Decisiones de vida

Una historia de amor

En este caso se trata de una madre y su hijo. La protagonista es Paula Abelli, una vecina de Río Gallegos que a los 35 años decidió adoptar y atravesó por un proceso increíble, con dificultades, pero lleno de emociones. “Es lo mejor que te puede pasar”, aseguró ocho años después emocionada. Por Fernando Tornau.   

  • 03/06/2018 • 10:11
Paula con su hijo Lorenzo viven días de felicidad.
Paula con su hijo Lorenzo viven días de felicidad.

EL 29 de mayo se realizó en Río Gallegos una charla abierta sobre el derecho de adopción y a partir de allí la idea de TiempoSur de profundizar en el tema con una experiencia de vida.

La elegida en este caso fue Paula Abelli, una vecina de la ciudad que hace 13 años, soltera, tomó la decisión de adoptar un hijo, animándose a enfrentar un proceso que nunca es fácil.

“En general, las mujeres queremos tener hijos, pero lo mío pasó por otro lado, porque no tenía pareja y en algún momento pensé en hacerme una inseminación artificial, aunque luego reflexioné en la necesidad de hacer eso habiendo tantos chicos que necesitan un hogar”, comenzó contando quien hoy es una madre feliz y llena de energía.

Luego agregó que fue algo que en ese momento meditó y no una decisión impulsiva: “Soy una persona muy racional, así que pensé los pro y los contras de ser soltera y tener un hijo, preguntándome cómo iba a impactar eso en el futuro para el nene. Lo charlé con un psicólogo y me animé. Fui al juzgado, llené los papeles que había que llenar y creo que ahora cambió la ley de adopción, porque mi hijo hoy tiene ocho años y durante estos años hubo cambios”.

Paula comentó que, en el momento que ella se anotó, a los papás les daban un formulario en el que se ponían sus preferencias como el sexo, la edad, si aceptaba hermanos o niños con enfermedades.

“Eso también lo pensé en ese momento, porque no podía poner que quería una nena o un varón, porque cuando uno va a tener un hijo, tiene un hijo y no importa el sexo y tenés un hijo enfermo también lo vas a aceptar. Entonces, yo no puse todo eso y lo único que marqué fue un límite de edad de hasta tres años porque evalué que era soltera y que criar un chico de más edad, cuando ya vienen con ciertas complicaciones, podría haber sido más difícil”, indicó.

Dijo que eso también lo habló con la psicóloga, quien le dijo que era una edad que podía manejar para darle un futuro a su hijo.

“Entonces, me anoté y vino la asistente social a mi casa para ver cómo era mi casa, cómo vivía y también tuve un test psicológico”, recordó.

En ese momento, a mediados de 2005, Paula tenía 35 años y le dieron un número con el cual quedó confirmada en el registro nacional de adopciones.

 

La espera

En su relato, Paula contó que lo que le dijeron era que todos los años, desde la fecha en que quedó anotada, tenía que enviar una carta en la que ratificaba la decisión de permanecer en la lista de adoptantes.

Un dato que no es menor, indica que hay diferentes tipos de adopciones y Paula se inscribió en la “adopción plena”, que es en la que el menor se desvincula de su familia biológica y pasa a tener el apellido de la adoptante, porque también está la adopción parcial, en la que el menor puede conservar el apellido de la familia biológica y también puede llegar a tener vínculo con ella.

Paula se inscribió para una adopción plena y durante cinco años estuvo esperando y renovando mi intención de adoptar.

“Para mí era un regalo. Entonces, era algo que yo esperaba con muchas ganas, pero sin ser ansiosa, sabiendo que si se tenía que dar, se iba a dar”, indicó y luego agregó: “Yo sabía que tenía muchas cosas en contra por ser soltera y por ser una adopción monoparental, quizás el juez podía optar por una familia de madre y padre, por lo que mantenía las esperanzas y no me desesperaba”.

 

Llegó el día

Sólo un padre o una madre pueden saber lo que se vive ese día tan especial en el que les confirman, de un momento para otro, que van a ser papás y lo de Paula fue tan repentino como emocionante.

“Un día me llamaron el juzgado, hacía poco que el juez Andrade había tomado el juzgado de adopciones, y me llamaron para una entrevista. Yo estaba trabajando en ese momento, así que salí de ahí, me fui a mi casa, me cambié y fui al juzgado, donde me estaban esperando las asistentes sociales, una psicóloga, el juez y estuvimos charlando un rato, siempre en una charla muy amena, en la cual me consultaron los motivos por los que me anoté, por qué aceptaba nene con enfermedad y un montón de cosas, hasta que en un momento me dice: “Bueno, ahora vas a ir al hospital con una asistente social y ahí te van a entregar a tu bebé y ahí casi me muero, porque yo no me imaginé que me citaban para eso”.

Fue en ese momento cuando el juez le informó que había un bebé de seis días, que era un varón que no tenía nombre, por lo que ella tendría que ponérselo.

