No querer ser madre parece un delito

Mala la que aborta, mala la que da en adopción

Ella no va a criarlo. Tomó la decisión incluso antes de parirlo. La clínica en la que lo tuvo filtró sus datos, la foto del bebé y la mujer de poco más de 20 años fue escrachada en redes por no querer ser madre. ¿Desde qué lugar hablan los que la juzgan? En esta nota cuenta por qué lo hizo.  

  • 21/03/2018 • 11:25
Para dar un hijo en adopción, sólo hace falta manifestárselo a las autoridades. En el caso de “P” no existe ningún delito. (Foto ilustrativa)
Para dar un hijo en adopción, sólo hace falta manifestárselo a las autoridades. En el caso de “P” no existe ningún delito. (Foto ilustrativa)

Por Sara Delgado

“P” no lo abandonó. No lo dejó en un canasto ni en la puerta de nadie. Hizo lo que cualquier mujer que desea dar a su hijo en adopción debe hacer: manifestar su voluntad de que se busque una familia adoptante, un futuro mejor.

Tiene poco más de 20 años y podría decirse que no pasa penurias para llegar a fin de mes. Tiene trabajo, uno que sigue la tradición familiar y que probablemente disfruta. Durante los nueve meses, su cuerpo de contextura delgada ocultó el embarazo debajo de ropas holgadas.

El día que fue a la clínica, “P” se hizo atender por otra cosa, la dejaron en observación, y a las pocas horas empezó con contracciones de parto y rompió bolsa. Cuando su hijo nació y se lo llevaron, se contuvo y lo dijo en voz alta: “No, yo quiero darlo en adopción”. Con esa frase, que surge del derecho de ella a no querer ser madre ahora, y del bebé a tener una familia, se despertó el resquemor del personal sanitario, que hizo circular la noticia en las redes sociales y hasta una foto del bebé.

Rápidamente un grupo de vecinos quiso llevar leche y ropa a la clínica, que ayer fue duramente cuestionada por el juez de Familia Antonio Andrade. Sin embargo, allí no había un bebé abandonado, sino un recién nacido que ingresaba al sistema, ni siquiera para cumplir el sueño de algún matrimonio que no pudo tener hijos, sino para que se le garantice el derecho a una familia que le dé calidad de vida.

“A la decisión la tomé porque no puedo tener al bebé. Él merece una atención, un acompañamiento que yo hoy no puedo darle. Estoy en contra del aborto y todas esas cosas que las mujeres hoy piensan. Decidí tenerlo nueve meses en mi vientre, cuidarlo, no decidí dejarlo abandonado o tirarlo a la basura” cuenta, con una convicción admirable.

A “P”, ayer la entrevistó el Juez a primera hora. Andrade quería conocer su historia, pero además tenía que darle la oportunidad de manifestar su voluntad de dar al bebé en adopción. Ella se mostró segura, y en el despacho judicial, al que fue con el defensor oficial, Raúl Guerrero, formalizaron el inicio de los trámites.

Durante 45 días, el bebé estará con una familia solidaria que designó la Secretaría de Infancia Municipal. Sin embargo, este programa está diseñado para que estas familias no puedan adoptarlo, y por lo tanto, no compitan con ventajas en el sistema. Cuando se cumpla el plazo que determinó Andrade, se va a buscar en el Registro de Aspirantes a Guarda con Fines de Adopción, a los padres definitivos.

En Santa Cruz, hay poco más de 70 matrimonios, uniones convivenciales y personas solas inscriptas para adoptar, pero el 90% sólo quiere un bebé recién nacido. Con esta exigencia, prácticamente la totalidad de los niños, niñas, pibes y pibas que están en hogares sustitutos, se hacen adultos sin saber qué es el calor de un hogar, sin decir “mamá”, “papá”, sin un beso en la puerta del colegio. Por eso hay que tomar con pinzas cuando se dice que adoptar es “muy difícil” o que el sistema es “muy lento” porque, en realidad, lo que pasa es que son excepcionales las veces en las que aparece un bebé.

La mujer, que accedió a esta charla después de asegurarse de que sus datos personales no iban a ser ventilados, aún ofendida por las filtraciones que surgieron de la clínica, está por estos días con asistencia psicológica que propuso la titular de la Secretaría de Las Mujeres, Lorena Beltrán.

Aunque seguramente la procesión vaya por dentro, escondida como su panza entre sus ropas XL, ella dice que no siente culpa. “Sé que hay personas que desean tener hijos y no pueden. Gente que aborta porque piensan que un hijo les corta la joda. Pero hay gente como yo que decide este paso porque, justamente, no podemos darle y brindarle lo que ellos necesitan”.

Lo que pasó con “P” es un claro ejemplo de que existe una parte de la sociedad reaccionaria, llena de prejuicios como los de aquellos empleados de la clínica que la expusieron por no seguir el mandato que se supone natural, o de los cientos de usuarios de redes que la condenaron. Claro que en tiempos donde se debate el aborto libre, seguro y gratuito- desde ayer oficialmente en Comisiones del Congreso- el caso de esta riogalleguense también contó con el apoyo de quienes están en contra de que la interrupción del embarazo sea un tema de salud pública.

En definitiva, de uno y otro lado, la idea de maternidad como objetivo de vida tiene un peso gravitacional que no cae con la misma fuerza en la paternidad. Eso es machismo.

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