Mujeres en la pobreza

Boyar con los chicos

Mujeres que paran la olla de sus hijos, que no tienen con quién compartir políticas de cuidado porque las abandonaron, incluso antes de parir. ¿Qué hace una mujer cuando ya no puede trabajar para pagar el alquiler? Así está Claudia, en situación de calle y esperando el milagro.

  • 23/05/2018 • 12:22
Claudia era empleada doméstica pero la echaron cuando se le enfermó el hijo de dos años (Foto C.G)
Claudia era empleada doméstica pero la echaron cuando se le enfermó el hijo de dos años (Foto C.G)

Por Sara Delgado

Claudia tiene 33 años, dos hijos y un mundo de responsabilidades que pesan solamente sobre sus espaldas. El papá de los chicos no está, se fue, como se van los varones cuando la sobrecarga de sostener un hogar los espanta.

Claudia está en situación de calle, así la encontró María “boyando” con sus dos nenes por la calle. “Vengan y háganle una nota a ver si la pueden ayudar porque yo tampoco la puedo tener acá conmigo” dice la mujer, que vive en una pieza alquilada al fondo de un conventillo del Barrio del Carmen.

En su habitación de tres por dos, sólo hay una cama de dos plazas, una cocina con la hornalla encendida haciendo de estufa y un mueble que apila ropas. “Mirá, mirá lo que es mi casa, estos chicos no pueden estar así” dice María, señalando un tablón de madera del que salen cucarachas a borbotones, bajan por la pared y trepan sobre el acolchado.

Sentada en la cama está Claudia, que cuenta que hasta hace muy poco tuvo trabajo, pero la echaron. “Yo limpiaba en una casa de familia, me pagaban $6000, pero la doña me echó”, dice. ¿Y por qué te echaron, Claudia? “Lo que pasa es que yo iba con el de dos años a trabajar y se me enfermó. Le agarró neumonía y la señora lo escuchó que tocía mucho y me pidió que no le lleve los virus a su casa”.

Claudia y sus hijos vivían en una casa de prestado, pero ahora se vendió la propiedad y los nuevos dueños le pidieron que se fuera. Entonces empezó a deambular con los chiquitos de acá para allá en el día, y durmiendo donde la dejaban, de noche.

“Así ando, boyando con los chicos. Dando vueltas de un lado para el otro. En casa de amigas. En la casa de una dejé todas mis cosas, afuera, en el patio” cuenta.

Con la voluntad que muestran los que nunca tuvieron nada regalado, Claudia aclara que “más adelante voy a seguir trabajando de nuevo. Yo me arreglo, es hasta que me normalice, siempre me las arreglé sola con los chicos”.

Su hija mayor, la de ocho, la escucha atentamente y le dice: “Hoy no fui al colegio yo”. Claudia se pone colorada y me aclara que es cierto, que “hoy no fue, pero nunca falta. Yo le pagaba a una chica para que la lleve cuando yo estaba en el trabajo. Ahora que andamos así no va porque la 63 le queda re lejos”.

El caso de Claudia explica cómo es que las mujeres argentinas están en absoluta desventaja respecto de los varones a la hora de tener ingresos. Entre otras cosas, ganan un 27 por ciento menos que ellos porque no todas pueden dedicarle la misma cantidad de horas al trabajo que un varón, justamente porque tienen que atender a sus hijos. ¿Y qué trabajos permiten menos horas? Los precarizados, como los que conseguía Claudia.

Según la economista Mercedes D’Alessandro, en nuestro país, la primera ocupación es empleada doméstica, le siguen maestras y enfermeras. Además, al margen del trabajo que realicen, las mujeres le dedican mucho más tiempo que los hombres a las tareas de cuidado de los hijos y el hogar, algo que comenzó a desnaturalizarse con el movimiento del #NiUnaMenos.

Anoche Claudia siguió boyando, se fue de la pieza con cucarachas y se quedó en lo de una conocida que tiene más espacio esperando que hoy la visite un equipo de Abordaje Territorial que ayer se comunicó con ella.

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