Nuevo método

La revolucionaria tecnología que revela las historias invisibles escondidas en los libros

Los libros guardan historias que no están escritas en sus páginas: más bien quedaron impregnadas en ellas. Y ahora, una nueva tecnología promete revelarlas.

  • 25/02/2018 • 12:43

Los historiadores usualmente exploran los manuscritos antiguos o modernos para desentrañar el significado de lo que está escrito y para comprender el contexto en el que se escribieron.
Pero un equipo de especialistas está estudiando lo que los autores dejaron en los tomos más allá de las palabras.
"Apenas empiezas a escribir en tu libreta de notas, tu cuerpo empieza a interactuar con el papel, pues la piel de todos los seres humanos tiene sudor, saliva, diferentes aceites, microbios, etcétera", explica el físico e inventor Gleb Zilberstein, uno de los desarrolladores de la tecnología.
"Dejas (en el papel) una especie de huella digital repleta de información".
Es por eso que lo que su equipo estudia no es lo escrito, sino el medio en el que el texto fue grabado —ya sea papel, pergamino, panel de madera, tela, lienzo y similares—, para extraer datos invisibles.

La sorpresa del maestro y Margarita

El descubrimiento de este nuevo método ocurrió fortuitamente.
Fue cuando el equipo de Zilberstein trataba de eliminar los ácidos del manuscrito original de "El maestro y Margarita", una de las novelas más destacadas del siglo XX que cuenta la visita del diablo a la Unión Soviética.
En esa época se usaba papel de pulpa de celulosa, que con el tiempo se torna amarillo y quebradizo, y puede llegar a quedar reducido a polvo.
Para evitar la degradación estaban usando unos discos hechos de acetato de etilvinilo, un polímero, originalmente destinados a la conservación de manuscritos.
Al extraerlos, notaron que los discos estaban llenos de proteínas.
Y éstas pueden ser una mejor fuente de información que el ADN del entorno en el que vivían los autores, pues, como explicó Zilberstein, los péptidos de las proteínas son más estables.
Con el hallazgo se abrió la posibilidad de extraer información novedosa, desde la presencia de medicamentos y los patógenos en el ambiente hasta de qué se alimentaban quienes habían escrito las páginas.
En este caso, el autor era el ruso Mikhail Bulgakov, quien aunque terminó de escribir "El maestro y Margarita" en 1936, como no la podía publicar siguió haciendo revisiones y reescribiéndola hasta cuatro semanas antes de su muerte en 1940.
Su fallecimiento se debió a una enfermedad renal y eso les dio a los expertos que analizaban su manuscrito la posibilidad de poner a prueba la técnica recién descubierta y ver si efectivamente era capaz de detectar los biomarcadores de esa patología en los márgenes de las páginas.
Y, efectivamente, los identificó.
Con ello, los científicos entendieron que habían dado con una técnica que podía ampliar los horizontes de la investigación del patrimonio cultural, ya que tiene la ventaja de que no es invasiva y no causa ninguna degradación.