Informe especial

“Madre: lucha por tus hijos, lucha por tu familia”

Un 29 de diciembre de 2007 llegaron las primeras familias a lo que hoy se conoce como Madres a la Lucha. Ese día comenzó todo. Sin casas y sin nombre; se estaba gestando el sector que hoy alberga a más de 520 familias. El comienzo, el proceso, la confianza, las mujeres y la lucha: Los 10 años de un barrio que espera y no desespera.   

  • 01/01/2018 • 14:08
Julia Ríos.
Julia Ríos.

Por Nazarena Malatesta
Hace 10 años Julia Ríos no imaginaba lo que está viviendo hoy. Es que Julia fue una de las primeras en llegar al barrio; para tener su casa, su familia y vivir una vida mejor. Hoy es una de las principales referentes de Madres a la Lucha. “Yo era la número 95”, contó. Esas primeras 100 familias llegaron a ‘la nada misma’, como dicen en el barrio cuando se les pregunta cómo era el lugar antes de que se instalen las más de 520 familias. 

15 de diciembre de 2007
Los primeros en llegar se asentaron en la Fracción 9, en ese tiempo se llamaba así. También era conocido como Marina o asentamiento La Paz. El 15 de diciembre se empezaron a instalar; para el 23 de diciembre el tema tomó estado público y salió en los medios. “Eso hizo que mucha más gente fuera a buscar lugar; en aquel momento la laguna estaba seca, pero era terreno inundable”, señaló Julia. 
Otros quisieron saltar el alambrado y asentarse pero llegó prefectura y los sacó. “El 27 de diciembre yo andaba mirando la zona, para el 29 los vecinos hicieron una avanzada, llegó prefectura y les dijeron que si no salían vendría gendarmería. Alrededor de las 19 horas empezaron a ingresar los primeros vehículos y fletes. Yo estaba sobre la calle Crucero General Belgrano y miraba desde ahí lo que estaba pasando”, detalló Julia. Las primeras familias en instalarse lo hicieron sobre lo que hoy es la calle Pedro Renna.
Es así, que los días 29, 30 y 31 de diciembre el asentamiento iba llenándose. 

“La número 95” 
No pasaron más de dos días de enero de 2008 que ya eran 150 familias las anotadas. Julia recuerda el día 29 de diciembre “como si fuera ayer”, porque esa noche había marcado un lugar luego de mirar la zona. La situación era así; llegar y asentarse “en cualquier parte”. Es así, que Julia y su marido agarraron una parte. Finalmente, el 30 de diciembre se asentó en un terreno. “Yo era la número 95”. 
“El 30 llego y había dos jóvenes, me habían tirado mi cartoncito con el que había marcado el lugar y me corrieron las piedras. Por donde podía entrar la camioneta de flete nos instalamos en lo que es el fondo ahora. Nos asentamos ahí y empezamos a levantar ese día lo que fue nuestra primera pieza, que era un 3x3. El 31 a la noche tuvimos que cerrar para dejar todo lo que teníamos. El año nuevo nos encontró levantando nuestra casa. Así fue con muchas otras familias”, recordó Julia con detalles.
La primera comisión se formó el 30 de diciembre. “Nos juntamos los vecinos que estábamos y charlamos sobre qué íbamos a hacer. Así fue que empezamos a salir en enero con las marchas. Empezamos llegando de a uno,  y nos dimos cuenta que el reclamo no era de uno solo”. 

“Como delincuentes”
Norma Díaz llegó el 6 de enero al asentamiento. Cuando la situación ya era de público conocimiento y había varias familias instalando sus primeras viviendas. Muchas, la mayoría, en carpas. Cuando Norma llegó la comisión ya estaba formada. “Yo llegué con mi bebé recién nacida. Cuando vinimos ese mismo día me quede en un terreno prestado de un vecino y compartimos el lugar. No podía más con el alquiler y tenía hijos. Empecé a participar en el grupo y a trabajar con las chicas. Venia mucha gente con necesidad y no sabían bien cómo funcionaba todo. Ahí se empezó a decidir cómo se tenía que trabajar. A sacar fotos para empezar a abrir las calles, averiguar qué medidas pide el Municipio, todo desde cero. Y empezamos con la restricción policial”.
El 9 de enero entró al asentamiento quien era la jueza en ese momento. “Solo los que ya estábamos viviendo podíamos traer garrafas y carbón. Pero había gente que estaba en carpa y no tenían el permiso de la policía para estar”, recordó Norma. Por ello hubo que organizar todo un despliegue, una estrategia. Como delincuentes. Así lo definieron. “Todo era para poder ayudar a esas familias que estaban en una carpita con sus hijos. Imaginátelo. Una carpita”.
“Teníamos una letrina sola y una canilla comunitaria que era lo que usábamos todos, estaba en Pedro Renna y Aristizabal. Fue la primera canilla del barrio”, recordaron al unísono.

