Historias de vida

La “mesaza” del San Benito

Gracias a él, más de 100 niños se alimentan todos los días detrás de una gomería. Sin querer, se convirtió en lo que no quiso ser: un referente necesario de un “ministerio barrial”.

  • 26/11/2017 • 09:29
“Uno todos los días se levanta con un problema distinto”.
“Uno todos los días se levanta con un problema distinto”.

Por José Antonio Villanueva.

Si uno escribe la palabra comer en el buscador de Google, automáticamente aparecerán 299 millones de resultados. Los tres primeros, si se efectúa la búsqueda  en Río Gallegos, son locales de comidas  rápidas, luego restoranes. Es posible que en ningún resultado esté el comedor de Juan.
Juan Romero llegó desde Buenos Aires en el 2001 a la capital santacruceña. “Antes del corralito”, dice y sonríe. 
“Vine por un problema de stress, me había separado y trabajaba en un supermercado en Florencio Varela” cuenta. 
Juan es cocinero, pizzero, mecánico y albañil. Por este último oficio tuvo una hernia de disco y con el dinero de la ART  hizo su casa en 2008 en el barrio San Benito y puso primero un taller mecánico, después una gomería, que le anexó lavadero.
 “Cuando descargaba alimentos en mi casa que compraba, ya que trabajaba en una empresa en esa época, la gente me miraba y decía ´que rico´”. Parecía un bicho raro.
Por una casualidad y para agradecer al barrio, surgió el comedor. “Para festejar y agradecer al barrio por la gomería, hice una chocolatada y vinieron muchos chicos”, relató. Ese día empezó todo. Aunque él no lo sabe, el inicio fue en Villa Ocampo, Santa Fe, hace 30 años atrás y más de 2.700 kilómetros.
“Cuando era chico iba al comedor de la escuela en Villa Ocampo. Entrábamos a las 13:00, pero íbamos a las 11:00 para comer.  Estudiaba más con la panza llena y me llenaba bien porque no sabía si a la noche iba a comer en mi casa porque mi padre era albañil y a veces le iba bien o mal”.  Como cuando llegó a Río Gallegos, padeció los ribetes de la economía. “Sufrimos la hiperinflación”, dice.
Al día siguiente de la chocolatada aparecieron más chicos. Acondicionó la casita de material ligero en la que vivía de soltero y con el aporte de amigos (de allí surge el verdadero nombre del comedor  “Amigos de los Barrios”), hizo merienda. Luego se animó al almuerzo, que él cocinaba.
“Eran 20 chicos cuando arrancamos”, precisa de forma exacta. El aumento de asistencia de los chicos fue directamente proporcional con la situación económica de la provincia, más que nada desde el inicio del invierno, porque muchas familias dependen de la construcción.    
En 2012 se hizo “famoso”. Una nota publicada justamente en TiempoSur expuso toda la necesidad. “Estaba al límite, porque no teníamos para darle y si dejábamos, abandonábamos a los chicos que necesitaban comer, pero también consejos  porque nos contaban cosas que les pasaban en la casa”, marcó. 
La masividad ayudó y complicó. Inmediatamente aportaron empresas, comercios y vecinos. Los almuerzos y meriendas se multiplicaron, pero también las demandas ante cualquier problema en el barrio: desde el remedio que le falta a un vecino, hasta el reclamo de más luces en el barrio por la inseguridad.
“Pasó de ser un comedor a ser un ministerio barrial”, opina Juan. 
Su hija más chica nació justo un Día del Niño de hace tres años en medio de un festejo que organizó y en el que juntó más de mil juguetes. “Le dije a la enfermera  que justo tenía el festejo en el barrio. Me dijo que estaba todo bien y que alcanzaba a ir”, menciona la anécdota y fuma. 
El año pasado cerró el comedor para parar la pelota. “Una mujer necesitaba ayuda y no podíamos ayudarla. Cerramos igual por problemas personales. Fueron sólo 15 días”, afirma y se le nota un sesgo de culpa. 
Ahora el comedor está cerrado por refacciones. Un sindicato lo ayuda y agranda el lugar, que se estima estaría finalizado antes de Navidad. El 24 espera realizar el almuerzo navideño con una carpa donada por el Ejército.  
Juan se ocupa de que otros puedan hacer  lo más básico del ser humano: comer. 


TS: El año que viene quizás esté finalizado el comedor nuevo  

-Quizás para fin de  año estará la parte nueva del comedor. Me gustaría que sean solo 10 chicos, pero hasta ahora tenemos 120. Si hay menos, quiere decir que hay trabajo y no hay tanta pobreza. Pero está a la vista lo que pasa en Gallegos: no hay trabajo.

TS: Es como un Centro Comunitario 

-Está pasando en realidad lo que no queríamos que pase. Y es que el comedor  deba cubrir todas las necesidades del barrio. Siempre tratamos de marcar donde están las fallas de los que tienen que hacer este trabajo y nunca nadie se hizo cargo de lo que nosotros estamos haciendo. 
Me dicen: “Juan, te dan más bolilla a vos que a nosotros”. A veces debo llevar a un vecino al hospital y me encuentro con el camino hecho bolsa y uno llega a romper 
el auto y no pido plata para que me lo arreglen. Pero va a pasar a mayores cuando le pase a un hijo mío o a mí. Lo tomaré  quizás de otra forma. Te da impotencia,  porque uno no puede por ejemplo arreglar un camino, traer una ambulancia o un autobomba. 

 

(Nota completa en la edición impresa de TiempoSur)