Relatos de Vida

¡Estoy orgulloso de los hijos y nietos que tengo!

Fue una de las varias reflexiones que nos dejó José Corbacho Garrido, un vecino de nuestra ciudad quien trabajó "40 años atrás del mostrador" y que nos aseguró además que a él "la vida me trató bien, no me puedo quejar".

  • 26/05/2018 • 13:30

En esta oportunidad, y aprovechando que está unos días en Río Gallegos, visitando a sus hijos y nietos, nos encontramos con José Corbacho Garrido, un "bien gallego" como él mismo se autodefinió en el comienzo de la muy agradable charla que mantuvimos para conocer y/o recordar, como muchas veces lo decimos, la historia de uno de los comercios más antiguos que tuvo nuestra ciudad, la zapatería "Santa María".

José, un hombre de trabajo, quien hoy a sus 78 años, próximo a cumplir 79, nos relató cómo fue su llegada a la Argentina desde su España natal, su viaje a Río Gallegos y el transcurrir de su vida en esta ciudad que lo vio crecer, transformarse en un hombre del sector comercial; donde formó una familia, de la que nacieron sus cuatro hijos Verónica, Valeria, María y Leonardo; y que por circunstancias de la vida, tras jubilarse hace un par de años reside en Rosario, Santa Fe, pero no deja de volver a esta tierra, que es donde tiene sus hijos y nietos a quienes adora y se refleja en las anécdotas que nos contó y supo transmitirnos el "orgullo" que tiene por todos sus hijos.

José nació en Galicia, en un pueblito cercano de Pontevedra, "bien gallego" dijo en el principio de nuestra charla y continuó "nací, en 1939 justo cuando terminaba la guerra, que la padecí bastante, por más que recién nacía, el retorno de esa situación se pagaba en las casas. Mi papá estaba en quintas y estábamos con mi mamá, éramos 3 hermanos con diferencia de licencia de guerra, eso le decía siempre a mi papá porque nos llevamos esa distancia de edad. Yo soy el del medio".

 

Su llegada a la Argentina

Cuando le preguntamos a José cómo fue su llegada a la Argentina, nos dijo: "Eso sí es interesante porque al haber nacido en época difícil donde vivían mis papás, me adoptó o me llevó mi tía, hermana de mi mamá -porque yo había enfermado, en Vigo me enfermaba seguido- a un pueblito en el campo, donde comía bien, tal vez andaba desnudo, pero comía bien. En la capital seguramente andaba vestido pero comíamos salteado. Entonces me llevó y habré estado un año, yo tendría 3 o 4 años. Cuando mi mamá me fue a buscar no quería ir, me llevaron y como me volví a enfermar, volví con mi tía. Es así que estuve con mi tía hasta que ella se vino, en el año ‘48, a Comodoro y como no le gustó, se fue a Buenos Aires. Y en Buenos Aires, se empleó en un hotel al que iban muchos de Santa Cruz".

Estando en Buenos Aires, su tía Otilia  conoce y se casa con Luis Santa María. "Ella se casó en el ‘48 y en el ‘50 me trajo a mí porque yo había quedado en España con una hermana menor de mi mamá. Me trajo en barco a Buenos Aires; cuando llegué me acuerdo que me senté en una mesa en migraciones, porque mis tíos no fueron a buscarme sino que fue un viajante amigo de ellos, me tuvieron dos días en su casa y después me embarcaron a Río Gallegos".

 

Un viaje con anécdota

José nos cuenta sobre su llegada a Río Gallegos "en un avión DC3 de Aeroposta. Salimos de Buenos Aires a las 6 de la mañana y llegamos a Río Gallegos a las 7 de la tarde" y se ríe mientras nos relata el viaje y la cantidad de horas que se tardaba para llegar esta ciudad, producto de la cantidad de escalas que tenían que hacer en esa época.

Pero aquí, hace un alto en la charla para comentarnos una anécdota sobre un hecho que le sucedió en el medio del trayecto.

"Paramos en Comodoro al mediodía y nos daban de comer. Yo tenía hambre. Qué nos daban de comer al mediodía, ¡tallarines!. Pusieron el plato de tallarines y yo me decía ¿esto qué es? No lo conocía, no sabía ni siquiera si era para comer. Así como tenía hambre lo miraba, y vi a otros comensales me animé y lo comí" y agregó "otro detalle que me llamó la atención cuando llegamos con Aeroposta Argentina, -yo veía los aviones de lejos-, fue cómo ataban al avión, lo sujetaban, estimo que sería por el viento. Era junio y hacía mucho frío y había mucho viento. Pero para mí, era algo que me llamó mucho la atención", insistió José.

