Turismo

Ushuaia en invierno, el comienzo de una gran aventura

Esquí y diversión en Cerro Castor, paseos clásicos por el Canal Beagle, caminatas nocturnas en raquetas, motos de nieve, y lo mejor de la gastronomía fueguina.

  • 28/07/2019 • 11:08

Los Mancini llegaron desde Capital. Con una sonrisa enorme, cada miembro de la familia luce su ropa azul y naranja brillante, y las botas que alquilaron para moverse en la nieve. Fabiano y Luana apenas superan los 20 años. Como otros tantos visitantes, eligieron un destino que su Brasil natal no les ofrece. Unos amigos oriundos de Chile se sienten casi locales en esta tierra austral. Hacen ruido, su tonada se funde con la de los argentinos, los cariocas, algún inglés.

Visitar esta tierra llamada “Fin del Mundo”, paradójicamente, puede resultar un excelente principio para turistas de distintas latitudes.

En el caso de la ciudad de Ushuaia, Tierra del Fuego, la nieve resulta ideal para sumergirse en todo tipo de disciplina deportiva, con el imponente Cerro Castor y sus prestaciones como escenario excluyente.

Contemplar los paisajes también representa un buen inicio, ya sea de un mirador o cerquita de la orilla, o a bordo de un catamarán que surca las aguas del canal Beagle. Hay excursiones en 4x4 y en helicóptero. El paseo en el tren al estilo postal de época y la recorridas por museos emblemáticos terminan de rubricar la afirmación: Ushuaia puede ser el principio, y de mucho.

Que 20 años no es nada

A sólo 26 kilómetros de la ciudad de Ushuaia, hace dos décadas veía la luz el centro de esquí más austral del mundo.

Actualmente Cerro Castor ofrece 34 pistas con diferentes dificultades, que acaban de ser reacondicionadas, y extendieron la red de nieve artificial en la pista Albatros, en la parte este de la montaña.

“Hay una totalidad de once kilómetros con nieve fabricada, cubriendo un 30 por ciento de ellas con 28 cañones y lanzas”, dice con precisión de contador Juan Begué (36), hijo de Juan Carlos, el mendocino que desembarcó en Ushuaia con el sueño de transformar a la ciudad en un destino invernal.

Los 12 medios de elevación son sin dudas un punto a favor: modernos y con un tiempo de espera mínimo (la pesadilla de la espera eterna es habitual en otros centros). Para seguir sumando a la lista: el snowpark más grande de Sudamérica, un circuito de ski cross, un área para principiantes y fuera de pista, todo en un predio de 650 hectáreas esquiables. Además, hace dos años convirtieron un espejo de hielo en pista de patinaje.

Y hay más números que impactan: el complejo cuenta con ocho puntos gastronómicos, cuatro en la base y otros tantos distribuidos en diferentes alturas del cerro, con capacidad para atender a más de 1.000 comensales en simultáneo.

Un ejemplo es Morada del Águila, con estructura de troncos y un hogar a leña a pasitos del ingreso. Sentarse a almorzar un corderito fueguino a la cruz cocido a fuego de lenga resulta una experiencia más que provechosa antes o después de esquiar en Cerro Castor.

“Cuenta con una nieve de buena calidad por la posición insular. La eligen equipos olímpicos, hasta de China vinieron. No hay que olvidarse que aquí llega gente de todos lados, muchos a través de cruceros. Hay siete vuelos diarios en invierno, y la cifra crece a 12 de octubre a marzo”, afirma Marcelo Lietti, presidente de la Agencia de Desarrollo Ushuaia Bureau.

Noche mágica

Hace dos días nevó y mucho. La temperatura descendió al subsuelo y en la postal ahora manda el blanco, que incluso cubre las copas de las lengas y coihues. Beto acelera para que la combi llegue a tiempo. Viajar sentado atrás puede generar zozobra, más para quien no está acostumbrado a caminos resbaladizos y a una oscuridad que abraza.

El punto de inicio de esta travesía es el refugio de Ernesto Krund, un alemán que durante años llevaba la correspondencia a caballo. Cruzaba la zona del Paso Garibaldi, hoy el punto más alto de la Ruta 3. Y como tardaba días en cubrir los tramos, había construido ranchos. Uno de esos estaba en las cercanías de Las Cotorras, al pie del cerro que finalmente le dio su nombre.

Justamente allí la experiencia, bautizada “Noche de Pioneros”, pone primera con la división de una veintena de ansiosos en dos grupos. Los integrantes del primero, en parejas, se suben a siete motos de nieve.

Como patitos en fila, comienza lentamente el raid. Hay que tomarle la mano al acelerador, no quitarle la vista al circuito diseñado con pendientes, curvas y contracurvas, sólo iluminado por las luces frontales de los vehículos y las linternas enganchadas a los cascos.

Fuente: Clarín.