Con información de El Pingüino

Más de ocho mil vehículos irregulares

A contramano de la tendencia imperante en países desarrollados, donde las políticas públicas y factores económicos y socioculturales han desincentivado el uso y adquisición de automóviles particulares, en Punta Arenas la situación es opuesta:

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El parque vehicular no ha parado de crecer en los últimos años, lo cual ha saturado las calles de la ciudad y ha convertido los “tacos” (congestión vehicular) en algo normal para los puntarenenses, entre ellos, los conductores del transporte público.

Es un círculo vicioso: los habitantes de la urbe prefieren tener su auto propio, hasta más de uno por familia. Las calles se atochan, el transporte público tiene más dificultades para circular, tarda más, realiza menos recorridos en el mismo tiempo, y la gente evita utilizarlo.

Pero quizás quienes se llevan la peor parte son los conductores de micros y colectivos, quienes deben estar todo el día y todos los días, sumergidos en lo que algunos ya califican como un “tráfico infernal”, en una ciudad cuyas calles jamás fueron diseñadas pensando en un parque automotriz de las dimensiones que ha alcanzado hoy.

Con el regreso oficial a clases y trabajos de este 2023, el primero en tres años sin ningún tipo de restricciones de movilidad para la población, les ha tocado volver a la normalidad pero con menos colegas –durante la pandemia muchos conductores renunciaron o se cambiaron de rubro- lo cual también ha contribuido a empeorar las condiciones laborales y calidad de servicio.

 

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