Relatos de vida

Eduardo García, desde 1965 con Heladería Tito

“ Eduardo García ”, reconocido vecino de la ciudad de Río Gallegos y ahora por Argentina entera, hoy a sus 73 años, propietario de una de las cuatro heladerías más importantes del país. El “Chiqui” nos recibió en Helados Tito para contarnos parte de su vida desde sus inicios, pasando por la infancia y la rebeldía del joven Eduardo.

  • 11/08/2021 • 12:30
Eduardo García
Eduardo García

En la recorrida que realiza el móvil del Multimedio Tiempo, se encuentra en esta ocasión con la historia de Eduardo García, vecino de la ciudad de Río Gallegos, quien en esta oportunidad nos cuenta parte de su vida y trayecto como dueño de los mejores helados artesanales del país. Comenzando desde temprana edad a trabajar como comerciante en kioscos y almacenes, hasta llegar a la heladería.

Familia

Acá es donde comienza el relato de Eduardo García, donde nos cuenta la historia breve de su familia:

“Bueno no tuve el placer de conocer en profundidad a mis abuelos en general, a mi abuelo materno sí lo llegué a conocer un poco más, yo era chico y él estaba enfermo ya, fue capataz de Argensud, calle Sarmiento, y luego trabajó mucho tiempo para el puerto, muchas horas caminando y estando parado, mi abuela se encargaba de preparar unas fuentes grandes con agua y sal para que se alivien los pies, ya que llegaba a ser doloroso. Un hombre muy apasionado por el trabajo en un Gallegos ambicioso donde se buscaba mejorar a cada paso y trabajar para las familias”.

“Mi abuelo materno desde España, el señor Modesto Traba y mi abuela de Argentina, dedicada al cuidado de sus hijos y la casa Manuela Cosntanzo. Por otra parte, mi abuelo de parte paterna Manuel García y mi abuela Marie García, ambos de Asturias. Al ingresar a Argentina como otros miles de más, vinieron a buscar un alivio fuera de esas tierras donde recién salían de guerras y escaseaba el trabajo y el pan, allí ellos pusieron de su parte y se los reconoce como pioneros de esta ciudad.

Mi abuela de parte materna, siempre nos preparaba tortillas al regresar a casa, allí en Buenos Aires, siempre que volvíamos de algún lugar, era esperado comer como los dioses, ya que son de esas abuelas que preparan banquetes romanos como para 12 personas y a lo mejor solo éramos 5 personas, esas cosas no las olvido nunca”.

Infancia

Repasamos la infancia clásica de un riogalleguense distinta a la actual y con toques de alegría:

“Una época distinta, vivíamos jugando y estudiando, en mi casa ubicada por calle Magallanes 180, donde al girar la mirada había un terreno baldío que era el mejor y más perfecto escenario para jugar siempre a la pelota en días estables en cuanto al clima; una vez llegado el invierno, la laguna de enfrente del baldío, se pintaba de un plateado cristalino, lista y esperando ser peinada por todos los patines de los niños de ese entonces”.

“En términos generales, mucho fútbol de barrio y los amigos infaltables. El único problema de aquellos días era evitar que el dueño de la pelota se enojase con los pibes del barrio, porque significaba una sola cosa, empacarse para luego llevársela en sus brazos a la pelota y no volver hasta el otro día”.

“Asistí al Salesiano, donde en pocas palabras me sacaron de allí. Yo era un joven revoltoso y rebelde, no medía las consecuencias y me irritaba la injusticia, me peleaba con los malos y eso a los adultos no les gustaba mucho. Por otra parte, mi hermano mayor me recriminaba por qué era así, ya que él era todo lo contrario a mi persona, un tipo estudioso, serio y sin ningún problema, mi otro hermano asistía al Ladvocat”.

 

Trabajar desde joven

La transición de no querer estudiar a trabajar fue muy corta y concisa.

“Me demoré dos meses para contárselo a mi padre, que ya no quería seguir estudiando por todo lo anterior mencionado, a lo que mi padre asintió y me dijo: “Bueno hijo, no hay ningún problema si no querés estudiar, pero vas a empezar mañana a trabajar”. Ese día me acosté a dormir súper relajado y a eso de las 07:00 me golpeó la puerta para salir a trabajar. Y comencé a trabajar en un kiosco/almacén que había de todo, al tiempo me dijeron que el dueño de este negocio era mi padre. Desde ahí siempre me gustó el rubro de comercio, pasando por varios negocios hasta llegar al gran negocio de Tito. Desde el año 1973, fue algo muy grandioso y es hoy en día”.