“Me dijo: “Es tuyo”, y yo casi me muero porque no tenía nada preparado ni tampoco tenía nada pensado. Yo tenía la esperanza, pero no tenía una lista de nombres ni un ajuar para el bebé, así que fue una sensación muy extraña, las llamé a mi hermana y a mi mamá porque me empezaron a temblar las piernas y no podía parar de llorar”.

Su hermana, Gianella Abelli, fue quien la pasó a buscar para ir al hospital con la asistente social, donde la hicieron pasar y abrirse la camisa.

“Me dijeron que era porque el bebé nunca había tenido contacto con otra persona salvo las enfermeras que le dieron de comer, ya que no había tenido contacto con la mamá biológica, así que ahí me enamoré. Me lo dieron y me enamoré”, aseguró emocionada.

 

El nombre

Tan sorprendida como emocionada, Paula no había pensado un nombre para su hijo, por lo que indicó que la elección “fue muy loca”.

“El juez me preguntó qué nombre le iba a poner y te juro que lo único que me salió fue Lorenzo. Y me preguntó qué segundo nombre le iba a poner, a lo que le respondí que no podía pensar en uno, así que le dije que no me pida segundo nombre (risas) porque no me sale nada. Y así quedó Lorenzo con mi apellido.

Paula contó que fueron días difíciles porque se levantó “soltera y despreocupada” y se acostó “con un bebé en la pieza”.

También contó que ese momento fue muy importante en su entorno, ya que mientras ella iba al hospital a buscar a Lorenzo, su hermana empezó a llamar a todos sus amigos y conocidos, por lo que al regresar tenía una cola de gente que había llevado, mamaderas, pañales, chupetes y hasta cunas.

“El entorno tiene mucho que ver porque te ayuda a pasar ese momentos”, aseguró.

 

En guarda

Paula advirtió algo que muchas personas no saben y es que cuando una persona o pareja recibe a un bebé en adopción, permanece seis meses en guarda, ya que es el tiempo que tiene la familia biológica para hacer algún tipo de reclamo.

“No es instantánea la adopción y son los seis meses más difíciles, porque yo ya pensaba: ‘Si me lo quieren llevar, me escapo’, ja ja. Pero fueron meses complicados, aunque la familia nunca intentó nada y el juez me adelantó que, por las circunstancias en las que fue dado en adopción, creía que en un 99 por ciento de posibilidades no iban a haber inconvenientes, pero ese uno por ciento te queda picando y asusta. Yo me acostaba todas las noches y tenía miedo”.

 

La experiencia

Ya con Lorenzo en sus brazos, atravesó por años de aprendizaje y hermosos momentos con él que recuerda en cada momento.

“La verdad es que Lorenzo es fantástico, no podría haber elegido mejor hijo y es lo mejor que me pudo haber pasado y yo aprendí cada día como cualquier padre, cambiando mis salidas para ir a ver partidos de básquet y de fútbol, y eso es todo un cambio en la rutina, pero es un cambio que vale la pena, positivo y que no cambiaría por nada”, aseguró.

Paula recordó que el planteo para conocer los detalles salió del mismo Lorenzo, cuando tenía tres años y medio, y cuando una amiga de Paula estaba embarazada.

“En ese momento él me preguntó si yo lo había tenido en la panza y yo le dije que no, que no lo había tenido en la panza y le conté un cuentito que él pudiera entender y que no lo complicara, comentándole que hubo una señora que tuvo un bebé, que no lo podía cuidar y que no se podía quedar con ese bebé, pero quería que alguien lo quisiera mucho y que justo estaba yo, que quería un bebé y que un señor llamado juez se acordó de mí y dijo que Lorenzo iba a ser para Paula”, recordó.

Luego agregó que Lorenzo tiene muy claro el tema de la adopción y que no es algo que ella le haya ocultado, porque ella piensa que todas las personas tienen derecho saber su identidad.

“A mí no me interesa esconderle las cosas. Quiero que él decida, pero decida a una edad que corresponda. Ahora él sabe que es adoptado y no tiene problemas en manifestarlo”, afirmó.

En cuanto a su vida personal, Paula contó que no es una cuestión que haya determinado, sino que pasó por circunstancias de la vida, pero que en caso de conocer a alguien, su prioridad es Lorenzo.

“La pareja tendría que aceptar las circunstancias, pero es como cualquier pareja que se separa y cuando alguien conoce a alguien con hijos, tiene que aceptarlos, aunque en mi caso no tengo pareja, pero no tendría problemas si se diera”, aseguró.

 

El mensaje

Para finalizar, y cuando Lorenzo ya cumplió ocho años junto a ella, Paula dejó un mensaje a quienes piensan o ya intentan en adoptar: “Creo que hay que intentarlo. Que la gente se empecina tanto en parir un hijo y a veces lo importante es poder darle un hogar a otra persona que lo necesita. Yo no lo dudaría y si hubiera podido económicamente adoptar otro hijo lo hubiera hecho, pero no lo hice porque soy muy racional y sabía que económicamente tengo que brindarle un futuro a mi hijo y no hubiera podido brindarle las mismas oportunidades a dos. Fue sólo por eso que no adopté otro, pero es fantástico y adoptar es o mejor que te pude pasar”.