Nota mundial

Que la sigan jugando

A través de un sociólogo y un psicólogo social trataremos de explicar por qué el Mundial de Fútbol y el deporte en sí mismo, son tan importantes para una gran mayoría. La “válvula de escape” y la mezcla entre “la guerra y la fiesta”.

  • 03/06/2018 • 11:31
"La Selección de Inglaterra se volvió en primera ronda y no pasó nada ni generó malestar"

Por José Antonio Villanueva

Un tema tan importante (y necesario) como la discusión por el aborto legal chocó contra el Mundial de Fútbol de Rusia. El 13 de Junio será la votación en el  Congreso de la Nación, un día antes del inicio de la Copa Mundial, y mientras dure la competencia, lo demás parecerá (en algunos casos, no en todos) formar parte de un segundo plano, ser secundario, añadido.

Le preguntamos a un sociólogo, Larry Andrade, y a un psicólogo social, Javier Montané, por qué sucede esto, si el fútbol es la perfecta excusa, si es la guerra y/o un juego. Si bien la respuesta no es  simple, trataremos por lo menos, de acercarnos a una explicación.

 

TS-Cuando en Google se escribe “fútbol y sociología”, los primeros resultados son ventanas que hablan de manipulación social.

LA: Me parece que la cuestión está más vinculada a lo que ha sido nuestra experiencia con la manipulación en 1978, y los claros fines de la Dictadura y burocracia de la FIFA de mezclar los contenidos del deporte a la situación del país. Siempre que hay un mundial o Copa  América, siempre coincide que algún gobierno de turno toma el humor social que viene muy atado con lo que pasa con el deporte, y toda sociedad tiene su válvula de escape y por eso depende de cómo vaya lo deportivo, dependerá de cómo serán las mediciones sociales y personas y políticos que hacen de su uso.

 

-Hay un uso político que es marcado siempre.

Da la impresión de que el deporte, especialmente el fútbol, hace que sea un fenómeno nacional con impacto nacional. La alegría o descontento impactará a niveles del humor social, por eso es muy medido desde lo político.

 

-Un ejemplo fue el Fútbol Gratis en televisión que hubo desde 2009 hasta 2016

Fue bajo el argumento de dar la posibilidad de ver fútbol a toda la sociedad, especialmente los sectores más bajos que no tenían la posibilidad de pagar el codificador, y se hizo de esto una enorme cadena nacional que era una pantalla de publicidad de gobierno.

 

-¿Esto es un fenómeno particular de Argentina o países latinoamericanos?

En el Mundial de Brasil (2014) la Selección de Inglaterra se volvió en primera ronda y no pasó nada ni generó malestar, y ni el Primer Ministro estaba pendiente. Para nosotros en este momento que atravesamos, lo que pase podrá ser detonante de cosas como un relax o aumento de la tensión. Sabemos que lo vivimos  visceralmente y no se trata de ganar o perder, sino de ganar cueste lo que cueste, y no se entiende que a veces se gana y a veces se pierde.

 

Una mezcla entre "guerra y fiesta"

 

-El Dr. Enrique Pichón Rivière habla del fútbol como una “extraña mezcla entre la guerra y la fiesta”. Esto se maximiza en el Mundial de Fútbol, parece que hay que ganar “como sea” y si se puede humillar al “enemigo”.

 

JM: Pichón dirá que ese juego se jugará en dos canchas la real (la de las relaciones externas con los restante jugadores o la de la relación hincha/espectador con el jugador), por solo pensar en dos vínculos, pero hay muchos más. Pero al mismo tiempo se juega en la cancha interna de cada uno de sus actores. Se juega al fútbol, se produce una acción externa y al mismo tiempo esa acción en forma previa, simultánea o posterior se articula en y con el mundo interno, en la cancha interna, donde se planea, se desarrollan estrategias, se siente, se fantasea, se imagina, se percibe, se dialoga con lo que está sucediendo afuera de uno mismo. Hay una constante relación dialéctica entre la cancha externa y la cancha interna de todos los personajes invitados a la fiesta o a la guerra, según lo vea cada uno de acuerdo a las calidades de ese mundo interno. Unos irán a ver un espectáculo, a entretenerse, a divertirse, a gozar colectivamente, que ya es mucho decir, y otros irán a la guerra, a luchar contra el enemigo, contra el bando opuesto, contra la otra camiseta y sus hinchas, a proyectar sus miedos, ansiedades, violencias, discriminaciones, prejuicios sobre el otro. 

Pero como nuestro mundo interno es un espacio representacional, en cualquier momento podemos pasar de un estado al otro, de la guerra a la fiesta, y de la fiesta a la guerra, favorecidos por la escena externa, la cancha, el juego, que disparará múltiples escenas internas e históricas, mayormente inconscientes y que no acceden a la conciencia. Por un juego de mediaciones sociales, de procesos de simbolización, por efectos de las representaciones sociales, sin darnos cuenta estaremos viviendo el partido, el juego, la escena total que involucrará la situación total en las que nos estamos encontrando y con el rol que hayamos asumido y que se nos haya adjudicado (que puede ser inclusive un televisor visto solo o con otros), como si fuera otra escena. La lucha deportiva podrá ser vivida como si fueran otras luchas (políticas, de clase, contra los dominadores, contra los enemigos reales o fantaseados) y el equipo e hinchada contraria con diferentes grados de enemistad, desde la deportiva hasta llegar a la violencia física, como consecuencia de un acting, donde no están procesados todos estos elementos del mundo interno de los sujetos. Situación que podrá ser aún aprovechada o manipulada por diferentes actores, con intereses absolutamente desligados del fútbol o no.

Por eso Pichón afirma mezcla de guerra y fiesta. Fiesta en la celebración, en el grito del gol, en la parafernalia que acompaña los enfrentamientos deportivos, en la creatividad de los colores, en las camisetas, fiesta con el otro, con muchos, colectiva, en una sensación de fusión, de cohesión grupal y social, sensación de comunión y comunidad, de participar de una identidad compartida, de ilusión grupal, por no decir confusión.

El fútbol nos permite vivenciar, sentir, por un ratito el mundo que no tenemos. O no es esto, los carnavales, las fiestas de Navidad, las vacaciones y el tiempo libre, libre de trabajo, el ocio, como una actividad reparadora psíquicamente, siempre que no caigamos en sus extremos, en sus aspectos enfermantes, iatrogénicos.

Pero cuando “metemos” el gol, se la ponemos, se la metemos, cuando el objetivo es ganarle a como se pueda, justificando todo porque es nuestro equipo, nuestro bando y los otros no existen, no son, son los indeseables, son lo que no entendemos, son aquellos útiles para jugar todo un repertorio de conductas que permiten la descarga pero no su elaboración.

Lo que en principio es un juego, algo en torno a lo lúdico, a lo deportivo, conectado a los mejores aspectos de lo humano, construidos a lo largo de una gran jornada del ser humano, que todavía percibe en algunos rasgos, se transforma, deviene, en manifestarse como los aspectos más primitivos de la horda humana: la ley del más fuerte, del que la tiene más larga.

El juego, la cancha, el deporte como espacio transicional permite los actos creadores, reparatorios socioafectivos, cuando se sabe que es juego, donde “luchamos” pero es una lucha simbólica, el otro es el enemigo, opositor, deportivo, pero cuando se pasa al acto y el otro es verdaderamente el objeto de la violencia, no hay acto reparador, hay acting, no hay elaboración ni trabajo psíquico, no ha servido como un recurso constructor de la comunidad.