Crimen de odio

Chocobar: sin búsqueda para un cuerpo ausente

Hace ocho meses, la familia de Marcela Chocobar pidió que se escuche el testimonio de alguien que cree saber dónde está el cuerpo de la joven trans. Su cadáver no es necesario para que haya una condena, sino por piedad hacia sus seres queridos. La jueza Rosana Suárez todavía no contestó.

  • 31/05/2018 • 10:03
Esta es la última foto de Marcela Chocobar, viva, antes de salir del boliche y subirse al Renault 9
Esta es la última foto de Marcela Chocobar, viva, antes de salir del boliche y subirse al Renault 9

Por Sara Delgado

En septiembre del año pasado, el abogado de las hermanas Chocobar, Carlos Muriete, presentó un escrito a la jueza Rosana Suárez, para que se escuche el testimonio de alguien que cree saber dónde está el cuerpo de Marcela.

El testimonio la ubica en el agua y la Jueza deberá decidir si acaso es tan verosímil y fundamentado como para movilizar al cuerpo de Bomberos hasta esa zona X. Sucede que el pedido se hizo hace ya ocho meses y Rosana Suárez todavía no respondió.

El 6 de septiembre van a cumplirse tres años desde el femicidio de Marcela Chocobar. Para su mamá y hermanas, transitar el sinsentido de su muerte es todavía más difícil. La ven en sueños, le hablan en voz baja, le escriben posteos por Facebook, pero no tienen dónde llorarla. De Marcela sólo hay un  cráneo, que además está en poder de la Justicia.

El abogado de la familia explicó que “no es lo mismo el cuerpo del delito que el cuerpo de la víctima” pero que muchas veces, en este tipo de hechos “los homicidas intentan planificar el crimen de manera tal que la desaparición del cuerpo de la víctima, termine jugando a su favor”.

Muriete aclaró además que “no hace falta el cuerpo para condenar. El Tribunal bien puede considerar probado que el hecho existió sin contar con el cuerpo de Marcela, y para eso, hay que ver las pruebas que se valoren”. Esto, claro, sumado a la confesión de uno de los detenidos.

En definitiva, encontrar el cuerpo de Marcela es para el abogado “importante por una razón moral” aunque podría sumar a “reconstruir la verdad del hecho”.

La idea de que el cuerpo esté en el agua surgió también de otros testigos, como la ex pareja de Oscar Biott, uno de los detenidos, que dijo que él solía llevarla a la Laguna Azul y decirle que esas aguas podían hacer desaparecer cualquier cosa.

El agua une además lo que dijo una empleada municipal, cuando le contó a la Jueza que un tal Claudio Castillo, operario jefe del Vaciadero en épocas del asesinato, era amigo de Ángel Azolini, el otro detenido, y que se rumoreaba que pudo haber tirado el cadáver de Marcela en las fosas de los frigoríficos. Justamente este Castillo por esa fecha pidió una licencia sin goce de haberes y todavía no regresó.

En ese escrito que presentó Muriete en septiembre, la familia pide que se rescate el celular de Marcela en las profundidades  de la Laguna Ortiz, para que se reconstruyan sus últimos momentos de vida. ¿Por qué la Laguna Ortiz? Porque según consta en el expediente, fue ahí donde Biott le confesó a un amigo que lo había tirado.

Por el momento Suárez no dio una respuesta a esto, ni tampoco al pedido de la familia, para que se le tome declaración testimonial a los policías que en 2016 se fueron a quejar ante el ministro de Gobierno, Fernando Basanta, diciendo que la jueza no quería ordenar las detenciones.

Es que los policías venían haciendo una tarea de investigación admirable, al menos eso se ve en un expediente, que en físico, ocupa una biblioteca completa, pero donde además se encuentra la transcripción de las conversaciones entre Biott y Azolini, que probaban su participación en el hecho.

En este sentido, la querella sostiene que luego del planteo policial, la reunión entre el Ministro y la Jueza se dio, y es entonces que surgieron las órdenes de detención contra Biott y Azolini. La familia ahora quiere saber qué pasó en el medio, porque en el expediente no consta esa reunión.

Meses atrás, todo hacía suponer que le juicio por el femicidio de Marcela Chocobar debía hacerse este año, sin embargo no está en la agenda de la Cámara Criminal de la Primera Circunscripción, según dijeron, porque una de las partes estaba aportando prueba.

La última vez que vieron a Marcela con vida fue a la salida del boliche de calle Magallanes. Ahí estuvo con “Cindy” otra piba trans con la que compartía el ejercicio de la prostitución. Las últimas imágenes en las que se la ve son de la cámara de seguridad de Russia, que la toman subiendo al coche en el que estaban Azolini y Biott.

Marcela tenía un vestido negro ajustado, botas bucaneras blancas y un tapado de paño en el que se probó que hay ADN de Biott. Su ropa, al igual que su cráneo, apareció varios días después en un baldío del San Benito.

Nadie sabe cómo la mataron, sólo que le cortaron la cabeza después de muerta y que lo hizo “alguien con conocimiento en faena”. Los peritos psicólogos entregaron a Suárez un informe en el que aseguran que Marcela fue tomada “como un objeto, antes y después de su muerte”.

Sin embargo, aun cuando en las transcripciones de los mensajes entre Biott y Azolini se refieren a Marcela como “el puto” y “el perro desaparecido”, la causa sigue caratulada como homicidio simple y no como crimen de odio, tal como lo vienen reclamando su familia, la Secretaría de DDHH de la Provincia y hasta el Consejo Nacional de las Mujeres.

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