Día de la Memoria, por la Verdad y la Justicia

La historia del recluso de la celda 153

Alberto Marucco, vecino de la ciudad de Río Gallegos , dialogó con TiempoSur acerca de cómo vivió en primera mano la dictadura militar tras volverse un preso político: "Acá hubo miles de personas echadas del trabajo, encarcelamientos, persecuciones y desapariciones. Las marcas que dejó la dictadura fueron duras. Pegó como pegó en todo el país y fue lo sangriento que el país y el mundo vio de ese proceso”, contó. 

  • 24/03/2022 • 10:15
Alberto Marucco, ex preso político durante la dictadura militar de 1976.
Alberto Marucco, ex preso político durante la dictadura militar de 1976.

El año 1976 fue una época muy oscura para nuestro país. Tanto, que inclusive luego de 46 largos años, hoy nos sigue haciendo sombra y trayendo a la mente recuerdos difíciles de borrar. A pesar del dolor y de la angustia, esos mismos recuerdos son los que hoy en día nos sirven para no olvidar y para que esos tiempos, que ahora parecen muy lejanos, no vuelvan nunca más.

Un 24 de marzo del año 1976, Jorge Rafael Videla derrocaba al gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón y, a partir de ese momento, la incertidumbre y el miedo gobernaron el país.

Alberto Marucco, vecino de la ciudad de Río Gallegos, dialogó con TiempoSur acerca de cómo vivió de primera mano la dictadura militar tras volverse un preso político durante este suceso histórico: “Cuando fue el 24 de marzo yo me encontraba en mi casa de Río Gallegos. A veces la gente dice que acá, en esa época, fue distinto al resto del país. Acá hubo miles de personas echadas del trabajo, encarcelamientos, persecuciones y desapariciones en Santa Cruz. Evidentemente se sintió el golpe de Estado, la dictadura y el genocidio en todos los términos que acostumbramos a hablar respecto a esta fecha del 24 de marzo. Nosotros, los militantes políticos, sufrimos persecuciones, encarcelamientos, torturas y desapariciones, inclusive el diputado Juan Carlos Rosell, militante de aquí de Santa Cruz como yo, que soy nacido acá, César Vivar o Juan Pablo Zuñiga y otros habitantes de Río Gallegos y del resto de la provincia. Pegó como pegó en todo el país y fue lo sangriento que el país y el mundo vio de ese proceso”, contó Alberto.

 

El momento del arresto

Al ser consultado por este medio sobre el momento en el cual fue arrestado, Alberto rememoró que todo comenzó días después del golpe: “La familia Medina me dio refugio y me pude esconder ahí unos días viendo como venía esto. Estuve ahí casi una semana. Estaba expectante de ver cómo venía la situación y escuchábamos los comunicados: comunicado número uno, número tres. Y alguno de esos decía “se sancionará con pena de muerte o cárcel a aquellos que oculten a personas subversivas”. Estaban matando gente en las calles, encarcelando gente cualquiera, eso ocurría en todo el país. Vi que la situación aquí en Gallegos estaba tranquila, más allá de que habían encarcelado al fiscal de Estado que era Ramón Torres Molina y a su esposa y que habían entrado y allanado la casa de otro compañero de acá. No me fueron a buscar a mi casa y entonces retomo mi actividad y, el 11 de junio, me van a buscar y me arrestan en mi domicilio formalmente y luego de ahí me mandan al Regimiento VIII de Infantería en Comodoro Rivadavia, en donde estuve durante veintitantos días con otro grupo de presos”, explicó Alberto.

“Me vendan los ojos, me ponen capucha, me esposan, me tiran atrás de una camioneta del Ejército Argentino y me entran a dar vueltas y vueltas por un lugar que yo conocía, como para distraerme de donde iba y me doy cuenta que estoy cerca del regimiento, por el ruido del avión, ya que el regimiento está, prácticamente, en la zona de aterrizaje del aeropuerto. Luego de ahí me trasladan a la cárcel de Rawson directamente”, recuerda.

 

 

La muerte, una realidad latente

“Entre el deseo de seguir viviendo y las aspiraciones y la constante de cada momento de que exista una posibilidad de padecimiento, dolor o muerte. Eso era el presente no sólo en mí, sino en todos los que hemos podido charlar y haber pasado por esa situación”, agregó el ex preso político.

Alberto rememora que dentro de las paredes de concreto “los malos tratos y las torturas eran parte del sistema carcelario de esa época. Nos decían que nos iban a quebrar, que nos iban a volver locos y que nunca más íbamos a salir de la cárcel. El hostigamiento no era solamente a nosotros, sino también a los familiares: a la gente mayor que nos iban a ver los hacían desnudarse, los humillaban. La visita era a través de un vidrio. Yo no tuve contacto físico ni abrazos con mis padres hasta que salí de la cárcel, cinco años y medio después”, rememoró de su época dentro del pabellón carcelario de Comodoro Rivadavia.

 

La dictadura y el mundial

En plena dictadura militar, se dio inicio a uno de los mundiales más recordados de la historia y no sólo porque Diego Armando Maradona no había sido seleccionado para jugar uno de los mundiales más esperados por él y todos los argentinos, sino porque dicho evento había sido llevado a cabo como una forma de “limpiar” un poco la sangre que el país se encontraba derramando durante la dictadura: “En la época del Mundial, llevaron a dos compañeros por cada pabellón a modo de rehén a unos calabozos que se llamaban “tubos”. Eran lugares muy duros. Era una situación difícil de transitar, para que veas el sadismo que había, nuestros compañeros estuvieron 30 días prácticamente sin comer. Creo que el primer bocado lo dieron a la semana, que era un pedacito de tortilla. En la época del Mundial hacía mucho frío en Rawson. Llevaban a la mañana una olla con leche hirviendo: sabrosa, humeante. Después de estar todos esos días con frío en el calabozo sin comer, te hacían llenar un jarro de medio litro y no lo podías tomar, porque estaba hirviendo. Y ahí nomás te decían “no lo tomes” y lo tiraban de nuevo a la olla. Y esos compañeros que estaban ahí hambrientos, con frío y con golpes, porque a la noche entraban las patotas de la cárcel, no podían sorber siquiera un poco de esa leche caliente. Te imaginarás la expectativa que tenían después de no comer tantos días y haber pasado tanto frío. Se les notaban las venas de la cabeza y había algunos que apenas caminaban de no haber comido y haber pasado el frío. A la noche les sacaban la ropa, la dejaban afuera del calabozo y entraban desnudos al calabozo y les tiraban un balde con agua fría. Y como es un calabozo, el agua no se iba. Los compañeros durante toda la noche, desnudos, estaban tratando de sacar toda el agua que pudieran con sus manos y dormir sentados hasta las 6 de la mañana que le devolvían la ropa. Esa era la tortura y el sadismo”, contó Alberto.

 

Libertad

Cuando me dieron la libertad, en agosto del año 1981, pude volver a mi casa acá en Río Gallegos. Salí con miedo de ver que había afuera. Tuve libertad vigilada hasta el año 1982, en donde estuve tratando de conseguir un trabajo y reintegrarme a la sociedad con mucho cuidado y temor y tratando de entender la nueva realidad que me tocaba vivir: el estar en un país tan diferente a aquel del año 1976”, puntualizó.

“Las marcas que dejó la dictadura fueron duras. Viví momentos muy difíciles con compañeros que se suicidaron en la cárcel. Pero igual tengo otras: los compañeros, la solidaridad, la contención y el apoyo que teníamos unos con otros”, concluyó Alberto.