Mis padres

“Mi padre, Marcelino García, un hombre que estudió desde joven, pero la época y el estatus socioeconómico no permitió que siga estudiando, sin título de abogado y con una sed por trabajar con las leyes, se dedicó al trabajo desde el Juzgado Federal por muchos años como operador y trabajando codo a codo con los abogados, en ese tiempo no podía darse el lujo de estudiar, al llegar la época de Perón, despidieron a muchas personas, entre ellas a mi padre, estuvo un tiempo sin trabajo hasta que lo reconocieron por su labor y volvió a la actividad. Mi madre Obdulia Traba, ama de casa, al tiempo se rebuscó para aportar también con una tienda en el hogar, más específico en el lugar del living, sacando adelante entre todos, una familia que se dedicó enteramente al trabajo”.

 

Heladería TITO

El nombre Tito, las primeras veces y el proceso a la actualidad:

“Mis hermanos, dedicados a trabajar, uno abogado, el otro dedicado al comercio, Guillermo, pero conocidos por todos como “Tito” de allí quedo el nombre imborrable de la heladería”.
“El mayor de mis hermanos, quien creó esta heladería, se fue al campo al tiempo de comprarla y me la vendió y yo tuve que sacar un crédito. En esa época recuerdo que mi viejo me prestó alrededor de doscientos pesos que hoy no sé cuánto sería el equivalente, supongo que alrededor de diez mil pesos, así arranqué el negocio y fue muy difícil al principio, no es como ahora. El tiempo también costaba, los camiones tardaban en llegar desde Buenos Aires, la comunicación era casi nula y había demoras de al menos 15 días. Materia prima traída desde Buenos Aires, hasta hoy en día, salvo alguna que otra cosa, como frutas y azúcar”.

“Hoy en día cuento con un equipo de muchos años, a cargo de mi hija, mi nieto ayudando de vez en cuando y mi compañera de vida, mi esposa, que me estuvo acompañando desde el principio, hasta unos años atrás, el cansancio y la edad hicieron de lo suyo”.

Antes y después

Desde los principios de la heladería, se usaron tecnologías buenas, sin embargo, era complejos los tiempos y los costos de todo el proceso:

“Una espátula y un baño de refrigeración especial, era sorpresivo porque en tiempos de verano costaba mucho, ya para el año 1979 compramos máquinas horizontales y mucho más nuevas, la producción pasaba de 25 kilos a 100 kilos, son muchos años”.

“Siempre se va actualizando, pero sin cambiar el producto final, misma receta. Nunca me replanté si seguir o dejar de trabajar con la heladería, fue todo un proceso donde nunca paró, a veces había crisis de no poder vender tanto, surgían nuevos locales y al tiempo se deshacían por el hecho de no haber ventas, sin embargo, se mantuvo a pie y salimos a flote en esos años con mi esposa”.

 

Sabor preferido de Gallegos

“Sin lugar a dudas, es el dulce de leche, los últimos treinta años, el sabor en sí nunca se vendía, era muy poco, se vendía más crema portuguesa con frutas abrillantadas, quinotos al whisky, manzana de oporto, frutilla, vainilla y después sí, el dulce de leche y todas sus variedades que hay hoy en día, algunas que destacan granizado, con nuez, con almendras, etc. Está mucho más arriba que todos a la par que el sabor de pistacho, raro, excéntrico y al paladar refrescante. Nuestro sabor y el mejor que tenemos, creo yo, es el sabor de Calafate y la frambuesa, son sabores autóctonos y totalmente artesanales”.

Cuál es el secreto de un buen helado

“Creo que no hay mucho secreto, hay que buscar un cierto nivel de helado, donde sea rico y le guste al cliente, buscar siempre calidad y buena materia prima, no hay otra forma. Hay algunos helados que son muy buenos técnicamente hablando, pero por ahí no es tan rico, como otro que se lo hace con mucha pasión y con materiales de excelencia. Algunas heladerías están disfrazadas de otras cosas y saborizantes artificiales, químicos y demás. Acá tenés la fruta, la leche, la crema y los extras que son costosos y que hoy en día se hace cuesta arriba por la exportación y demás, a veces no llegan o no hay, pero sí o sí el producto final será de excelencia”.

“Hoy en día, puedo seguir disfrutando de la satisfacción que me da, ver una sonrisa en las caras de mis clientes al probar un helado o estar pasando un momento ameno en mi local, eso es una gran recompensa al igual que vengan mis clientes de toda la vida, que estuvieron en el inicio, en la crisis y en este año que tenemos hasta hoy, pandemia, protocolos y todo lo que conlleva”.

“Mi deseo es que se siga reinventando esta heladería, hoy ya estoy viejo, pero mi familia sé que va a llevar adelante todo esto, mi hija, mis nietos y mis empleados que son los mejores, me voy a seguir poniendo la camiseta por esta casa. Ellos se irán aggiornando a los tiempos, con la tecnología, con las necesidades de los clientes como por ejemplo implementar helados para veganos, para celíacos y todo lo que sea necesario”.