mundo Emiliano Arias, el fiscal regional a cargo del caso.

Este sistema "aumenta el riesgo de que los imputados destruyan los medios probatorios y de que estos mismos influyan en otras víctimas o testigos". Este sistema paralelo, al no compartir los antecedentes con la justicia penal, "genera impunidad".

Ni rastro de los curas

Los viñedos decoran el camino entre San Vicente y Peumo, la segunda localidad que visitamos.

La parroquia de este pueblo es una de las más antiguas de Chile. Con más de 350 años, por ella han pasado distinguidos personajes de la historia local. Pero ahora está cerrada. No hay cura, ni secretaria, nadie, excepto la persona de la limpieza que amablemente nos contesta que volvamos después.

Al lado de la casa parroquial se ubica "la parcela del cura" como la denominan los locales, un terreno patronal muy superior en tamaño a la vivienda de un peumino promedio. Pero del líder espiritual ni rastro desde que explotó el caso.

El párroco de Peumo también está en el grupo de los imputados.

Hasta el alcalde está sorprendido. "El más interesado en saber [de la supuesta red] soy yo", le comenta a BBC Mundo desde la Municipalidad, ubicada frente a la iglesia. Su preocupación no es menor; el religioso se desempeñaba como profesor de filosofía de uno de los liceos locales.

Siguiendo la ruta 37 kilómetros hacia el norte llegamos a la ciudad de Las Cabras.

Aquí la parroquia es relativamente moderna, reconstruida luego de un terremoto que afectó la zona en 2010.

Esta pequeña ciudad, probablemente desconocida para muchos chilenos, saltó al ojo público luego del testimonio de una víctima de violación. El hecho pasó hace años y no está relacionado con la cofradía de "La Familia", pero muestra la reacción de la Iglesia ante las denuncias de abusos contra sacerdotes.

Daniel tenía 7 años cuando comenzó a ser abusado por el sacerdote del pueblo. De eso hace más de 30 años, pero las secuelas son evidentes.

"Yo tuve que hacer sexo oral debajo de una sotana", cuenta.

Tratando de lidiar con sus fantasmas y sin querer perder la fe, decidió ir a hablar con el obispo Goic, quien accedió a recibirlo. "Yo no buscaba justicia. Después de 30 años y con el cura muerto, buscaba perdonar y poder seguir adelante", le cuenta Daniel a BBC Mundo.

Sin embargo, la reacción del obispo, según el actual peluquero, lo dejó perplejo.

"Se puso a llorar. Después me empezó a preguntar, con morbo, que qué me hacía y al final me preguntó si tenía pruebas. ¿Qué quería? Que le trajera la camioneta, el confesionario, la loma [lugares donde asegura que el sacerdote lo violaba]… ¡pasaron 30 años!", continúa Daniel, con lágrimas en los ojos.

"Yo no pedía nada, sólo necesitaba que me escucharan y perdonar. Pero nada. Él solo quería 'pruebas'".

El cura que ayudó a Daniel a acercarse al obispo era, a su vez, párroco de un pequeño poblado cercano a Las Cabras que pasaría desapercibido del mapa si no fuera por su cercanía con Rapel, un centro de veraneo habitual de gente acomodada de misa dominical.

Por eso la sorpresa cuando se anunció que el párroco estaba también en la lista de los suspendidos e investigados por la justicia. Daniel lo defiende y asegura que no tiene nada que ver con la denuncia.

La capital del surf y del silencio

Conocido internacionalmente por sus olas perfectas para el surf, la vida en Pichilemu más allá de la primavera y el verano es tranquila. Tal como en los pueblos anteriores, sus habitantes se conocen y su párroco, el padre P, está en la lista de la red investigada.

Esta vez la parroquia no está en la plaza central, sino en la parte alta de la ciudad y su estructura se asemeja más a una galería comercial que a los templos de los pueblos anteriores.

"A mí ya no me gusta la Iglesia. El cura es como patrón de fundo [hacienda]. Anda siempre hablando que tiene plata y conoce a pura gente influyente", asegura una oriunda de la ciudad que encontramos en la calle. No quiere ser nombrada en este reportaje precisamente por miedo a que el religioso tome medidas en su contra.

 

Fuente: BBC