Activos en casa

El Santo y el Tachero entrenaron juntos

Tal cual había sido programado, el pasado miércoles se llevó a cabo un entrenamiento virtual compartido entre San Miguel y Obras Sanitarias de Buenos Aires. Fue a través de la plataforma Zoom. El encuentro entre los clubes duró poco más de tres horas. Los entrenamientos se dividieron por categorías y estuvieron destinados a chicos y chicas desde Cebollitas hasta U-14. Uno de los que estuvo al frente de la práctica, por parte del Tachero, fue Agustín Falcone. El ahora DT de Obras se inició como jugador en el Bordó.  

  • 29/05/2020 • 08:12
Fue el primer encuentro virtual con otro club.
Fue el primer encuentro virtual con otro club.

En tiempos de crisis, no queda otra más que agudizar el ingenio. Como para poder continuar y salir adelante. La pandemia del Coronavirus generó, entre otras cosas, un daño importante en todas las estructuras del deporte. No sólo de este país, claro.

Pero en Argentina, la lograda y temprana cuarentena no hizo más que encender la alarma de, por ejemplo, los clubes. Fueron éstos y sus trabajadores los que rápidamente intentaron caminar a la par del aislamiento. Como para no sufrir las consecuencias del mismo. Ni en lo deportivo, ni en lo social y tampoco en lo financiero. Así fue cómo empezó a haber una catarata de opciones. Todas a través de las redes sociales y de manera virtual. También fueron importantes para afrontar este difícil momento las plataformas de reuniones en línea como Zoom. Justamente a través de ésta es que vienen haciendo un trabajo sistemático tanto el club San Miguel de nuestra ciudad y Obras Sanitarias. Fue así, que ambas instituciones cruzaron sus caminos y el pasado miércoles se encontraron de manera virtual para entrenar.

Ésta fue la primera práctica compartida para el Santo. No así para el Tachero, que venía ya con alguna experiencia previa. Tal es así que en su historial contaba con entrenamientos con Comunicaciones, Los Indios de Moreno, Belgrano de Zárate, Central Entrerriano de Gualeguaychú y hasta un equipo español, el club Móstoles.  

El encuentro duró poco más de tres horas. Participaron del mismo una gran cantidad de chicos y chicas de ambos clubes. Éstos, fundamentalmente, de las categorías comprendidas entre Cebollitas y U-14.

Cada una de las prácticas fue guiada por los entrenadores de Obras, quienes esta vez oficiaron de anfitriones. Las mismas tuvieron parte física, de entrada en calor y elongación, y otras más relacionadas con lo técnico y lo lúdico de la disciplina.

Más que un entrenamiento

Detrás del evento en sí, se encuentra una historia por demás particular. Que une a un club con el otro. El eslabón principal de esa cadena se llama Agustín Falcone. El ahora entrenador del Tachero se inició basquetbolísticamente en San Miguel. Lo hizo con casi 13 años. Jugó casi una temporada completa en el Bordó. Después, por cuestiones laborales de su papá, debió migrar hacia Buenos Aires. Fue ahí que empezó a jugar en Obras y, seguido, a formar parte de su staff de entrenadores. El tiempo en el que se puso la camiseta del Santo fue corto. Pero suficiente para enamorarse. Y como el primero, a Falcone le quedó grabado el corazón. Ese amor es, fue y será inolvidable para él. También lo será el cariño que tanto él como su familia dejaron en los que se quedaron. Muchos, con presente todavía en la institución. Como Roberto Carballo, por ejemplo. Fundador de San Miguel y formador de casi todos los que alguna vez pasaron por el club. De Falcone incluido.

Profesor y alumno se volvieron a encontrar. Ahora a través de una computadora. Muchos años pasaron aunque esto no se notó, salvo porque ya dejaron de ser entrenador y jugador para ahora los dos pasar a ser pares.

La actividad fue exitosa entonces. En la práctica pero también desde el punto de vista emocional. Los chicos se fueron con el cuerpo lleno. Los grandes, con el alma.

Quien al terminar la misma se refirió a la actividad fue Carballo. El DT riogalleguense habló con el sitio web oficial del Tachero. Esto, dijo: “La evaluación de la experiencia está en las capturas de pantalla, en los rostros de nuestros chicos y chicas que quedaron encantados, verdaderamente. Estoy seguro que ha sido tan enriquecedor y motivador, como si hubiese sido un encuentro en la cancha. Tanto los profesores de nuestro club, como así también los padres y dirigentes, estamos por demás agradecidos. Y los chicos, como decía, el resultado está en sus caras, y en los mensajes que nos siguen llegando. Gracias Agustín, y a todo el cuerpo técnico de Obras. Esperamos poder visitarlos en algún momento”.

La que fue menos formal y le apuntó directo al corazón fue la mamá de Falcone, quien publicó un comentario en el Facebook de San Miguel. Lo hizo recordando y agradeciendo. “La verdad que a mí, como mamá de Agustín, me emocionó mucho este reencuentro con su primer club. Recuerdo aquella tarde que Agus me dijo “mamá me voy a ir a probar básquet a San Miguel”. Se subió a la bicicleta y allá fue. Luego de unas horas regresó a casa contento y a partir de ese momento comenzó el amor por el básquet. Solo un año pudo jugar porque por razones de trabajo de mi esposo, tuvimos que dejar Río Gallegos. Lágrimas de tristeza y dolor se reflejaban en los rostros de nuestros hijos. Tenían que dejar todo lo que amaban, la escuela, el club y los amigos. Recuerdo que horas antes de tomar el avión, el “profe” Roberto Carballo vino hasta el lugar donde nos encontrábamos y le trajo de regalo a Agus una camiseta del club. La N°7, que aún conserva. Cuando llegamos a Capital, fuimos a Obras y allí quedó como jugador. Miles de experiencias. Ya pasaron casi 9 años de aquel momento y de ese chico de 13 años que aprendió a picar la pelota con los Santos. Ahora, pudo compartir y transmitir conocimientos como Profe, junto a sus colegas Rockeros. Si algo lindo nos deja la cuarentena, es esta experiencia de entrenamiento virtual. El poder reencontrarse con el otro y conocer más gente. A seguir entrenando y ojalá algún día puedan compartir, cancha. Sólo es cuestión de intentarlo. Éxitos San Miguel. Éxitos Obras”, escribió Silvana Escribano.