La estrategia, la unión y la fuerza
“Costó mucho”, recordó Norma. “Usábamos la estrategia haciendo el vallado de mujeres, porque éramos mayoría, para que los hombres pudieran trabajar. La policía tomaba los datos, secuestraban materiales y herramientas y se llevaban a los hombres. Comprábamos unas bocinas tipo cornetas, cada sector tenía una, entonces cuando veíamos a un patrullero sonaba la bocina y salimos todos corriendo para donde estaban. Rodeábamos al patrullero y no dejábamos que se llevaran al compañero o compañera ni que secuestren materiales”. 
Por día, de 4 a 6 veces, la policía le pedía los datos. A Julia, a Norma y a tantas otras ya las conocían. “Ah, Julia, sí”, decían. “Hasta se sabían mi DNI”.
“Mi marido trabajaba 16 horas. Todo el día lo pasábamos solas las mujeres, se iban a la madrugada y volvían a la otra noche recién. Eran muy pocos hombres que se veían, sólo los que estaban en changas o tenían su propio ingreso”, recordó Julia. “Así como mi marido, eran muchos otros que trabajaban en la construcción. Éramos las madres las que salíamos y ya estábamos en varios medios”.

“Lucha de madres”
En aquel tiempo los llamaban los “Okupas”, con K. “En asamblea, charlando sobre varios temas, viene un vecino y dice ‘vecina ¿por qué no le ponen nombre al barrio? porque en todos lados nos dicen ‘okupas’. Entonces decían nombres, tiraron varios”. ‘El Federal’, ‘San Cayetano’, fueron algunas de las alternativas. “Un vecino dice: ‘pero si son solo mujeres las que salen en los diarios y están acá, pónganle “Lucha de madres”’. Pero uno se imagina dos madres peleando. Nos miramos todos extrañados, nos imaginábamos dos mujeres peleándose”.
Entonces otra mujer dice: “Madres a la Lucha sí, yo me siento identificada porque significa ‘madre, lucha por tu familia. Madre, tu hijo está en la droga, lucha por tu hijo. Madre tenés problema con tu matrimonio, lucha por tu matrimonio. Si yo escucho un nombre así, me siento identificada y me sumo a luchar”. 

Violar derechos para hacerse de ellos
A veces, como remarcan las madres, se dan cuenta del peso que tiene ese nombre para el barrio. Resulta un nombre atípico si se lo compara con otros barrios de la ciudad. El componente social que llevan como bandera queda plasmado en el nombre del barrio. “Y seguimos apuntando a lo que apuntamos desde el primer día, que ni la gente de Santa Cruz ni de todo el país tenga que violar derechos para hacerse de un derecho constitucional, que es el derecho a la vivienda. Hoy queremos lo mismo, que no vuelva a suceder. Hay gente que literalmente está en la calle. A mí todavía me infla la vena que no se haya hecho nada en cuanto a políticas públicas para que esto cambie”, remarcó determinante Julia.
“Nuestra idea, mediante la asamblea, era agotar todas las instancias del diálogo, ¿cómo íbamos a destruir un lugar o tener problemas con un político, si sabemos que es un lugar que lo ocupa esa persona por un tiempo pero después viene otro? Entonces con las asambleas nos reunimos para ver como seguimos con todos los problemas que se nos presentan pero siempre mediante el diálogo. No queríamos dar esa impresión negativa que ya se estaba dando de nosotros”, remarcó Julia. 

Ningún Isaías más
Isaías falleció como producto de la ausencia de políticas públicas. “No queremos lamentar otro Isaías. Porque Isaías fue consecuencia de que esa mamá no tenía luz hace dos semanas, toda la humedad de la casa por la inundación. Un año y medio tenía. Fue a reclamar que hace una semana no tenía luz. Tenía que nebulizar al nene. Todo eso hizo que se perdiera la vida de ese nene. No queremos más Isaías, no queremos más madres a la lucha. Lo que queremos es que la gente pueda tener sus carpetas y que tenga su terreno. No que tenga que esperar 10, 15 años. Ni que nos digan que si la tierra es habitable. No queremos eso”, enfatizan todas. 

Ellas, las madres a la lucha
“El 2018 queremos empezar a trabajar”, enfatizan. “Porque, de hecho, hemos generado fondos comunes para comprar todo el material que nosotros podamos poner para tener los servicios. Los vecinos estamos todos conscientes de eso. Para nosotros fue un triunfo que nos hayan dicho que estaba hecho el estudio y que el Madres era habitable”. Ahora, quieren que el proceso de urbanización siga su curso. Pero sin esperas, sin demoras y sin enojos. Con paciencia, la justa y necesaria. “Madres a la Lucha siempre será Madres a la Lucha, es parte de nuestra identidad, pero nadie quiere que algo así vuelva a pasar. Todo empezó por nuestros hijos, para darles un futuro mejor, que aprendan que todo se consigue luchando. No queremos más asentamientos”.