 

Vivir en Río Gallegos

Le preguntamos a José cómo era vivir en esta ciudad en aquellas épocas y nos asegura que "uno con esa edad no se fija. Uno la pasaba bien, nos divertíamos. Nos pasábamos en la Laguna María la Gorda, hasta las 11 de la noche patinando, ¡un frío de aquellos! Hoy nos quejamos de las inundaciones, que son ciertas y reales, pero en esa época en el año ‘51, yo con mi trineo me iba desde la zapatería por la orilla de la calle, porque como las calles eran de tierra tenían una especie de inclinación y se acumulaba el hielo, así me iba con el trineo por el camino de hielo hasta la Laguna. Jugábamos a la chueca, con los trineos. ¡Nos divertíamos con nada! Un trineo y una lata".

Y continúa la charla mencionándonos que "estudié en la Escuela 23 segundo grado, después como todos mis compañeritos de la calle Roca iban a la Escuela 1, me cambié y luego estudié en el Colegio Salesiano Perito Mercantil. Pasé una muy buena juventud en Río Gallegos, a pesar de mi acento gallego y de todas las cargadas. Y se ríe José al señalarnos que si en esa época hubiese existido el bullying, yo estaría frito, porque me tenían loco. Así que fijate cómo eran las épocas, pero la verdad, es que pasé una juventud bastante linda. Practiqué muchos deportes, bicicleta, básquet, fútbol. Era una época mucho más interconectada, armábamos partidos de fútbol en el potrero con los chicos de la cuadra. Por ejemplo con los chicos de la familia Tresguerres, Eduardo Rodríguez -hoy todavía mantenemos la amistad con él, fue el que me encaminó en esto de los negocios-; con los chicos de la librería de los Kirchner", detalló.

La zapatería

"Llegué acá en el ‘50, pero mis tíos ya tenían la zapatería que en ese momento se llamaba "La Española" y tenía afuera una bota de chapa donde tenía puesto el nombre. Mi tío de profesión zapatero", nos precisa José al señalar "vine de España con 10 años, y él cuando vino tenía 20. Cuando llegó a Buenos Aires en migraciones había carteles que pedían hacer contratos con profesionales para el penal de Ushuaia, lo contrataron y estuvo allí dos años; cuando finalizó el contrato se vino a Río Gallegos donde se asocia con una persona de apellido Diez y pusieron una zapatería en Avenida Roca al 1100, pero en el año 1948 se separa de su socio y se cambió al frente donde tuvo la zapatería con la tienda adelante y la reparadora de calzado atrás". "Él hacía muchas botas para el campo, hacía la bota completa y también, la gente de campo le traía la caña y él hacía la parte de los pies".

Y continúa: "En el año 1951, la zapatería se traslada a Zapiola y Vélez Sarsfield. Esa cuadra era toda del padre de Norberto Fernández -aviador-. Me acuerdo que ese año fuimos con el tío a la Estancia para hacer el compromiso de alquiler. Siempre con venta de calzado y reparadora. Y teníamos 4 o 5 operarios, se trabajaba muy fuerte en esa época".

José nos cuenta además que en esa época en Río Gallegos "los negocios tenían de todo, era como negocios de ramos generales; después se fueron ramificando sobre todo  cuando aparecieron los supermercados;  entonces hubo que especificar bien los ramos y por eso nosotros nos quedamos únicamente con zapatería que era lo que conocíamos".

"La zapatería cambia de nombre, cuando mi tía quedó viuda, en honor a él le puso el nombre de Santa María", precisó.

"En la zapatería tuve primero con la tía 5 años en relación de dependencia, y después en el ‘72 le compré el fondo de comercio. El negocio a mí me dio muchos altos y bajos, tuve una época que hacíamos muy buena venta, un negocio que por ejemplo a fin de año había gente afuera esperando ser atendida". Pero así como señaló que había entrada de dinero "también se iba un gran paquete de dinero porque la inflación siempre 'nos reventó' al comercio más que a nadie. Pero, no me quejo, trabajé 40 años atrás del mostrador".